Se cortó la luz en la milonga con un coro de ¡uuuhhh!  que escapó de la boca de los asistentes. Y llegó la oscuridad justo durante la segunda pieza de la tanda de Juan D´Arienzo, uno de los más esperados por quien se sienta bailarín de tango.

Entre las sombras de unas pocas luces de emergencia cada uno va tanteando los pasos hasta llegar a su silla a esperar, poco convencidos de que la electricidad vuelva rápido. Hace calor en Buenos Aires y ya se sabe… a los porteños –milongueros o no- no les queda otra que elevar plegarias al cielo para zafar de los cortes de energía.

A Tomás le queda en cambio y ya que están, conversar con el veterano milonguero con el que comparte la mesa. Bufaba el hombre: -justo con D´Arienzo se cortó la luz- repetía resignado… mientras a Tomás, aunque nuevito en la milonga, le brotaba el mismo sabor. “Justo con D´Arienzo se cortó la luz”.

Y en medio del apagón que obliga a la nada, a Tomás se le ocurrió preguntar al veterano: -¿por qué es que a la mayoría de los milongueros nos levanta de la silla como ningún otro D´Arienzo, si muchos músicos lo critican por no haber abandonado nunca la simpleza de la estructura musical de su orquesta.

“Mirá viejo –respondió el hombre en medio de las tinieblas del salón- es tango lo que se puede cantar, bailar y silbar, eso es tango y así de fácil te lo chamuyo pá que lo entiendas” –típico de milonguero, minga de Piazzola se le cruzó como relámpago a Tomás-. El veterano la siguió: pero a nosotros nos gusta el baile viejo. Cazar a la mina, abrazarla y llevarla con nosotros a mover los pies y a endulzar el sentir con fondo de tango y al compás del tango. Escuchaste che, al compás del tango dije. ¿Y quién es el que marca mejor el compás del tango? Juan D´Arienzo, sin discusión ¿no? Todo lo demás es para la discusión viejito, para la academia pibe…  Y nosotros, los milongueros, no estamos para esas discusiones… nosotros le hacemos reverencia al que nos marca el compás del tango con la fuerza que los bailarines agradecemos. Y punto.

Volvió el silencio a la mesa y a Tomás se le vino al mate aquella frase de uno al que en la radio lo presentaron como estudioso del dos por cuatro: “cuando el tango baja de la cabeza a los pies, pierde valor” lanzó ese entendido. Una crítica tácita al tango baile, concluyó Tomás… y se quedó pensando.

Pero volvió la luz. Arranca otra vez la tanda de Juan D´Arienzo… y los milongueros, hombres y mujeres, saltan de la silla para prenderse a bailarlo… Sí, se convence Tomás, dejamos la academia para los que hacen academia, a nosotros los milongueros… D´Arienzo nos hace saltar de la silla…