Sus títulos más conocidos, más interpretados, sugieren que su vida de músico "orejero" se dedicó a arrancar suspiros a las mujeres y, si milongueras las chuchis, todavía más. Compuso “Pavadita”, "Palomita blanca" y "Corralera", no hay mucho que explicar, sobre todo a ellas, sobre el poder de seducción de estas melodías.

Pero además de cosechar suspiros con su bandoneón, dejó más de trescientos tangos, valses y milongas en dupla con Francisco García Jiménez como letrista. Cosechan todavía cifras exóticas en concepto de cobro de derechos: hoy “Palomita blanca” retorna derechos de autor desde insólitas ciudades de Asia y África. Firma, además, la autoría de "Mariposita", "Suerte loca", "Siga el corso", "Carnaval" y "Prisionero". Casi nada.

Anselmo Aieta, penúltimo de once hijos de inmigrantes calabreses, aprendió a tocar el bandoneón de chiquito escamoteándolo del ropero a su hermano mayor Ricardo, que no lo aprendió nunca. Compró su primer bandoneón con los ahorros de cinco años de laburo obrero en la fábrica de cigarrillos Piccardo. Nació el 5 de noviembre de 1896 y murió de una afección pulmonar el 25 de setiembre de 1964 al lado de su bandoneón, que hizo traer a la pieza de la clínica donde expiró.

Fue de los "orejeros": apenas aprendió los rudimentos del instrumento con Genaro Spósito y con Luiggín Bossi; pero no estudió música. Y también fue cruel con él mismo: cuando lo citaron para el servicio militar, para zafar, tomó una desemesurada determinación: se quemó los ojos con vinagre. No pudo quitarse los lentes oscuros por el resto de su vida.

Aieta integró como bandoneonista las orquestas de Rafael Iriarte y de Francisco Canaro. En los años ´20 formó su propio conjunto con un estilo tradicionalista del tango, opuesto al enriquecimiento musical que ya entonces proponían los elaborados arreglos de la escuela de De Caro.

Lo pintan con una llamativa facilidad para la creación musical. No le costaba hilvanar melodías agradables al oído. De esto obtuvo el título una de sus máximas creaciones, “Pavadita”. Se cuenta en los ambientes académicos del tango que Aieta lo compuso en un café, jugando con su bandoneón. Y cuando alguien que lo acompañaba insistió en que lo hiciera transcribir cuanto antes para no olvidar la composición -ya dicho, Aieta no sabía escribir música- respondió sin darle importancia: "dejá, ¿qué me voy olvidar si es una pavada?".

Según el recuerdo de García Jiménez ("Así nacieron los tangos", Ediciones Corregidor) Aieta dio el gran golpe en 1928, con el éxito de "Alma en pena" que grabaron Carlos Gardel, Azucena Maizani, Ignacio Corsini, y las orquestas de Roberto Firpo, Francisco Lomuto y Francisco Canaro, entre otros. Con eso los Aieta se mudaron y a su mujer, María Juana Esteve, le dio por vivir mejor.

Cuenta García Jiménez: "el muchacho de las gafas oscuras que venía de familia proletaria, del inquilinato, del cafetín de San Telmo, se compró el auto último modelo de ese año que lo esperaba en la puerta de los cines, de los cafés, de los cabarets, de los bailes donde trabajaba... Alquiló una casa enorme en la esquina de Brasil y Piedras, con ocho salas que daban a las dos calles. Tomó un cocinero profesional para que su mesa fuera una fiesta gastronómica... Cuando le dije:¿Qué significa todo ese aparato, Anselmo?, me contestó sonriendo: Mirá, Paco... Con el auto, a la madrugada, levanto alguno que otro amigo en la mala; lo llevo a casa; sobran piezas. Y les doy cada almuerzo que ni en el Plaza Hotel".

Burreros al palo él y su esposa, perdieron fortunas en el hipódromo. El  cantor Francisco Fiorentino tomó la costumbre de ir a su casa, ponerse el delantal y preparar antológicos tucos. Aníbal Troilo lo llamaba papá. Tuvo cinco hijos y desalentó en todos sus pretensiones artísticas. Nélida Luisa, la mayor de sus cuatro hijas mujeres, que a los cinco años cantaba vestida de esmoquin y a los quince llegó a actuar con la orquesta paterna recuerda en su departamento esas vivencias de la casa de San Telmo.

Desde 1991, una de las calles que bordean la plaza Dorrego de San Telmo, su barrio natal, lleva su nombre.

La calle Corrientes no puede olvidar los tiempos en que Aieta llegó a dirigir tres orquestas que actuaban simultáneamente y el director corría entre los cafés el Nacional, el Guaraní y el Germinal, seguido de una columna de fanáticos que se disputaban el privilegio de cargarle el fueye.

-Relatado en una de las emisiones radiales de Tomás Buenos Aires" por la AM 830 Radio Del Pueblo en su ciclo 2014-