Hay milongas y hay milongas, se sabe. Porteño y Bailarín es de esas que desde su apertura recibieron y reciben al buen baile de tango, se sabe. Lo reconocen al dar pista a los profesionales, a los que pretenden serlo y a los varones y minusas que la yugan cada noche para bailar mejor.

Todos estos porteños y bailarines capaces de deslumbrarse junando un tango bien bailado con estilos que pueden o no gustar pero que marcan estilo, saben que pueden relojearlo en cada exhibición postamente.

También hay espacio para los escritores y los que pretenden serlo como Tomás, el Buenos Aires, que con sus chamuyos se misturan con esa rara fauna de personajes de la noche milonguera tan traviesa como humana. Es el alma de Porteño y Bailarín.

Todo y todos se las pican. Dejaron el mítico salón de la calle Rio Bamba al 300 cargando sobre sus hombros el rezongo de los bandoneones, los zapatos de baile y la noche con destino al barrio de Monserrat, curtido de porteñidad y de tango.

Están llegando con toda esa carga de utopías y sentimiento milongueros a la tradicional pista de nombre galaico de San José 224, la “Casa de Galicia” que ya sabe de tangos y que espera a Porteño y Bailarín y su estilo con las manos abiertas.

Porque hay milongas y milongas, se sabe. Porteño y Bailarín ¡Salú!