Jean Jaurés 735, corazón del Abasto. Más de 75 años atrás, Carlos Gardel se despertaba en esa casa siempre después del mediodía. La madre, Berta Gardés, lo esperaba con el mate.
Su hijo alternaba la bombilla con los ejercicios que practicaba en el patio o, si llovía, en el hall de la vivienda. “Blanquito”, el perro, se recostaba esperando el turno de jugar con su dueño. Berta, volvía a la cocina a terminar de preparar el tuco con el que saborizaba el plato preferido de Carlos: las pastas.
Antes de la hora del almuerzo, Agustín Irusta llegaba para encontrar al cantor en lo que era su estudio, en la planta alta, subiendo la escalera de piedra. La música, siempre presente, traspasaba las paredes de la habitación: a veces sonaban tangos, otras, música clásica. Se dijo que “el Zorzal” escuchaba con atención al tenor Enrico Caruso, de quien trataba de aprender usos de la voz.
No había interrupciones: la casa de Gardel no tuvo teléfono. Hasta 1933 –la había comprado en 1927 y era un prostíbulo-, dos años antes de morir, cuando lo instalaron con el número 47Cuyo4577 –en la época se decía el número acompañado del nombre de la central telefónica que en este caso era “Cuyo”-. Así lo rastreó Guadalupe Aballe, investigadora, a quien se le reconoce haber ubicado la escuela donde asistió el ídolo por 1899.
Por la tarde, en el patio, Gardel volvía al mate: su perro siempre al lado. De la vitrola emergía la voz del propietario a través de la colección completa de sus discos y Berta sonreía, aprobando.
Ese rato vespertino era el paréntesis que hacía el “Morocho del Abasto” a la preparación de su repertorio: en el piano ubicado en la primera pieza de la casa, contra la pared del frente de la vivienda. En ese rato, Berta aprovechaba para hacer saber a su hijo que no le gustaba Isabel del Valle como novia: tenía quince años y Gardel casi treinta… Después ella se casó y se fue al Uruguay.
Pero más allá de Irusta, los Gardel recibían pocas visitas en la casa de Jean Jaurés que había costado 50 mil pesos: a Carlos “le gustaba estar con gente pero a esa casa sólo llevaba los más cercanos”. Lo hacía por Berta, ella era de estar sola." recordó “Chichita” Razzano, hija de José, el otro integrante del famoso dúo junto al “Zorzal”. Fueron de los pocos que compartieron la vida cotidiana de los Gardel. Mateaban en el patio de la casa, junto a Fortunato Muñiz y Anais Beaux, pareja que el cantor llevó a vivir a la casa “como agradecimiento por lo que hicieron por ellos cuando llegaron de Francia” contó “Chichita”.
Gardel, a la nochecita, dejaba a Berta para ir a cumplir con su oficio de cantor y, cada vez que había tiempo, entraba a reunirse con sus amigos en el café “O'Rondeman” de Agüero y Humahuaca.
Después de la muerte de Gardel, hoy hace 75 años, Berta siguió viviendo en la casa y mantuvo el cuarto de su hijo tal como él lo había dejado. Al morir Berta, un baúl con todas sus pertenencias fue a parar a la Casa del Teatro, el resto se vendió o se repartió entre amigos.
Hoy, esa casa es el Museo de Carlos Gardel, donado por el empresario Eduardo Eurnekian que, tras comprarla cuando funcionaba como tanguería, la donó a la Ciudad de Buenos Aires en el año 2000 para que fuese convertida en un recuerdo permanente del ídolo. El museo se abrió en marzo de 2003.
Fue una historia de día común en la vida de un ícono la porteñidad, Carlos Gardel. Como se vió, sin lujos y sin brillos. ¡Hasta siempre Carlitos!