Fragmento tomado de “Historia del baile” de Sergio Pujol.

“Bailar tango no es sencillo, nunca lo será. De ese mundo entrecerrado de la noche van emergiendo los primeros héroes del corte y la quebrada. Son los que saben bailar, los que se distinguen. A veces, los más habilidosos se convierten en profesores sin título ni ley.

 Del lado femenino, de la mayoría no quedarán registros: nada más efímero que los bailes y sus protagonistas.

La letra de un tango evoca a esas “chinas sencillas y querendonas” que bailan: “Agua florida, vos eras criolla./ Te usaban las pobres violetas del fango/ de peinados lisos como agua e´ laguna,/cuando se bailaba alegrando el tango,/ con un taconeo y una media luna”. (De “Agua florida”, de Fernán Silva Valdés y Ramón Collazo).

Aquellas mujeres, marcadas para siempre, entrarán en la órbita del adicto al baile. Las mejores o las más afortunadas –y seguramente las más fuertes- logran hacerse respetar por y para el baile

Son las que han sabido ganarse un lugar en el campo minado del tango. La Portuguesita, la Fosforito, la Sargento, María la meona, Antonina la chata, la parda Refusilo, la Barquinazo…, mujeres entre dos siglos.

Ellas entienden las marcas del varón, esa suave pero segura indicación sobre la espalda. Ellas hacen ochos con prolijidad y aparente sumisión. “Pardas y blancas” casi no hablan, toman poco y transpiran toda la noche.

Son atraídas por silbidos y llamadas de los bailarines insaciables que fijan su mirada en las piernas y la silueta, pero también en esas polleras cortas, sobre enaguas muy almidonadas y esponjadas. Recuerdan: “las únicas polleras cortas que se conocieron entonces”.

Cuanto más y mejor baila una mujer, más posibilidades tiene de salvarse de la prostitución. Desbordadas por la masa masculina que revolotea en las academias de cinco centavos y en las casas de baile, condenadas a brillar sólo en los márgenes y cuando algún varón se digna elogiarlas públicamente, las mujeres del suburbio se bailan el futuro, entre la resignación y la esperanza”.

De Tomás Buenos Aires: otras expectativas, mínimas, las de las mujeres del tango primero en el 1900 y poco más…