Gricel, el club de tango, mezquina el mantenimiento, que le falta. Pero a la milonga no le falta nada esa noche en ese lugar emblemático del tango bailado. El salón está repleto. Mucha gente en la pista y en las mesas. Los porteños, casi todos, dieron su presente…  pero…  además… empezaron a poblar estas noches con trasfondo de bandoneones los tango-turistas. Y su presencia se hace sentir. 

Se escucha el inglés, se oye portuñol que traen los queribles brasileros, se cuchichea francés, las hermosas zetas en las voces de las españolas también se mezclan con el lunfardo; con un ¡bravo! premian las tanitas, por allí alemán es lo que parece decirse; la voz de la rubia muy alta y pulposa suena aputinada, es decir suena a ruso actual, y la lista sigue. Tomás, el Buenos Aires, rescata sus chamuyos inútiles con las que bailó de todos lados: canadienses, griegas, turcas, chipriotas, holandesas, belgas, polacas, finlandesas, suecas… chamuyos inútiles porque ni Tomás, ni ellas, entienden un pomo de lo que tratan de hacerse entender… Y además, uruguayas, chilenas, venezolanas, colombianas, mexicanas, peruanas, cubanas que siempre están llegando. Derraman simpatía.

Sí, son más mujeres que hombres, cualquier criollita sin pelos en la lengua te lo dice y firma, sin que le cause ninguna gracia… son muchas del mismo gremio y la competencia es la competencia nene… ¿qué te pasa?

Más mujeres que hombres… ¿será porque sobran minas en el mundo? ¿O… es que vienen porque nadie abraza como el argentino en el tango? Pará nena no te embalés… ¿qué te pasa? ¡Ma´qué fanfarrón machista…! Te lo dicen y lo firman las gringas nena…  Andá y arréglate con ellas…  Nadie abraza como el argentino en el tango, lo dicen las gringas chirusita… te lo juro, que me quede sin lo que me tiene mal de los triglicéridos, un sanguche de chorizo, se sincera Tomás.

Claro, estas ganas de abrazar… a los pipiolos de la milonga muchos tan honrados que si en una de esas consiguen un laburo lo devuelven inmediatamente y que Tomás conoce bien…, estas ganas de abrazar de algunas gringas les hace cruzar los cables ¿y si me ligo un viajecito a París? es el pensamiento de muchos. Vale, varón, vale…

Tomás se ríe de sus pensamientos milongueros. Un gringo muy alto y rubio mete los zapatos de tango en la bolsa, mientras paga el agua sin gas que consumió. La propina para la moza: una sonrisa europea…

Arranca el maestro Pugliese con “La Tupungatina” tapizando al salón con su melodía. La francesita, que se la juega con el bailarín que le toque, le sonríe desde la mesa de enfrente. Tomás la cabecea y ella dice sí. ¿Y si te ligás un viajecito a París Tomás?