Puede decirse que el huracán de la tecnología cambió –y promete seguir cambiando- todo. Incluso los usos y costumbres milongueras, por supuesto. Un salón de baile de tango ya no funciona como en el apogeo del género en los ´40 y ´50: a pesar de su clima ensoñador no dejan de pertenecer al mundo y no hay otra.

Más bien entonces que el salón de baile y su gente no funcionan como antes. Cayeron en el olvido muchas cosas y largo sería enumerar, pero una inclina a llamar poderosamente la atención: hasta la franela de la milonga se perdió.

No es que eran más hombres los hombres de antes, ni más querendonas las percantas de esa época, pero la franela desapareció como un elemento emblemático de lo que se tiene por milonguero.

En el muro de Facebook de mi amigo-hermano Julio Dupláa –mirá vos si cambiaron las cosas que hasta él y yo andamos por Internet- apareció una foto milonguera de 1943 en el legendario club “Sin Rumbo” del barrio de Villa Urquiza, que luego durante tantos años Julio manejó. Acá se reproduce la foto que da para hablar mucho y hasta para fijarse en el gordito que del otro lado de la medianera asoma la cabeza para junar el bailongo gratarola.

La foto cosechó pronta repercusión: el que baila es Juan Luna, milonguero de ley según quienes lo conocieron y entonces su hija ilustra en el mismo muro que su papá fue “un gran referente de la milonga y organizaba los bailes en “Sin Rumbo” y otros clubes de Villa Urquiza. Tenía buena discoteca de tangos y milongas” agrega la mujer. Y a continuación aporta unos datos preciosos de rescatar para la historia del tango y su danza, la “Danza Maligna” como dice Tomás, el Buenos Aires.

Recuerda la hija del bailarín que durante la preparación de la milonga al embaldosado del patio -ya techado y no como en la foto bajo las estrellas-, “le pasábamos el lampazo con querosén para acondicionarlo”. Sigue la entonces ayudanta de papá organizador de milongas recordando que “le revisaba las púas para que no salten en los discos de pasta de la época y… le limpiaba los discos con franela…”.

Los discos se limpiaban franeleándolos para dejarlos limpios antes de llegar a vitrolas y tocadiscos… No ha pasado tanto tiempo y tan cambiadas están las cosas. Tan cambiadas que, sí malevos y chirusitas, hasta la franela milonguera quedó en el recuerdo.

Tomás, el Buenos Aires, espera desde ahora sus historias de franelas milongueras che. Las de antes y las de ahora… Y no se cierra esta entrega sin gastarlos: ¡qué mal pensados al leer el título de esta nota…! ¡Salú!