Si alguien cree que los rockeros fueron los que se atrevieron a meter letras drogonas en sus obras en protesta contra el sistema, no conoce de tango y sus versos de reviente en las épocas del funyi y la gomina.  

No descubrieron nada nuevo: en 1927, por ejemplo, “Micifuz” de Enrique Pedro Maroni, roncaba: “Las cosas que hay en la vida / y que uno tiene que ver: / El hijo de un farabutti, / el changador de la esquina, / dopado con cocaína, / pero si es para no creer. / Todavía anda tu viejo, / pantalón y blusa azules, / campaneando los baúles / allá por Constitución”.

José Gobello, lo explica de esta manera: “el tango siempre fue un reflejo sobre lo que le pasaba y lo que sentía el pueblo, sin hacer necesariamente un juicio de valor sobre eso y en esa época había mucha cocaína”, como lo rescata en 1916 “Maldito tango", de Roldán y Pérez Freire: “Como esa música domina / con su cadencia que fascina / fui entonces a la cocaína / mi consuelo a buscar”.

Previo a 1930 -en que comienza la época dorada del dos por cuatro-, eran moderadamente frecuentes las alusiones a los alcaloides. Sin embargo no era a sus cantores a quienes representaban esas líricas, sino que eran historias populares que los autores recogían de cabarets, empedrados y conventillos, y las resumían en sainetes, tangos y poemas lunfardos.

“Te acordás hermano qué tiempos aquellos. / Eran otros hombres, más hombres los nuestros. / No se conocían cocó ni morfina. / Los muchachos de antes no usaban gomina. Recuerda "Tiempos Viejos", de Manuel Romero en 1927.

“Por esos años la cocaína no era legal, pero tampoco estaba perseguida. Su uso no se había democratizado. Era consumida en los ambientes de la clase muy alta y en la farándula, pero de ahí no salía. La usaban las mujeres de cabaret de donde salió precisamente el tango. Le decían cocó, como un intento de afrancesar la droga, de darle glamour”, explicó Gobello.

En "A media luz" de Carlos César Lenzi, 1925, se chamuya: “Juncal doce veinticuatro: / Telefoneá sin temor. / De tarde, té con masitas. / De noche, tango y champán. / Los domingos es danzante, / Los lunes, desolación. / Hay de todo en la casita: / Almohadones y divanes. / Como en botica, cocó, / Alfombras que no hacen ruido / Y mesa puesta al amor”.

Conrado de Lucía agrega que se daban con la cocó, no para evadirse, sino en el marco de una práctica social casi obligada para ser un verdadero playboy de principios de siglo XX. “Y una noche de champán y de cocó, / al arrullo funeral de un bandoneón, / pobrecita se durmió, / lo mismo que Mimí, / lo mismo que Manón”, parla "Griseta", Enrique Delfino, en 1924.

“La clase alta no era drogadicta y los pocos adictos que había eran otra cosa, estaban todo el día dopados. Las drogas que se mencionaban en aquellos primeros tangos eran la cocaína y la morfina y no la marihuana, luego la coca se democratiza y llega a la juventud” sostiene de Lucía.

Repaso letrístico
“Los paraísos del alcaloide / Por olvidarla yo paladeé / Y así en las calles como soñando / Como un andrajo me desperté. / En las grandezas que da el dinero / No pongas nunca tu vanidad, / Que mi fortuna fue como un sueño, / Y traicionera, la realidad”, cuenta en "Noches de Colón", Roberto Cayol, de 1926.

“Entre 1910 y 1930 habían muchos drogadictos. En esa época la cocaína que más se vendía era la elaborada por los laboratorios Merck, de ahí viene el famoso apodo merca”, evoca Gobello. Y según el “Taita del Arrabal” de Manuel Romero y Luis Bayón Herrera, 1922, hasta un muchacho de rioba -un taita-, podía contaminarse: “Pobre taita, cuántas noches, / Bien dopado de morfina, / Atorraba en una esquina / Campaneao por un botón. / Y el que antes causaba envidia / Ahora daba compasión”.

Un personaje de los que más aparecían en tangos era el de la prostituta, que era retratada por ejemplo en "Los dopados" (Juan Carlos Cobián, 1922) –luego "Los mareados"-: “Pobre piba, entre dos copas, / tus amores han logrado, / triste hazaña de un dopado / que hoy, festeja el cabaret. /

“Curdelas de grappa y locas de pris” dice ("Corrientes y Esmeralda", Celedonio Flores, 1933). Donde a la cocaína se la menciona como priss, que deriva de prissé, acción de aspirar, en francés.

¿Será cierto que los músicos de tango no tenían sus buenas noches de consumo? ¿O será, como reza el mito popular, de que “eran más locos que los rockeros, pero más vivos”?

El director de la revista Barcelona, cantante del grupo de tango y folclore Falopa, Pablo Marchetti, sostiene: “las drogas tangueras son el alcohol y el tabaco. Pero si querés durar en la noche, el alcohol sólo se sostiene con cocaína y ahí entra la merca como parte imprescindible de la sagrada trinidad. Si no, a medianoche estás durmiendo…, pero no creo que el tango sea merquero porque busque el efecto de euforia de la cocaína, sino que es merquero para mantener la borrachera en el tiempo”.

José Gobello confirma que la noche tanguera tenía su costado duro: “una noche, en un country de Pilar, tocaba un muy famoso bandoneonista; antes de dar el concierto, me dice: “enseguida vengo”. Tardó veinte minutos y vino muy raro… Claramente había ido a darse un toque, pero tocó muy bien”.

Leo Satragno, director de la banda de tango electrónico "Ultratango", explica cómo es un malevo: "para ser un malevo en los '20 y no perder la vida había que estar muy frescos. Ni mucho alcohol ni nada. Hoy, la vida se sabe que es complicada y todos queremos escapar de los desastres cotidianos... aunque sea un rato. Hoy estamos mucho más reventados", sentenció.

“Te declaraste milonga fina / cuando anduviste con aquel gil / que te engrupía con cocaína / y te llevaba al Armenonville”. ("Milonga fina")