El piano, los bandoneones y atrás los violines de la orquesta de Ángel D´agostino arrancan “Manoblanca” con un vuelo melódico que promete ensoñación a la espera de Ángel Vargas en la voz.

El abrazo de hombre y mujer sobre la pista de baile se cierra. Bailarán el tango con esa envoltura musical que incita al sentimiento.La ceremonia se repetirá cada vez con los estilos distintos de las otras grandes orquestas: en la milonga, ninguna de más acá de la época de oro del tango.

Es así. Los oyentes tangueros de radios, sitios de música y los milongueros, broncan cada vez que una pieza no es de las que se escuchan casi todos los días. Unos y otros todos fiacas para escuchar tango actual, Tomás, el Buenos Aires, incluido.

Está el corte. ¿Qué pasó? ¿Hasta la década del ´40 los muchachos escribieron hasta para cien años de tango y entonces lo de hoy vale menos? Acaso, ¿se acabaron los creadores, letristas y compositores, en el género tanguero? ¡Araca! que en los hechos es casi al revés.  

Musicalmente el tango continúa su apertura a nuevos senderos de posibilidades musicales inacabables. Esta movida es formidable hoy y prueba que las generaciones actuales de músicos están tranqui a la altura de las fieras que copaban las marquesinas en los mejores momentos del tango.

En las voces, si bien todavía se está en la búsqueda y espera de la gran voz de varón que se cargue el tango a sus espaldas – el tango es macho-, las mujeres dicen presente en los escenarios y estudios de grabación con muy buenos timbres y registros. Y no son pocas.

Letristas de hoy hay y siguen apareciendo, hasta la Academia Nacional del Tango, ayuda en su formación técnica. Tomás, que le da a la birome en la dura tarea de buscar poesía que pueda hacerse música, los conoce y conoce su producción. No es poca, de la misma manera que casi no llega a la difusión masiva. Lo suyo es esperado mayormente en los círculos de escucha tanguera.

Todos, músicos, voces y letristas, apuestan casi anónimos al tango con la única moneda que conocen: el esfuerzo. En simultáneo, grandes apellidos del género, por decir algunos Rodolfo Mederos, Lisandro Adrover y hasta hace poco Horacio Ferrer el troesma, ven al tango con un destino de élite.

Pero vos sabés que Tomás te bate ser nacional y popular pero en serio, con la pretensión de no devaluar esas enormes palabras a como nos han acostumbrado. Y si se emberretinó con el tango es porque lo siente como él, nacional y popular, tanto que el inglés no lo pudo colonizar como casi a todo lo demás. Entonces bronca si tiene que junar un destino de élite para la música de su ciudad.

Y al descular todo esto del tango de ayer y de hoy, mientras vuelve en el Sarmiento a su piecita de Ramos Mejía después de laburar, se le ocurre que…, no será que…, entre muchas cosas al tango de hoy le cuesta entrarle a la gente porque subordinó lo popular en su búsqueda de mejores y mayores caminos poéticos, musicales y artísticos… Totalmente válidos y venturosos para círculos exclusivos y puristas. Pero extraños a los hombres y mujeres de las cosas simples. Y lo popular es lo simple.

No será que los creadores actuales también deben apuntar parte de su hechura a lo popular, a lo más simple, a lo que es capaz de llegar al alma de la gente, a incitar fuerte al sentimiento…

Porque hablamos de tango y no es lo mismo en tango escuchar una melodía que promete ensoñación y sentimiento, que una hilvanada con golpe de batería y metalizada con guitarra eléctrica, quietudes de silencios y aceleradas a toda orquesta.

Porque no es lo mismo cerrar el abrazo de tango para bailar una melodía que promete ensoñación, que una que promete buena música a doscientos veinte voltios.

Arranca “Manoblanca” con D´agostino-Vargas y el abrazo tanguero se cierra en la imagen de los que escuchan y en el gesto de los que bailan. Son los que, simplemente, buscan caricias al alma.