A la “mugre” del tango, hay que definirla como los recursos de técnica musical que no aparecen en las partituras pero que son ineludibles para dar el toque de esencia al género. Es un rebusque interpretativo que los músicos se transfieren pulsando sus instrumentos, porque resulta muy difícil de explicar.

“Es un yeite –diverso- que da un sabor particular, apunta Hernán Paglia, contrabajista y compositor integrante de distintas formaciones tangueras: “es lo que da el color local, el condimento. Es como tener potrero, algo relacionado con la desprolijidad y el temperamento”.

En el jazz hay un concepto similar el “Swing”, y en el soul y funk, el “Groove”. Los músicos argentinos de tango, lo llaman “Mugre”.

Hay que ser músico de tango para comprenderla. “La mugre” no se aprende en los libros ni métodos escritos; hay que “ensuciarse” con el género, aprenderlo de los que saben.

Para "ensuciar”, hay un efecto sin el cual el tango no sería tango. El arrastre: una carga y estiramiento de sonido inarmónico no consonante, que se anticipa al tiempo fuerte que sí, es armónico y consonante.

Un ejemplo claro lo dan el contrabajo o la guitarra, donde la mano del mástil desliza desde un lugar indefinido, más que una nota un ruido, para mutar trasladándose hacia la nota o acorde sobre el tiempo fuerte.

El sonido al iniciar el arrastre es feo, empastado, mal sonante, sucio y se va convirtiendo en sonido armónico creando así un suspenso o tensión anterior al acorde. Esto te deja con ganas, con ese suspenso que pide, llegar a ese acorde y que es el carácter más particular y esencial en el sonido del tango.

Los rubatos, palabra que literalmente habla de tiempo robado, refieren a retrasos y adelantamientos de lo melódico en relación al ritmo – en voces, Roberto Goyeneche es el máximo exponente de esto-.  Para captar mejor esta figura, escuchá con detenimiento un mismo tango varias veces cantado por un cantor, hasta que su canto te quede grabado. Después hacé lo mismo con el mismo tango con otro cantor: hay palabras que uno alarga o retrasa y el otro elige distintas.

Otros efectos que meten mugre: acentuaciones, formas de ataque y efectos como “la chicharra”, ”la guitarrita”, “el efecto canyengue”, ”el látigo, “el tambor” y otras.

Hay que ser músico de tango para atraparlos y para aprenderlos y no alcanza con estudiar; no se aprende de los libros ni métodos escritos; hay que verlo, escucharlo y tocarlo con otros músicos, “ensuciarse” con el género, aprenderlo de los que saben.

Estas técnicas son totalmente de aquí, criollas y paridas por porteños. Hay quienes confunden la mugre con “tocar mal”, y hay quienes dicen tocar mugre al tocar una mala sonoridad o estridencia.

No confundir, tocar con mugre es tocar con el gusto del tango, buscar la esencia del tango. No es tocar mal: "mugre" no es suciedad.