¡Mirá que es grandote! Y a pesar de eso pasa casi desapercibido. Tan anónimo, y tan humilde es que, a pesar de su tamaño, en la historia de las orquestas de tango hasta llegaron a ubicarlo detrás del piano... y se lo bancó.

Nada menos es el instrumento fundamental para dar la base rítmica en el tango: el contrabajo. Por lo que es toda una ingratitud desconocer la importancia de “el ropero”, como se dice en el ambiente, del contrabajo cada vez que se entona un tango.

Es que toda la orquesta se asienta sobre el sonido del contrabajo, se sostiene en él que marca el ritmo. Su sonido –al que a veces se suma la mano izquierda del piano- le marca al resto de los instrumentos cuándo van a atacar en solo o en simultáneo con los demás de la orquesta.En síntesis el ritmo de la orquesta descansa en esa figura gorda de madera y sonido de voz de borracho.

Dice Rodolfo Mederos: “tocar tango sin contrabajo, es como caminar descalzo, así de importante es”. Astor Piazzola se sinceró sobre el tema: “yo, si Kicho -Díaz- no está, no puedo andar”, el “Gato” aludía así a Kicho Díaz uno de los cinco contrabajistas más importantes de la historia del tango que lo acompañó mucho tiempo.

El contrabajo clásico, porque están los electrónicos, es de madera de Pernambuco y crines de caballo y es el más grande del segmento de instrumentos de cuerda. Tiene cuatro cuerdas que de aguda grave afinan el Mi, La, Re y Sol. Su clave en el pentagrama es la de Sol, la apropiada para la escritura musical de los registros más bajos. Pueden hacerse vibrar sus cuerdas con el arco o con las yemas de los dedos, es decir los pizzicato.

Roberto Canaro y Leopoldo Thompson son los pioneros del contrabajo en el tango. Por necesidad y no por convencimiento. La creación de la orquesta típica de la mano de Roberto Firpo y Francisco Canaro con la inclusión del piano, dejaron sin trabajo a los guitarristas

Y la historia del instrumento en el tango lo ubica precisamente a Thompson como el creador de los golpes sobre las cuerdas del contrabajo: es lo que se conoce como golpes canyengues. Bien marcados, bien potentes.

"La yumba" de Pugliese puede ser el último ejemplo de la participación del contrabajo marcando golpes canyengues, marcando a pleno el tiempo fuerte del compás, el primero. Lo hacía Aniceto Rossi con el maestro que compuso esa obra. Después, ya con Piazzola, esa acentuación musical pierde su protagonismo, al derivar a la marca en los otros compases de acuerdo a la melodía compleja del repertorio piazzoliano.

Kicho
Enrique Díaz, para todos los tangueros Kicho, nació el 21 de enero de 1918 y siguiendo los consejos de su hermano José “Pepe" Díaz, largó la guitarra para abrazar al ropero. Tocó después de Anselmo Aieta con Troilo: trescientas grabaciones.

 En 1954 Pichuco y Astor Piazzolla lo distinguieron al componer para que se luciera el tango “Contrabajeando”. Años después, junto a Ástor, éste le dedica su tango “Kicho”. Tocó con Lucio Demare y en los sesenta reunió a solitas en distintas formaciones, la más conocida, Estrellas de Buenos Aires, cuarteto que integró junto a Armando Cupo (piano), Hugo Baralis (violín), Jorge Caldara (bandoneón) y las voces de Marga Fontana y Héctor Ortiz. Casi nada.

Fue luego a la orquesta de Mariano Mores e integró el Quinteto Real con el que viajó a Japón. En los ochenta estuvo con el Sexteto Mayor y de recorrida mundial con Tango Argentino ideado y dirigido por Héctor Orezzoli y Claudio Segovia. Kicho murió aquí, el 5 de octubre de 1992.

Pero la antítesis, lo contrario de Kicho, la otra historia con contrabajos de tango es la que protagonizó Rodolfo Duclós, cuando formaba en la orquesta de Juan D´Arienzo. Duclós era un modesto, un casi improvisado ejecutante y la orquesta de D´Arienzo iba a más.

Entonces los gerentes artísticos de los locales donde actuaba la orquesta entraron a pedirle a D´Arienzo que reemplazara al contrabajista. El maestro se negaba: “está desde el principio con nosotros” lo disculpaba.

Al final, debió ceder y lo fue a hablar a Duclós, un hombre que venía con antecedentes... de gayola. Duclós le respondió: “así que cuando no ganábamos un mango yo servía y ahora que ganamos buena guita no sirvo más?”. Tras lo que sacó el cuchillo de la cintura y apuntando a D´Arienzo le dijo: “no me voy”. La historia terminó con una orquesta en la que tocaban dos contrabajos - hay fotos-, hasta que seguramente por algún arreglo económico, Duclós se fue.