En los ambientes del tango, y más precisamente en aquellos lugares donde las letras de los tangos son escrutadas y sopesadas palabra por palabra en su valor, es común escuchar que en la cancionística hay letristas y, en una dimensión distinta, hay poetas.

Homero Manzi es, no sólo en esos lugares académicos sino que ha trascendido a todos los ámbitos del tango, el referente obligado del poeta. 

Mañana, 3 de mayo, se cumplirán 59 años de su muerte. La Argentina y el tango, esperan a su sucesor.

Hijo de madre uruguaya y padre argentino, Homero Nicolás Manzione Prestera, además periodista, guionista, dramaturgo y cineasta, nació el 1º de noviembre de 1907, en Añatuya, un pueblo de la provincia argentina de Santiago del Estero, de esos que crecieron al costado de las progresistas vías del ferrocarril. 

Homero llega de chico a Buenos Aires, donde quedó identificado para siempre con el barrio al sur, como su tango, de Pompeya. Se dice que a los diecinueve años, el pibe ya había dejado atrás su nombre verdadero para pasar a ser Homero Manzi. En esos años había principiado su bella obra escalonada con las letras de sus tangos. Llegaría a ser más que un letrista; sería un poeta, de los más grandes que tuvo el tango.

Un poeta que dejó a otros los grandes temas del amor y del olvido, también los del testimonio social –su compromiso con este último tema pasaría por otros segmentos de su trayectoria-, para internarse en lo ciudadano de todos los días: fundamentalmente el barrio y su gente. 

Lo hizo casi sin recurrir al lunfardo: la nostalgia y la descripción prefieren la llaneza y dulzura de la letra castellana. Con ellas, con la nostalgia y la descripción de las estampas porteñas de entonces, Manzi aflora poeta y engrandece al barrio del suburbio y a sus humildes habitantes. El tango, agradecido.

El vals "¿Por qué no me besas?", de 1921, fue su primera composición conocida, que tuvo la música de Francisco Caso. Importantísima para Manzi –en realidad para todo el género del tango- esta sociedad artística: Caso sería quien lo acercaría luego a Anibal Troilo. El tango, agradecido. 

La prematura muerte de Manzi, se produjo el 3 de mayo de 1951, roído por un cáncer. El tango, enlutado. 

El gordo Troilo, también: al enterarse del fallecimiento de su amigo, en un bar donde era habitué con sus amigos, pidió pasar a una pieza contigua donde estar sólo. Dice la historia que algunos minutos después, el gran bandoneonista emergería de esa pieza con la partitura de "Responso", en  homenaje a Manzi, ya escrita.

Poco antes, los dos, habían recordado a otro fundamental del tango, Enrique Santos Discépolo, como ellos lo sabían hacer: con un tango de antología: "Discepolin". 

Con el músico Sebastián Piana brillaron ambos con "El pescante" (1934), por ejemplo, y una serie de milongas y candomberas, junto a hermosos valses como "Esquinas porteñas" y "Caserón de tejas".

Piana lo llevará al guión y la cancionística de cine: escribirá las canciones de la película "Sombras porteñas" (1936). Con Ulises Petit de Murat escribiría luego guiones de filmes argentinos enormes: entre ellos "La guerra gaucha" (1938).

Manzi con su tango "Sur", de 1948, musicalizado por Anibal Troilo, probablemente alcanzaría la cúspide de su obra tanguera. 

Los milongueros deben reconocerle no poca cosa a este poeta: el rescate de la milonga a través de sus letras. De su factura son "Milonga sentimental", "Milonga del 900" y "Milonga triste".

Sus amigos, los músicos se encargarían de que Manzi no muriera. Troilo interpretando, por ejemplo, "Barrio de tango" y "Sur"); Lucio Demare, "Mañana zarpa un barco" y "Malena"; Charlo "Oro y plata"; Alfredo Malerba "Mi taza de cafe" y "Ropa blanca"); Francisco Pracánico "Monte criollo";  Mariano Mores ("Una lágrima tuya"). Y quedan aún composiciones como "Ninguna", "Después" ,"Fruta amarga") y "Fuimos". 

Homero Manzi, un poeta del tango. Un muerto que no muere.