Entre los símbolos de Buenos Aires, Tita Merello, es uno inolvidable. Temperamental en esencia, la hermosa morocha porteña brilló en el ambiente tanguero desde los 15 años cuando actuó por primera vez, una vez dejado atrás el orfanato en el que se crió.

Nacida en la calle Defensa entre Chile e Independencia, las pasiones y las inquietudes de la dueña de la frase “mujeres háganse el Papanicolau”, quedaron marcadas a fuego en postales y anécdotas de su vida.

 

Su amor abrasador con Luis Sandrini –se dice que ella también fue también el gran amor de este primer actor argentino- quedaría pintado cuando Tita decidió el adiós. Había encontrado dos veces en offside con otras mujeres a Sandrini y le advirtió “la próxima que te agarro, te pongo las valijas en la puerta del departamento y no me ves nunca más”.

 

Luis se cuidó un tiempo. Pero vino a filmar a la Argentina una actriz mexicana y..., sí, Tita agarró a su pareja otra vez adelantado. Cuando Sandrini volvió al departamento sus valijas estaban en la puerta tal cual se lo había prometido: abrime “Piojo” le pidió –él era el “Perro” y ella el “piojo del perro” explicaban los amigos de la pareja-. Ella no le abrió y él terminó en un hotel. Tita jamás le volvió a hablar ni lo volvió a ver. Así era lamorocha.

 

Eso sí, transcurriendo la vida, frente a amigos comunes la pregunta de los dos era calcada: “cómo está”, sin nombrar al otro.

 

Otra anécdota de Tita que cuenta Mónica Cahen D´anvers: “ella no me quería. Un día concedió una entrevista en televisión que le haría yo. Cuando terminamos me dijo: después de esto estoy por tenerte simpatía… ¡pituca!". Sí, Tita no se privaba de marcar su origen arrabalero en contraposición a los pitucos de los que se sentía apartada.

 

Esa fue Tita Merello que murió a los 98 años en la Fundación Favaloro de la cual no se quiso ir nunca aún con el alta que le daban cada día para que dejara la cama…

 

Hoja de vida en síntesis
Laura Ana Merello nació el 11 de octubre de 1904 y murió el 24 de diciembre de 2002 en su ciudad, Buenos Aires.  No recibió educación formal y de chiquita fue a trabajar al campo. Volvió a Buenos Aires a los 15 años y consiguió trabajo de corista en un teatro de la zona portuaria, el “Bataclán”. Allí empezó a cantar tango derramándole todo lo suyo: el arrabal, la provocación, la picardía y, sobre todo, la emoción.

 

A los 20 años, ya con unos pesos en la cartera, aprendió a leer y escribir y tomó clases de baile. Era lo que necesitaba para dejar el bar del puerto y llegar a ser la primera figura del teatro Maipo, del teatro de revistas más importante de la Argentina.

 

Nadie ha podido superar a Tita, por emoción, picardía y provocación en la interpretación de sus tangos: “Arrabalera”; “Si soy así”; “El choclo”; “Niño bien”; “Pipistrela” y “Qué vachaché” entre otros.

 

Sus películas, muchas de las de oro del cine nacional: “Ídolos de la radio” (1934); “Así es el tango” (1936); “Don Juan Tenorio” (1948); “Filomena Marturano” (1949); “Arrabalera” (1949); “Deshonra” (1951); “Mercado de abasto”(1954); “La morocha” (1955); “Viva la vida” (1969); “La madre María” (1974) y “Los miedos” (1980).