Si hay una descripción de la papusa en la que prendió la ambición por el dinero y, por consiguiente, el lujo, dos impostores que brillan sin promesa de duración en los escenarios de la noche y que se florean mientras dura la belleza y la juventud de la mujer, es la que vas a leer aquí abajo. Leé despacio, te va a llegar.

 

 

"Muñeca, muñequita que hablás con zeta

y que con gracia posta batís mishé;

que con tus aspavientos de pandereta

sos la milonguerita de más chiqué;

trajeada de bacana, bailás con corte

y por raro snobismo tomás prissé,

y que en auto camba, de sur a norte,

paseás como una dama de gran cachet.

 

Che papusa, oí

los acordes melodiosos que modula el bandoneón;

Che papusa, oí

los latidos angustiosos de tu pobre corazón;

Che papusa, oí

cómo surgen de este tango los pasajes de tu ayer...

Si entre el lujo del ambiente

hoy te arrastra la corriente,

mañana te quiero ver...

 

Milonguerita linda, papusa y breva,

con ojos picarescos de pippermint,

de parla afranchutada, pinta maleva

y boca pecadora color carmín,

engrupen tus alhajas en la milonga

con regio faroleo brillanteril

y al bailar esos tangos de meta y ponga

volvés otario al vivo y al rana gil".

 

Como lo sabés, o a esta altura lo imaginas, estos versos pertenecen al tango "Che papusa oí! con letra del grande Enrique Cadícamo y música de Gerardo Matos Rodríguez, sí el mismo de "La Cumparsita". Es la que podés escuchar en la versión memorable, por ejemplo, de Julio Sosa con la orquesta de Lopoldo Federico, cuando ambos transitaban su plenitud artística.

 

Este tango se estrenó en Buenos Aires en 1927 y es otra muestra de la artesanía letrística y musical como componentes que confluyen para crear una pieza musical popular. Artesanía que, como todas, van muriendo de olvido en un mundo apurado.