Tomás, fresquito en la milonga, tampoco los entiende. Por ahora. Las percantas…, los entienden menos todavía. Y nunca  los van a entender. Si hasta se enojan y…más…, se indignan, con esa raza de tipos que también van a la milonga…. Los que no bailan. Los hombres que antes, ahora… y más adelante… no faltan a la milonga… pero no bailan ni bailarán.

Aquí en Cánning, o en cualquier salón, desde la comodidad de la silla escrutan la pista y… también… el ambiente… Para hacerlo ocupan lugares privilegiados, habitualmente pegados a la pista y con una perspectiva del salón conveniente, como para registrar el movimiento de la masa que baila.
Vasos de agua, gaseosa, cerveza, algún vino o whisky están en sus manos en lugar de bailarinas de tango. Las tandas se suceden como trasfondo de la conversación con los amigos de siempre. Si es que los acompaña alguno de ellos. Casi unánimente muy maduros, han transitado todas las fases del bailarín de tango… el duro aprendizaje de bailar, la adicción, la pasión, la elección, el remanso.

Criticados…, peor…, despellejados por el gremio milonguero femenino…, más todavía por las que esa noche les toca planchar… Dicen ellas más o menos así: -ocupamos más de una hora en producirnos para venir a la milonga…, y estos tipos nos siguen de largo con la mirada… y encima son recontra buenos bailarines…- es el comentario en la mesa de mujeres.

Quizá a ellas no les falta razón, pero… deben bancar el código número uno del baile de tango: el que propone, el que saca, es el varón… Así que vale despellejarlos…

A estos varones, sin embargo, les alcanza para llenar su mundo estirar el tiempo relojeando el movimiento de la pista y la cadencia de las parejas, que la transitan al ritmo rezongón de los bandoneones ensoñadores. Algunos, en toda la noche bailarán una o dos tandas… ocho tangos… Otros, simplemente dejarán la milonga sin haber pisado la pista…

¿Para qué vienen a la milonga si no bailan? Es la pregunta furibunda del mujeraje. Y también es la pregunta de Tomás y de cualquier aprendiz de milonguero.
Interrogante de muy difícil respuesta. A Tomás, mientras se consume la tanda de tropical que él no baila en Cánning se le encolumnan esos interrogantes sobre los hombres que no bailan en la milonga: ¿Costumbre? ¿Paladar negro? ¿Capricho? ¿Hastío? ¿Rebeldía? ¿Resignación? ¿Estar de vuelta de todo? ¿Machismo? ¿Todo eso junto?... ¿Quién podría definirlo?

Hombres que no bailan… muy simplemente, una parte más de la diversidad que, afortunadamente, propone la milonga.

La tanda de tropical copa el salón: ese hombre…, uno de los que no baila… ha decidido emprender la retirada azuzada por ese ritmo que no es tango. Ese hombre… no bailó en toda la noche.

Este "trago de Tomás" se emitió en el programa radial "Tomás Buenos Aires" del sábado 3 de mayo último por la AM 830 Radio Del Pueblo.