Quince años atrás Juan Carlos Copes afirmó: "mientras me den las tabas voy a bailar, para mí es la mejor terapia". Este hombre, que en setenta años de trayectoria llevó al baile de tango desde las pistas milongueras porteñas a los escenarios más famosos del mundo, se quedó sin terapia: no puede bailar. Y el maestro no sabe, y todo el ambiente de tango tampoco, si son sus ochenta y seis años los que lo dejan sin su terapia, sin bailar, o la ingratitud y la desconsideración son las que marcan su cansancio.

Copes, hizo trascender los últimos días su fatiga. Una jubilación insuficiente y un juicio irresuelto contra su empleador, "Tango Porteño Metro" según indicó el bailarín, ahogan su salud, su creatividad y sus ganas.

Esta situación hiere no sólo a todo el tango, sino a la argentinidad entera: se trata del hombre que paseó por el mundo a la música y la danza que identifican al país.

Si parece cosa de gil pedir a un empresario que se sensibilice ante una trayectoria artística nacional que le generó utilidades y le pague, entonces este pedido de auxilio debiera conmover a las autoridades de Cultura de la Ciudad o de la Nación. Pero hay que ser prudente: debe ser, para un hombre de lucha y de triunfos basados en la perserverancia en el esfuerzo, una indignidad recibir un subsidio. Una limosna.

En cambio, la gente de Cultura del país puede invitar a la empresa en litigio contra el maestro Copes a que reflexione su actitud y pague lo que reclama una trayectoria que en su momento le dio dividendos. Más allá de quien tenga razón en esta pelea judicial, es una cuestión de lo que Tomás señaló arriba: gratitud y consideración.

Y los funcionarios de Cultura deben, además, gestionar para el maestro Copes una jubilación que le permita vivir con lo suficiente. Sólo sería aumentar un poco una jubilación a quién enalteció el arte del país, en medio de un océano de jubilaciones de privilegio de quienes le hicieron mucho mal a la Argentina.

Juan Carlos Copes, que nació un 31 de mayo de 1931 en el barrio de Mataderos, se inició en los bailes del club Atlanta de Villa Crespo y su magia trascendió al ganar un certámen de danza en el Luna Park. Trajo premios de Toronto y Nueva York; un ACE por "Entre Borges y Piazzolla" y el American Choreography Award por mejor coreografía para la película "Tango" dirigida por Carlos Saura, aunque casi seguramente sus actuaciones en "Tango Argentino" en Broadway en 1985 sean su mayor distinción. Ese exitazo en Estados Unidos y Europa rebotó hacia la Argentina devolviendo al tango-baile renovados años de esplendor.

Se codeó con Piazzolla, Troilo, Pugliese y, en lo internacional, con Baryshnikov, Liza Minnelli y Gene Kelly, de quien aclaró que "fue mi ídolo y quien me dio la clave de lo que debía hacer, el que más me llegó con su danza".

"Para bailarlo se necesitan dos personas y mucha pasión. Lo demás es técnica y viene sola" sentenció. Lo ejercitaron durante años con su pareja de baile y de la vida más rutilante
: María Nieves. Fueron compañeros, novios, matrimonio para amarse, divorciarse y odiarse. Copes se volvió a casar y, de dos hijas, una de ellas, Johana, es su última compañera.

Aún sin bailar sigue enseñando tango al señalar a la muchachada "muchos creen que lo más importante son las piernas, los pies; no me parece. A mi criterio, lo esencial empieza arriba, en la cabeza, y luego pasa por el corazón. Los pies son la consecuencia".

Dos párrafos antes se rescató que para este maestro bailar el tango necesita gratitud y la pasión que le entrega el baile. Ojalá los empresarios con los que pelea judicialmente apelen a esa pasión y resuelvan la situación con gratitud y consideración hacia su gran antiguo empleado y artista.