Una llamarada. Eso le pareció a Tomás apenas la vio. El pelo colorado, el cuerpo enfundado en un vestido con tonalidades rojas, los labios gruesos enmarcadores de una sonrisa bellamente salvaje.  Ojos oscuros y otra vez los labios… gruesos y brillantes de rojo. De un rojo pasión, se le antojó a Tomás. Nunca antes ella, en esa milonga de la calle Alsina.

Se llama Sandra. A la colorada le falta un poco todavía como bailarina de tango. Ya le van a enseñar, desde los pintones hasta los panzones con una larga vida de milonga van a querer tener en sus brazos a esa llamarada con forma de mujer. Ya le van a enseñar…

Y como todavía le falta al bailar, esa minona le viene al pelo, a medida, a Tomás, un tiernito en la milonga al que también, todavía le falta como bailarín. Los dos, encontrándose por primera vez y después de una sola tanda en la pista, ya se han medido como iguales en el proceso no fácil de aprender a bailar el tango: a una misma altura de vicios y faltas propias de los nuevitos.

Así que Tomás la cabecea dos por tres en esa noche. Ella responde con un movimiento mínimo que le dice “sí”. Está cómoda con ese muchacho con el que coinciden en callarse las pifias del otro.

Suena la tanda de Pugliese instrumental, época de “la Sinfónica”, con “Recuerdo”,” A Don Agustín Bardi” y dos títulos más. Tanda para buenos bailarines, hay que sacar viruta al piso bailando todas las pausas que impone la orquesta del troesma de Villa Crespo. Ni loco va a sacar a alguna en esta tanda. Menos a la Colorada, no es cuestión de papelonear, -a ver si no me sale nunca más-, malicia Tomás.

A Sandra la saca uno de los milongueros viejos… y panzones…  Tomás no les saca el ojo de encima… claro… ella está acostumbrada al movimiento continuo y el milonguero trata de atarla con el abrazo buscando que "Llamarada" perciba lo que la música manda. Y la música es, sobre todo, pausa. –Se le hizo  larga la tanda a ésta- calculó Tomás cuando termina Pugliese. Ella se sienta aliviada y el chabón vuelve a la mesa meneando la cabeza para anticiparse a las preguntas de los amigos… Joderse, él sabía antes de sacarla que todavía le falta a la piba.

La noche se consume, Tomás le pregunta si vuelve la semana que viene a esta milonga. Y apura anticiparle que él va a estar. Sandra…, tras pensar un poco le dice que sí, que le gustó el ambiente. Que calcula que va a volver la semana que viene.

Se separan y ella se apura a cambiarse los zapatos de tango por unas chatitas bien cómodas. Las amigas, ya tripulando sus propias chatitas, esperan la ceremonia de Sandra y buscan la puerta de salida.

Tomás, se conforma, está ilusionado de que esa llamarada con forma de mujer va a volver a bailar con él la próxima vez. Se te va hacer larga la semana… Tomás…