Cuenta un pasaje del capítulo “Rey del compás”, en el libro de mi autoría “Danza Maligna”: “Arranca la tanda de D´Arienzo… y los milongueros, hombres y mujeres, saltan de la silla para prenderse a bailarlo… D´Arienzo nos hace saltar de la silla” sentencia el fragmento reflejando lo actual. Setenta años antes pasaba lo mismo.

El compás, dicho en técnica musical, el ritmo, arrastró multitudes con su latido hecho acento a clubes, cabarets y lugares de reunión. Tan fuerte fue su atractivo que la riqueza musical que diez años antes había incorporado al género Julio De Caro, no logró taparlo. Cada uno, el ritmo y la melodía, se reservaron un lugar protagónico en el tango. Hoy es lo mismo, aun cuando los autores y compositores de esta época privilegien lo letrístico a lo melódico y rítmico. Pero fue esto último, el ritmo, lo que rescató al tango de su primera mala época.

A mediados de la década del ´30 el baile tuerce el declive del tango por primera vez cuando sacude la seca triste, la miseria derramada por la “Década Infame”, que remató la muerte de Carlos Gardel. El género pareció escuchar la necesidad del pueblo de asomar la cabeza de las pobrezas y, desde 1936, las orquestas se encolumnaron atrás del estilo rítmico de Juan D´Arienzo por convicción, conveniencia o presionadas por las empresas discográficas.

El mandato de esos años fue tocar para bailar y así el protagonismo se dio a la marcación rítmica que se acentuaba, incluso, con los instrumentos melódicos de las orquestas típicas, bandoneones y violines. El cantor fue en esa época un instrumento más de la orquesta y su voz se ajustó al compás –o ritmo- de cada pieza y a no sobresalir del conjunto musical.

El fenómeno fue furor durante años. D´Arienzo, ya exitoso, opinaría en un reportaje de Andrés Muñoz que “el tango es, ante todo, ritmo, nervio, fuerza y carácter. Esencialmente música. Así, puse a la orquesta en primer plano y al cantor como un instrumento más. Además, traté de restituir al tango su acento varonil, que había ido perdiendo” explicó para definir su decisión de, prácticamente, dejar el 4x4 en uso para volver al más vivo 2x4 donde el ritmo manda.

Pedro Maffia no pensaba lo mismo y se negó a tocar con su formación lo que reclamaban las discográficas. Se mantuvo en interpretar aquello que consideró su gusto musical ajeno a la movida rítmica aunque su postura firme le costó: no grabó durante los ´40.

La marcación rítmica, el compás, sintonizaron el deseo de la gente y la convocaron masivamente a los bailes. La danza, con el ritmo como patrón, rescataba al tango del pozo –lo haría dos veces más- y construía la plataforma desde la que los años ´40 se convertirían en “la época de oro” del tango.

 (Ilustración: Mirta Romano, docente y artista plástica. www.mirtaromano.com - ¡Gracias Mirta!