No fueron los rockeros los que se atrevieron a meter letras drogonas en sus obras de protesta contra el sistema. Más bien que el reviente viene de las épocas del funyi y la gomina como baten para que tengas las letras de los tangos.

El por qué de la presencia inicial de la droga recortada a la clase alta porteña y la farándula y su posterior apertura al resto de la sociedad lo trata de explicar Leonardo Satragno, hijo de Pinky y el “Negro” Lavié y a la vez director de la banda del electrónico "Ultratango": chamuya que "para ser un malevo en los '20 y no perder la vida había que estar muy frescos. Ni mucho alcohol ni nada. Hoy, la vida se sabe que es complicada y todos queremos escapar de los desastres cotidianos... aunque sea un rato. Hoy estamos mucho más reventados", sentenció.

Como sea ya en 1927 “Micifuz” de Enrique Maroni, roncó: “El hijo de un farabutti/el changador de la esquina /dopado con cocaína/si es para no creer”, delatando la presencia de la cocó.

José Gobello, el historiador de cartel batió: “el tango siempre fue un reflejo sobre lo que pasaba y sentía el pueblo y en esa época había mucha cocaína” como lo rescata en 1916 “Maldito tango", de Roldán y Pérez Freire: “Como esa música domina/con su cadencia que fascina/fui entonces a la cocaína/mi consuelo a buscar” y en 1927 "Tiempos Viejos" de Manuel Romero con “Te acordás hermano qué tiempos aquellos/Eran otros hombres, más hombres los nuestros/No se conocían cocó ni morfina/ Los muchachos de antes no usaban gomina”.

“Por esos años la cocaína no era legal, pero tampoco estaba perseguida. Se consumía  en la clase muy alta y en la farándula, pero de ahí no salía. La usaban las mujeres de cabaret de donde salió precisamente el tango. Le decían cocó, como un intento de afrancesar la droga, de darle glamour” explicó Gobello.

“La clase alta no era drogadicta y los pocos adictos que había eran otra cosa, estaban todo el día dopados. Las drogas mencionadas en los primeros tangos eran cocaína y morfina y no la marihuana, luego la coca se democratiza y llega a la juventud” sostiene Conrado de Lucía. En "A media luz" de 1925 Carlos Lenzi calienta el ambiente al describir: “Juncal doce veinticuatro/ telefoneá sin temor./De tarde, té con masitas/De noche, tango y champán/Los domingos es danzante/Los lunes, desolación/Hay de todo en la casita/Almohadones y divanes/Como en botica cocó/ Alfombras que no hacen ruido/Y mesa puesta al amor”.

De Lucía afirma más o menos lo de todos: que se daban con la cocó no para evadirse, sino como una práctica social casi obligada para ser un verdadero playboy de principios de siglo XX. “Y una noche de champán y de cocó/al arrullo funeral de un bandoneón/pobrecita se durmió/lo mismo que Mimí/lo mismo que Manón” parla en 1924 "Griseta", de Enrique Delfino.

“Entre 1910 y 1930 había mucho drogadicto. En la época la cocaína que más se vendía era la de los laboratorios Merck, de ahí viene el famoso apodo merca”, evoca Gobello. Y según el “Taita del Arrabal” de Manuel Romero y Luis Bayón Herrera -1922- hasta un muchacho de rioba -un taita-, podía darse: “Pobre taita, cuántas noches/Bien dopado de morfina/ Atorraba en una esquina/

Campaneao por un botón”. Otros títulos con alusiones pichicateras son “Noches del Colón”, “Che papusa oí”, “Pa´que te acordés” y “Cotorro azul”.

En "Los dopados"-Los Mareados- Juan Carlos Cobián dice en 1922: “Pobre piba, entre dos copas/ tus amores han logrado/triste hazaña de un dopado/que hoy, festeja el cabaret. Y “Curdelas de grappa y locas de pris” dice en "Corrientes y Esmeralda" Celedonio Flores, 1933. A la cocaína se la menciona como priss, que deriva de prissé, acción de aspirar, en francés.

¿Es cierto entonces que los músicos de tango en cuestiones de cocó y priss “eran más locos que los rockeros, pero más vivos”?  Parece que eran sólo más finos: “Te declaraste milonga fina/cuando anduviste con aquel gil/que te engrupía con cocaína/y te llevaba al Armenonville” ("Milonga fina").