José Ángel Trelles, un hombre del tango y de su gente, no sólo es un estudioso de la música y el canto. También es dueño de una personalidad sensible y agradecida para con quienes lo ayudaron a crecer. Es, también, como sensible, un preocupado por la situación de la gente a la que canta.

Días atrás concedió un reportaje a la sección “La Palabra” del diario “La Opinión” de Rafaela (provincia de Santa Fe), que lo muestra profundamente humano. Y que lleva a la reflexión. Vale transcribir un fragmento de la larga entrevista.

Para ponerlos en clima a ustedes, hombres y mujeres que se toman Buenos Aires, en el comienzo de estas líneas el rescate de la frase de deseo con la que José remató sus dichos durante la entrevista: “que alguna vez, en esta tierra nuestra, ningún pibe muera de hambre y ningún abuelo de olvido”.

Otra, que debería taladrarnos los sesos para entender muchas cosas que nos pasan: “la cultura es una decisión política” sentencia Trelles.

Y para que tengan los que apuestan a empeorar a la gente con el facilismo conque nos quieren conformar: “lo que hay son dieciséis horas semanales por canales de aire de una música espantosa que no quedará jamás en la memoria colectiva y por lo tanto no le servirá de nada al pueblo. El espacio para la música popular argentina de mérito es escaso", ponderó Trelles.

Después de esto el hielo, si lo había, está roto. Ahora responde José, síganlo:

 -Tus primeros intentos con la música-.
Trelles: “En mi barrio, soy de Liniers, frontera con Mataderos y los muchachos de la carne eran muy afines a los asados. Llevaban a cantar a nenes como Floreal Ruiz, Roberto Rufino, Jorge Casal, por nombrar a algunos y nosotros, con quince o dieciséis años, hacíamos de "teloneros" hasta que ellos llegaban de sus actuaciones”.

 

-Referentes que estimularon tu decisión de ser cantor-.
“Mi viejo que cantaba muy bien y los monstruos que nombré y además Rivero, Julio Sosa y Los Cantores de Quilla Huasi que fueron, para mí, lo más grande del folklore argentino, sobre todo cuando la formación fue Valles, Lastra, Palmer y Núñez”.

 -¿En algún momento necesitaste del estudio sistemático del canto?-.
“Siempre. Las cuerdas vocales son músculos muy delicados y sensibles y necesitan una ejercitación muy cuidada y permanente. Estudié veinticuatro años con mi queridísima Helga Epstein”.

 -¿Tu formación en el arte de los sonidos tuvo maestros?-.
“Sí claro, El maestro José Carli fue el primero, Y Astor Piazzolla, Gustavo Fedel y Fernando Porta”.

 -¿Cómo elegiste el género a interpretar?-.
“Casi toda mi generación empezó cantando folklore, pero yo me di cuenta que me faltaba paisaje y comenzó la búsqueda de la luz en el repertorio que apareció con Alberto Cortéz. Casi todas sus canciones pueden cantarse como milongas y sin embargo su poesía se identifica con mis paisajes geográficos y afectivos”.

 -¿Cómo llegaste al tango de vanguardia?-.
“El tango como género nos estaba casi vedado por el trabajo prodigioso realizado por una o más generaciones de genios. ¿Cómo cantás "La última curda", después de Goyeneche, o "Después" cuando existe la versión del más grande que es, a mi modesto entender, Rubén Juárez? Estaba difícil hasta que aparecieron Piazzolla y –Horacio- Ferrer, Eladia –Blázquez-, Chico –Novarro- y por ahí se abrió el camino generacional. Ocurrió, como motivación, que la luna rodaba hace mucho por Callao, pero el que la vio fue Horacio. El respaldo que tuve de esta gente fue permanente e indispensable para seguir en la brecha”.

 -¿Cómo lograste una trayectoria y mantener la vigencia?.
“Trabajo, estudio, rigor, trabajo, estudio, rigor, trabajo, estudio, rigor...”

 -Grandes momentos de tu vida artística-.
“El debut con Piazzolla en el Canecao de Río de Janeiro. Había más de tres mil personas y yo venía de cantar en lugares que cuando se llenaban había cien”.

 -El presente: lo que hay, lo que falta-.
“Lo que hay son dieciséis horas semanales por canales de aire de una música espantosa que no quedará jamás en la memoria colectiva y por lo tanto no le servirá de nada al pueblo. El espacio para la música popular argentina de mérito es escaso. Es la demostración más clara de que la cultura es una decisión política”.

 -¿El futuro inmediato?-.
"Seguir dando pelea por la defensa de la cultura nacional y popular y ganarle por knock out a la mediocridad en lo que no me entregué jamás. Y cuando me di cuenta de lo que iba a pasar con la cultura de mi país me fui quince años y le pegué la vuelta al mundo tres veces cantando música argentina”.

 -Una anécdota-.
“Astor me mandó a estudiar con Helga Epstein seis meses antes de llegar a Buenos Aires para empezar los ensayos. En el primero me llamó: vení pibe, "Chiquilín de Bachín"... Yo le dije que no tenía micrófono y me contestó "no importa cantame aquí en la orejita". Yo canté todo lo que había estudiado con Helga..., a los dos compases paró todo y me preguntó: "¿vos estás estudiando con la alemana no?". Sí, maestro, respondí, voy tres veces por semana. "Bueno", dijo con esa sonrisa que no sabías si te iba a dar un beso o un sopapo. "Aquí, si no sangra, no sirve. Yo te llamé porque cuando te escuché me paraste los pelitos. Así que ahora parame los pelitos, entendiste?"...

 -¿A quién tenés que agradecer?-.
"A mi padre: por su ejemplo de vida, por trabajar sin descanso por su familia, su inquebrantable fe en un mundo mejor y porque cuando le dije que lo que quería en mi vida era cantar me mandó a estudiar y me ayudó en todo lo que pudo. A José "Pepe" Carli: por ser la primera guía artística, por la enseñanza, el rigor y la calidez de los sabios buenos; sin el maestro José Carli, yo no hubiera sido nada. A Astor Piazzolla: porque me honró invitándome a cantar con él. Porque como mi padre, me marcó, para bien, caminos personales y profesionales que transito con amor y alegría. Por sus enseñanzas, por su inmensa obra musical que ya es patrimonio universal. A Horacio Ferrer: porque el Duende puso a rodar la luna por Callao y pasó a ser lo más grande que, poéticamente, le pasó al tango en los últimos tiempos. Porque, gracias a sus versos, pude cantarle a mi ciudad contemporáneamente, sin perder la raíz.

 A Ricardo Romero y Estela Raval: porque creyeron en mí y me llenaron de oportunidades que disfruté. Dos grandes que me enseñaron mucho. A Víctor Buchino: porque gracias a él protagonicé "El diluvio que viene", pero además conocí a un ser humano maravilloso, a quien llevo en lo más profundo de mi alma. A Alberto Cortéz: porque abrió el camino, porque fue y sigue siendo una luz en la senda de los que amamos y respetamos nuestro trabajo. A Sandro: por su grandeza de alma, por su amistad incondicional, por su ejemplo invalorable y por su coherencia. A Pablo Ziegler (músico en orquestas de Piazzola): porque nos une el amor a las mismas cosas, por todo lo que, generosamente, me enseña y comparte. A Milva: una enorme profesional y buenísima persona a quien le debo mi entrada artística a toda Europa y con quien tengo el honor de compartir el escenario cada año".

Hasta aquí las palabras deTrelles, nosotros repetimos estos pasajes:
"la luna rodaba hace mucho por Callao, pero el que la vio fue Horacio (Ferrer)”.

El permanecer es a fuerza de “trabajo, estudio, rigor, trabajo, estudio, rigor, trabajo, estudio, rigor...”

Hoy "hay dieciséis horas semanales por canales de aire de una música espantosa que no quedará jamás en la memoria colectiva y por lo tanto no le servirá de nada al pueblo. El espacio para la música popular argentina de mérito es escaso. Es la demostración más clara de que la cultura es una decisión política”.

Mañana seguir dando pelea por la defensa de la cultura nacional y popular y ganarle por knock out a la mediocridad. Cuando me di cuenta de lo que iba a pasar con la cultura de mi país me fui quince años y le pegué la vuelta al mundo tres veces cantando música argentina”.