Si bien no es el único motivo, los creadores del género colaboraron con el declive de la popularidad del tango. Fue cuando los músicos se empeñaron en hacer música para músicos y no para la gente. Cuando el atril inmaculado del conservatorio, reemplazó en las partituras y las letras de tangos el latir de las calles de Buenos Aires.

El nuevo tango no se graba en los oídos y los pies de la gente común, no está al alcance del canto, del tarareo, ni del silbido ciudadano y… bailarlo… es sólo para temerarios. Esa música toca las puertas, los oídos, de los ambientes académicos donde suena un bandoneón. “El tango será música para una élite” vaticinó el socio iluminado de letras de Astor Piazzolla, ese gran poeta del género, ese tan querible Horacio Ferrer. Creador y presidente de la Academia Nacional del Tango, no se equivocaba.

“Después de (Francisco) Fiorentino armé mi propia orquesta y seguí avanzando. Yo era el patrón y hacía lo que quería. Tenía un gran problema con los bailarines y, por supuesto, el trabajo empezó a escasear. De repente le metía el 3-3-2 –una forma de marcato de tango- y los bailarines se hacían un nudo. No me olvido que una noche, tocando en un cabaret, arranqué un tango con una introducción de cello, nada bailable. Las bailarinas salieron a bailar en puntas de pie y a tomarme el pelo. Me decían: ¿Qué es eso? ¿Te creés que estás en el Colón?´. Astor Piazzolla.

No hay que dejar de aplaudir a Astor Piazzolla. Un genio musical que renovó el sonido del tango, nuevamente lo hizo llegar al mundo y para eso se la jugó en soledad, apostó todo y ganó. Lo hizo declarando públicamente que no tocaba para los bailarines sino para ser escuchado. Hasta tocó en el teatro Colón…, para sacar pecho frente a aquellos que le refregaban lo de arriba: “te creés que estás en el Colón, eso no es tango”.

Claro que la polenta musical de “el Gato” tuvo un efecto crac, de quiebre para el género. Mientras ganaba en calidad musical, perdía esencia popular.

Crear para…
A Astor lo siguieron camadas de jóvenes músicos que no sólo lo imitaron, sino muchos de ellos, quisieron ser más que Piazzolla y entonces ese sonido, se tradujo en un engendro muy difícil de descifrar para los oídos de aquél que no es músico.

A medida que el tango empezó a salir con hechura de conservatorio en las partituras, empezó a perder esencia popular. Las fugas y las disonancias reemplazaron en la música porteña a la melodía y el compás y ese sonido dejó de dar el pie para tararearlo, cantarlo, silbarlo y bailarlo. El tango dejó de tener murmullos e historias de barrio; dejó de tener llamados al amor -el tema mayor al que apelan todos los géneros- y dejó de estar en los chamuyos del Buenos Aires asfaltado.

Es muy difícil escuchar a un porteño cantar, silbar, tararear o bailar una pieza de tango pos Piazzolla. Definitivamente, el tango reafirmó su declive de la popularidad cuando los músicos empezaron a hacer música para otros músicos y no para la gente.

Aguantar los trapos
Y así, es también el motivo principal por el que en las milongas, la cara más popular del tango, el bailarín no renuncia a la música que fue escrita hasta ciento treinta años atrás. No renuncian a la melodía y el compás y los veteranos y los más jóvenes de veintipico de años siguen adorando a la melodía y el compás.  

Es más, se resisten a probar su baile con nuevos temas por miedo a perder esos dos machazos atributos del tango y su baile. Los milongueros en comunión son los que aguantan los trapos.

En el fondo, creo que la gente común, sea cual sea el género popular, en la música gusta de la melodía y el compás. Y que, también en el fondo, no solo se es músico por tocar un instrumento, sino que es la meta de cualquiera de ellos llegar a la mente y el corazón de la gente.

El tango ingresó en el declive de su popularidad cuando su música comenzó a salir del conservatorio, con poca melodía y arrevesado compás; cuando los músicos entraron en competencia para mostrar lo que eran capaces de hacer a otros músicos. Y se olvidaron de la gente. Un ejemplo: abajo, ultima línea, el link te lleva a Agustín Guerrero, un prodigio musical que tuvo orquesta propia de adolescente y continúa, junto a Fernando Otero. Sostienen que crean tango. Lo dejo al criterio del lector. Aquí, en el tema que firman ambos, "Simbiosis".

Final, el tango entró en el declive de su popularidad, cuando el atril de laboratorio, inmaculado, reemplazó en las partituras y las letras de tangos, el latir de las calles de Buenos Aires.

Fotos: arriba el gran Horacio Ferrer, una parva de poesía encerrado en una figura, abrazado por Horacio Pagano, editor de esta página.

Otra: partitura de "El Entrerriano", de Rosendo Mendizábal. Compuesto en octubre de 1897, hoy se baila comúnmente en todas las milongas.

https://www.youtube.com/watch?v=n2NCn0V8NZ8