Tomás se sentó el martes en la mesa atento a la tele en su piecita de Ramos Mejía adentro: hace mucho que la pantalla no lo atrapa a la hora de la cena. A esa hora, la milonga es lo que elige y lo ocupa. Pero se enteró casi milagrosamente que Mora Godoy bailaría tango el martes a la noche en el “Bailando” de Tinelli. 

Por primera vez a ese programa llegó el tango después de… ¿cuántos años?... Una falta de respeto a lo nacional, malicia Tomás. Claro, por un lado es de acá, y por otro no es fácil el género, hay que saber para bailarlo… Y la muestra de esto estuvo en la pantalla del “Bailando” evidenciada en cada improvisado que se presta al ridículo, y ridiculiza al tango, por un poco de cámaras. En ninguna danza se hace tan evidente la improvisación, lo forzado como en la de Buenos Aires, por lo que el sé igual de costumbre, es menos igual que como siempre. En ninguna danza lo bello, la insinuación y el alarde se escurren como en el tango cuando se la mercantiliza y en ninguna lo bello y lo sensual brillan como en el tango cuando se lo baila con vocación y corazón.

Mora es desde hace unos años la máxima bailarina de tango del país que recorre el mundo llevando la música de Buenos Aires como emblema musical del país: ella reafirma eso que en Europa y en los Estados Unidos es un clásico escuchado por los argentinos en viaje:  “oh!... aryentina, tangou”. Lo hace exitosamente, además, arriesgando lo suyo, sin pedir un peso al gobierno para armar un espectáculo nacional: lo que en estos pagos, donde se enseña a esperar y no a dar, es para épico.

Mora es, además de exitosa en lo suyo, una muy linda morocha, que atrae las miradas y, como suele decir Tomás, una máquina de seducir sin proponérselo. ¡Bombonazo!

Llegó el momento y Mora fue en su actuación, más que de costumbre: en un balance casi perfecto de tango milonguero y tango de escenario, la técnica, el donaire, la clase de su baile, a la que sumó su sonrisa, sus gestos y su corazón, alcanzaron la admiración en los chamuyos de la gente del tango y de otro palo.

Tomás no lo sabe porque no mira el programa, pero cree que a no ser por una cuestión de show, o de quilombo, nunca se hace repetir al completo la actuación de dos bailarines. Pero el conductor del programa es astuto para abarajar en el momento el termómetro de las situaciones: la gente en el estudio y las que estaban frente a las pantallas no pedían otra cosa que volver a deleitarse con Mora Godoy , Marcos Ayala su compañero, y el tango. ¡Por favor! Otra.

Para muchos fue un descubrimiento. No sólo de Mora Godoy, sino y sobre todo del tango. De lo que puede dar como bello y nacional el tango que se baila y escucha en todo el mundo y a veces con representantes de la talla de esta morocha bailarina.

Nacional y popular. Sin verso. Contradiciendo a todo aquello que confunde a la gente cuando califica de nacional y popular a lo vulgar, al facilismo que se nos cuela por todas partes. El tango dio su presente en el “Bailando”, Tomás… calcula, que nunca en su historia ese show fue jerarquizado como con la presencia de una buena pareja de bailarines de tango.

Tomás, todavía no empezó a cenar: la morocha tanguera sigue recibiendo los aplausos y la admiración de todos. Faltó un trasfondo de bandoneones y teñir la imagen de celeste y blanco para sintetizar ese muestra de argentinidad, de porteñidad, nacional y popular.