“Un giro del tango habla más al alma de una mujer, que diez tomos de Shakespeare".

Che, percantas y, sobre todo varonazos, favor de repetir la lectura de esta frase dos veces más para absorber convenientemente el alcance de su significado.

Es de Henri Bergson, desde muy lejos y hace mucho tiempo. Filósofo francés (1859-1941), premio Nobel de Literatura en 1927, llamado el “filósofo de la intuición”. Al enfocar el arte desde su perspectiva filosófica sostuvo que el artista se expresa no tanto con el lenguaje –oral y de la imagen- sino, y sobre todo, a pesar de él, desligandose de sus condicionamientos.

Poniéndolo en palabras nuestras Bergson, más o menos, quiere decir que el arte, para serlo, debe trasponer las fronteras de la realidad para describirla dotándola de una belleza de la que carece.

Esto no resulta extraño para los que nos sumergimos en el mundo del tango. Aquí no es difícil trasponer esa frontera de la realidad: ¿o no salimos de ella durante los tres minutos y pico en lo que escuchamos un tango y, mucho más, cuando lo bailamos?

Sí, con cada giro del baile de tango, ella me entrega un retazo de su alma...