Vicente Madero Álzaga, fue un inolvidable personaje porteño y del tango. Dijo José Gobello: “fue un jailaife total; morocho, alto, esbelto, vestía trajes oscuros y corbatas negras. Hacía su gomina y apretaba el pelo a la cabeza con una media para plancharlo. Mandaba lustrar las suelas de sus botas" para que brillaran si cuadraba cruzar las piernas. Era nieto de Francisco Bernabé Madero, terrateniente fundador del pueblo de Maipú y vice de la República en la primera presidencia de Julio A. Roca (1880-1886).

Recordó la escritora Victoria Ocampo: "todos los jueves, lloviera o tronara, se bailaba tango en casa la tarde entera con la orquesta de Osvaldo Fresedo. Los campeones eran Ricardo Güiraldes y Vicente Madero. Vicente era un genio como bailarín y no creo que lo hayan superado. Cuando caminaba el tango todo su cuerpo, al parecer inmóvil, seguía elásticamente el ritmo; lo vivía y comunicaba a su compañera que, contagiada, obedecía ese acompasado andar”.

Su cartel de bailarín decía más: en 1907, con Ricardo Güiraldes y Daniel Videla Dorna, ya habían plantado el tango en París. ¡Ojo! No cartoneando en cualquier boliche, sino en los salones aristocráticos para disfrute de las pitucas y pitucos más cambas, donde se diqueaban las Ivonne, Claudinette, Ivette y Margot. Para 1920 este bon vivant de los cabarets, ya que estaba, era cónsul argentino en la capital francesa.

¿Cómo bailaba el tango Vicente Madero? Bailaba como él, tango bacán, en contraposición al estilo popular de baile que representaba “el Cachafaz”. Mientras Madero privilegiaba la elegancia, el compás, el acompañamiento de la música, el estilo popular estaba sembrado de cortes y quebradas, es decir cargado de figuras al bailar.

Su hija, Malú Madero de Fernandez Ocampo, en una entrevista de 1979 sintetizó el estilo de su padre así: “no con firuletes. Era un tango caminado. Me decía cuando me enseñaba a bailar: “tranqueá largo”. La irrepetible “Puyeta” Videla Dorna, a quien conocí en la Sala de Periodistas de la Casa de Gobierno dijo de Madero bailarín: “de tranquear largo y saber agarrar a la mujer; pero era un tango elegante, fino”.

El gran Enrique Cadícamo, en su “Tango de Ayer” describió:
"Aquel tango de smoking embrujó a la mujer,
fue Vicente Madero bacán y bailarín
y Carlitos Gardel rival de Chevallier
y un maestro de lujo
llamado el "Vasco Aín".