Pablo Osvaldo Valle era el director artistico de la primerísima Radio El Mundo en esa época, entonces de la Editorial Haynes y hoy Radio Nacional en la calle Maipú 555 del centro porteño. Una noche del año 1935 decidió caminar unas cuadras hasta Paraná 440, al mítico cabaret Chantecler, a chamuyar con su amigo Juan D'Arienzo.

Se sentó con él en un paréntesis de la actuación de la orquesta y, palabras más, palabras menos, Valle le ofertó directamente al maestro ”Juan, quiero que debutes en El Mundo con tu orquesta, va a sonar bien por la radio”.

“Sí, claro que quisiera ir -contestó D´arienzo entre entusiasmado y cauteloso-, pero no en este momento; tengo que rajar al pianista por muy faltador. Voy a probar a un pibe de veintisiete años que tocó con Juan Maglio, después con Juan Guido, con Juan Canaro y acompañó en el ´30 a Carlos Gardel en una grabación con sus guitarristas Barbieri, Riverol, Aguilar y el violín de Antonio Rodio. Si arreglo este reemplazo voy a la radio”, se comprometió el maestro.

Y llegó Rodolfo Biagi a la orquesta -se quedaría tres años antes de formar la propia-, como consecuencia de ese raje. Nadie lo sabía entonces pero esta incorporación significaría mucho para la trayectoria de esa formación musical.

La incorporación del muchacho-pianista coincidió con un drástico cambio en la marcación rítmica de la formación: del 4x8 ya adoptado por el género en esos años, la música de D´arienzo buscó la forma de recostarse sobre el 2x4 de los orígenes del tango. En adelante, esto definiría su estilo de compases muy marcados, acelerados, dinámicos, atrapantes... bailables.

Según quedó con Valle, D´arienzo debutó en Radio El Mundo con su orquesta integrada, además de Biaggi, por Domingo Moro, Juan Jose Visciglio, y Faustino Taboada en bandoneones; Alfredo Mazzeo, Domingo Mancuso, y Francisco Manzini en violines, junto a Rodolfo Duclos en contrabajo, nombre que poco después protagonizaría el segundo raje de la orquesta en un episodio que da para una nota entera.

D´arienzo y su ritmo ganaron rápidamente a los tangueros y, sobre todo a los bailarines: igual a lo que pasa todavía en las milongas porteñas, desde Radio El Mundo esa orquesta levantaba a la gente de las sillas.

No sólo logró eso. También le devolvió al tango la popularidad que había perdido unos años atrás con la llegada de ritmos de otros lados y promovió la explosión artística del genero que llegaría a su apogeo en la década siguiente. Juan D´arienzo, el tango al pie; a los pies de los bailarines.