Conmueve la frase del título. A tangueros y no tangueros. Los primeros detectan, de primera, de donde proviene. Los segundos, si han transitado Buenos Aires, la tienen de alguna manera incorporada, aunque desconozcan su origen. Entre éstos, los extranjeros la identifican, aunque difícilmente fuera de su inmejorable envoltura: la música.

“Los Mareados”, tango. Letra: Enrique Cadícamo; música, Juan Carlos Cobián. Pregunta: ¿qué es lo mejor o lo más lindo de esta gran obra? ¿Su letra o su música? Tomás Buenos Aires les encarga esta menuda tarea, compartir entre todos los lectores –a través del “Contacto” en esta misma página o a través de “Facebook”- cuál de los dos segmentos de esta canción los impacta más. Será un excelente ejercicio artístico apto para todo aquél que tenga sentido de la audición y de la emoción.

Los Mareados conmueve, y sin pretensión de proponer un ordenamiento, por la historia que relata: el adiós al amor.

En segundo término, por la música que llega, que logra estremecer, con una primera parte en tono menor y la segunda en tonalidad mayor.

Luego, por su verseado exquisito: no hay una palabra rebuscada, tampoco alguna fuera del tono del tango, ni elitista ni reo. Por último: no sobra ni falta una palabra. Así quedó después de algunos retoques del autor obligados por la censura oficial más o menos y de una u otra manera siempre presente.

Si piden a “Tomás…” rescatar un tramo de la canción, menuda tarea también, tomamos la del título: “Hoy vas a entrar en mi pasado”. En sólo siete palabras, Cadícamo encierra el presente, el futuro y el pasado, de una situación, en este caso de un amor. No cualquiera puede hacerlo de esta manera.

“Los Mareados” nació con el título de “Los Dopados” y esta letra llegó al público en 1949. Dicen los que dicen saber que Aníbal Troilo con su orquesta y la voz de Francisco Fiorentino estrenó este tango en 1942, con la letra original luego censurada.

Percantas y varonazos, aquí va “Los Mareados”: hagan caso, paren la moto, disfruten, gocen de estas palabras hechas tango.

 

“Rara...
como encendida,
te hallé bebiendo
linda y fatal…

Bebías
y en el fragor del champán,
loca, reías por no llorar…

Pena
me dio encontrarte
pues al mirarte
yo vi brillar
tus ojos
con un eléctrico ardor,
tus bellos ojos que tanto adoré…

Esta noche, amiga mía,
el alcohol nos ha embriagado…
¡Qué me importa que se rían
y nos llamen los mareados!
Cada cual tiene sus penas
y nosotros las tenemos…
Esta noche beberemos
porque ya no volveremos
a vernos más.

Hoy vas a entrar en mi pasado,
en el pasado de mi vida…
Tres cosas lleva mi alma herida:
amor… pesar… dolor…
Hoy vas a entrar en mi pasado
y hoy nuevas sendas tomaremos…
¡Qué grande ha sido nuestro amor!…
Y, sin embargo, ¡ay!, mirá lo que quedó…