Tomás, llegó a la milonga y, como corresponde, de primera dio una relojeada al mujeraje concurrente… No le pasó desapercibido que del otro lado de la pista un par de ojos femeninos lo encañonaban. Cerró la recorrida visual y esperó a que la tanda que sonaba se consumiera.

De vuelta, los ojos de esa mujer que insistían en ficharlo. Y no hacía nada para disimularlo. Tomás la pensó: -… estoy viendo bien o… estoy medio agrandadito… Primero voy a sacar a otra… a ver cómo viene la mano- disparó.

Empieza la nueva tanda, de Alfredo Gobbi sacando lustre a “Rácing Club” que hace saltar de la silla a los milongueros, y el varonazo saca a una de las que conoce... ¡Dale…! Nomás se cruzaron en la pista la mujer de los ojos-cañón aprovecha cada giro que marca su bailarín para mandarle un flechazo.

Claro, Tomás, joven para el promedio de la milonga, pintón, morocho, todo el pelo, bien vestido, crudito para el baile y ella –que estaría dispuesta a enseñarle…-, no alta precisamente, rostro que no es pa´ retrato…, algunos kilos de más y… algunos añitos de más… producían el efecto.

Al fin más intrigado que otra cosa… la sacó… En la pista, Tomás, que todavía no puede disimular que le falta como bailarín de tango, y ella, que no puede disimular que tiene muchos años… de milonguera.

La conversación viene normal, hasta que la mujer empieza a consultar sobre el estado del pichón, estado de vida ¿no? … Casado-divorciado-separado-no sabe no contesta-… Se sorprende la pescadora cuando Tomás le despacha su soltería. Era lo que ella quería saber y más de lo que esperaba.

La tanda termina y la mujer se apresura a mandarle al oído: “sacame otra vez” (La historia completa en el capítulo "La Yunta" de "Danza Maligna").

Ilustración: Mirta Romano, artísta plástica y docente encontrala en www.mirtaromano.com Gracias Mirta!