A fin de setiembre último la Legislatura porteña aprobó la ley que derogó la figura de la “alternadora” o “copera” en los llamados “locales de baile Clase A” y de consumo de bebidas. Ellas dejan la ciudad si es que la prohibición efectivamente se cumple, y se llevan un oficio que fue frondoso en cuanto al número de mujeres que ocupó y como tema de los tangos que reflejaron la vida del cabaret.

Hay historias de “coperas” en títulos de renombre como por ejemplo, Milonguita (1920), Alma de Loca (1927), Un tropezón (1927), Milonguita (1920), Flor de fango (1919), Zorro Gris (1921), Margot (1921), Acquaforte (1932) y La última Grela de Piazzola y Ferrer que fundamentalmente contaron la vida de estas mujeres en los cabarets porteños de la época de oro del tango.

La “copera” o, según la legislación, “alternadora”, fue la mujer que en los boliches de la noche, precisamente alternaban con los clientes buscando que consumieran en los locales para los que trabajaban. En los cabarets –lujosos y de los otros- acompañaban también al varonaje a bailar, lo que era mucho pedir en los oscuros y espesos peringundines del bajo porteño y de los suburbios. Las “coperas” no podían dejar el local hasta su cierre, pero eran libres de seguir a los clientes al finalizar su horario de trabajo.

Curiosamente la figura de las “alternadoras” estaba legalizada al incluirlas el Código de Habilitaciones aprobado en los años ´60. En setiembre, por sesenta votos a cuarenta y uno en contra de los legisladores de la Ciudad, las “coperas” dejaron de ser por ley en la búsqueda de controlar mejor el delito de trata de personas.

Se van y con ellas, además de un tema del tango, se llevan miles de confesiones varonas que escaparon entre las neblinas de los tragos fuertes y el tabaco negro.

-Ilustración: Fabián Pérez, Tomás le da las ¡gracias al artista!-