El tango sin bandoneón puede compararse a una mujer con pocas curvas: los dos, tango y mujer, mantienen su esencia pero... les falta algo.

Y si bien no hay riesgo de que el mujeraje sufra una merma natural de la producción de curvas, hay riesgo cierto de que el tango empiece a extrañar los bandoneones.

Lo advierte una nota aparecida hoy de la agencia internacional France Press (AFP), la que informa que "cada vez es más difícil encontrar bandoneones de alta calidad atesorados desde principios del siglo XX, los que se consiguen cotizados carísimos en dólares".

Así por lo menos lo alertó Oscar Fischer, el luthier que en la Argentina y desde San Telmo preside la Casa del Bandoneón. "Estimamos que hasta la II Guerra Mundial se importaron unos 60.000 bandoneones, de los cuales quedarán unos 20.000. De éstos, solo 2.000 están en estado óptimo de originalidad", dijo Fischer a la AFP. 
 
Es lo que explica el por qué los especialistas en restaurar y afinar bandoneones hayan desaparecido lenta pero inexorablemente en Buenos Aires. Como por ejemplo los de la calle General Martín de Gainza al novecientos, pleno barrio de Caballito norte, donde quien escribe esta página veía llegar en sus años de lucha por trascender con su música a Astor Piazzola, para descargar sus bandoneones y confiárselos a esos luthiers tan anónimos y bohemios como lo sugería la modesta vidriera desierta de ese taller de arreglo de fueyes sin siquiera un cartel.

Los bandoneones empezaron a llegar a la Argentina en 1880 traídos por la inmigración europea que se hizo de estos instrumentos en Alemania donde los fueyes nacieron a mediados del mismo siglo. Amantes de los acordeones, viajar a "hacerse la América" con ellos les resultó muy dificultoso por su tamaño que los hubiera obligado a descartar pertenencias más básicas para la subsistencia.

Buscaron entonces un "acordeón portátil" y hallaron los bandoneones de sonido parecido aunque más ronco y menos rico en timbres: nadie se imaginó que le acercaban a Buenos Aires el instrumento que apuntalaría la música de la ciudad.

Nuestro hoy bandoneonístico
Pero volviendo a la actualidad, Fischer explica que "la falta de bandoneones se hizo muy evidente en el 2000, con un alza de la demanda por la aparición de músicos jóvenes que formaron orquestas en las que tomaron la herencia de los patriarcas del tango, pero con toque 'roquero'", evocó.

Para colmo, Argentina atravesaba ese año una de sus peores crisis económicas por lo que "llegaban turistas y coleccionistas de todo el mundo y, favorecidos por el cambio, empezaron a llevarse como souvenirs los antiguos y atractivos bandoneones", comentó el luthier.

Nunca más los precios de los bandoneones se adaptaron a la realidad del país de esta década: las dos mil piezas armadas que constituyen el instrumento cuestan alrededor de diez mil dólares -sí, 10 mil verdes- si se importa un bandoneón nuevo de Alemania, Bélgica o Italia, donde se siguen fabricando.

Más accesible para un músico rioplatense, un fueye usado cuesta unos cuatro mil dólares a los que se deben sumar casi otros mil de la misma moneda para la restauración y afinación...

"De acá a unos años no vamos a tener bandoneones en el país" se lamentó, con dramatismo, Fischer. Es que los bandoneones son "sustraídos" de la Argentina por los músicos europeos que compran aquí mucho más barato que en Europa, al mismo tiempo que los turistas se los llevan para adornar sus casas.

Fischer denunció, además, que "hubo años en los que muchos músicos se iban de gira por el extranjero con varios bandoneones para venderlos y hacer una diferencia económica, en Europa como en Japón", el país de Asia donde echó raíces la música rioplatense.

"Conocí gente que tiene 10 ó 12 bandoneones, pero que no toca. En Noruega ví a un médico que tiene una colección de 35 instrumentos y muchos de ellos salieron de Argentina", dijo a la AFP Horacio Ferrer, titular de la Academia Nacional del Tango.

¿Protección y fabricación en Argentina a futuro?
"El bandoneón forma parte de la cultura argentina. Es un activo cultural que debemos cuidar", dijo por su parte a AFP Alicia Comelli, una diputada que impulsó un proyecto de ley de Protección del Bandoneón aprobado en 2009, pero aún sin reglamentar.

La norma crea un régimen de protección y promoción del instrumento, prohíbe su salida al exterior y hace un registro de los que quedan. Establece que cuando alguien decida vender uno, el Estado tiene prioridad para su compra si perteneció a intérpretes conocidos o su antigüedad supera los 40 años.

Los músicos y romanticos del fueye quieren ver una luz esperanzadora con un proyecto de la sureña Universidad de Lanús, para fabricar bandoneones de estudio a bajo costo. "Ajustamos un prototipo cero de bandoneón de estudio que esperamos probarlo con una orquesta", dijo a AFP Heraldo Roberto De Rose, director de la carrera de Diseño Industrial de la citada casa de estudios, quien agregó que el bandoneón fue bautizado de la mejor manera: "Pichuco", en honor a Aníbal Troilo, y sería fabricado por una cooperativa o empresa mixta.