“Pibe, si no sabés bailar vas al diome, los costados son para los buenos” Es ley de la milonga. Un escalafón. Un rango entre los milongueros. El que está aprendiendo, y el que no sabe, a hacerse bailarín en el centro de la pista, los costados son para los buenos.  

Así de simple y así de categórico, aunque lo categórico se vaya flexibilizando en la milonga por imperio de la tolerancia debida a los turistas tangueros. De paso, los que saben poco, agradecidos: “si el gringo –que no maneja la pista- baila al costado, yo aprovecho y me meto” calcula el pata lerda.
 
Esta premisa del baile del tango que trata de sostenerse, “correte pibe, cazá el diome’, si no sabés bailar, vas adentro” la recordó, nada menos que un número uno internacional del baile de tango: Miguel Ángel Zotto.
 
Y lo hizo como relatando una anécdota de su juventud tratando de desentrañar los secretos del baile de tango. Dijo, y los milongueros de ley lo han experimentado: “necesitabas cierto aprendizaje para salir a la pista; si no, los que sabían bailar te mandaban al medio" para molestar lo menos posible a los que transitaban los costados de la pista con paso tanguero seguro y, si saben un poco más, compadrón.
 
“El bailarín de milonga es como el jugador de potrero. Son los mejores; son los genes” sentenció. Es que para Zotto, los que aprenden en academias nunca logran la naturalidad de los milongueros grandes hechos en la pista. Una muestra, si es que hiciera falta, la grafica con un paso de baile de su creación al que bautizó “la Rojitas” rescatando, como hincha de Boca al fin, a Ángel Clemente Rojas, aquél de la cintura de goma: “amagás para un lado y sacás para el otro” define Zotto como la característica de la figura.
 
Hoy, uno de los mejores bailarines profesionales de tango del mundo, sigue concurriendo a esos templos del baile de tango: "en las milongas siempre alguien te tira una soga; los tangueros somos como una secta”, aunque sólo baila con Daiana Guspero, su compañera de baile y de la vida. “Nos dimos cuenta de que estábamos enamorados después de meses de bailar y discutir bailando” confesó Miguel Ángel.
 
Luego busca desmitificar una premisa, la del machismo en el tango: “de qué machismo me hablan? Los hombres hacemos lo que las mujeres quieren. Ellas deciden cuándo se les antoja estar con vos. Y hay que aprender a esperar” concedió.Y complementa su dicho asegurando que “nunca usé el personaje para conquistar a una chica o llevarla a la cama; me parece una bajeza”.
 
Miguel Ángel Zotto, cuando empezó a bailar en 1979, entraba a Cánning, el Savoy o el Regina. “Te encontrabas con todos los grandes que ya habían dejado el baile: Finito, Miguel y Nelly, Antonio Todaro, Petróleo. Con Rodolfo Dinzel conocí las bases. Y con ellos aprendí la historia y cómo inventaron cada paso” recordó.
 
Ilustró luego que “para ver bailar iba a los cabarés, que en los ´80 eran lugar de tango. Yo hacía esa vida de madrugada, en la que te cruzabas con el Polaco Goyeneche o Hugo del Carril. Al otro día a laburar. Pintaba y empapelaba paredes. En el tango tenés que hacer otra cosa para vivir hasta ser reconocido”.
 
En 1984, Zotto debutó en Michelángelo con Jazmines, junto a Ana María Stekelman. Después integró el elenco de Tango Argentino y, en 1988, creó la compañía Tango X 2, con Milena Plebs. “Cuando estoy afuera extraño la amistad y la improvisación –dice–. Afuera no podés caerle en la casa a un tipo, como acá, que te llaman cinco minutos antes para invitarte a cenar. Somos desestructurados y ese es uno de los atractivos del tango. Podés conocer a otra persona y relacionarte a través de la danza. Y en todo el mundo, los tangueros somos como una secta” remató.