“Todo me importa un bledo”, advierte ella, que nunca estudió canto. Ella, que recuerda más que otras cosas los gritos de “yegua” y “puta” en la inesperada, más que exitosa noche del 16 de noviembre de 1969, cuando con Piazzola estrenaron “Balada para un loco”. Que también recuerda a su madre en la butaca del Luna Park esa noche, temblando oyendo los insultos”. Amelita Baltar dice que fue un éxito extraño el de esta Balada. “Piazzolla lo detestaba. Él lo consideraba un tema menor pero le abrió puertas en todos lados”.
“Escucháme: ¿no voy a decir que Piazzolla era un groncho que usaba esas guayaberas con frunces como Troilo? Se las hice quemar por la persona que trabajaba en casa. Le hice comprar el primer traje de pana marrón, en Via Fratello, en Roma... Lo convertí en un tipo fino. A él igual no le importaba nada. Era un egocéntrico, un tano bravo que se creía único. Y tenía razón. Era un genio. Un genio. En Europa están locos: lo comparan con Mozart”.
Hoy a Amelita Baltar todo le importa un bledo. Cuenta que se hizo cristiana bautista “como Luther King” hace 17 años. Recomienda la Biblia y habla del placer que le da tomar sol en su terracita y a la noche “tomar un vino con gente amiga. Soy muy indisciplinada y muy ociosa. Ocio y fiaca. Mi deporte preferido es no hacer un carajo… Me levanto a la mañana, me hago una tostada, jugo de naranja con semillas de lino. Todo muy sano, salvo el malbec. Ya no tomo whisky ni bebidas fuertes.
Pero no todo le importa un bledo: cada vez que surge el apellido Piazzolla el clima se hace opresivo. Amelita ingresa en un trance que alterna el rencor, la admiración y el privilegio de haber estado con ese hombre.
Egle Martin optó por su marido y entoneces Astor Piazzolla halló la voz de María, la de Buenos Aires, en Amelita Baltar, la famosa noche de la peña folclórica en que la oyó cantar y dijo a quién lo había llevado “qué gambas” por toda descripción. Diría, tiempo después, cuando ya se habían separado: “El amor es ciego... y sordo”.
Acota Amelita: “Sin una mina al lado, Piazzolla no podía ni sonarse los mocos. Después de ese show me lo presentaron..., yo no tenía ni idea quién era. No me gustaba... para mí era un viejo”.
“A mí no me gustaba Piazzolla como hombre. El período previo a que empezáramos a salir no fue de seducción, fue de persecución. Yo ya era la cantante de María de Buenos Aires. Hubo una etapa en que iba a ensayar a su casa, al piano. El vivía en Libertador y Ayacucho y yo en Arenales y Juncal. Me invitaba a todos lados: ‘Me regalaron entradas para el teatro ¿no me acompañás? No quiero ir solo’. Eran buenos programas, un teatro, un concierto, un cóctel en una embajada. Yo iba. Pero no quería saber nada: estaba saliendo con un chico más pendex que yo y lindo como un sol. Un día en el que seguro me tomé un whiskicito de más, aflojé... Estuvimos en total casi ocho años. No fue el amor de mi vida, pero sí el hombre de mi vida. La pasamos bien, mal, pésimo. En el ‘71 fuimos muy felices. El Mozarteum Argentino le dio una beca para que compusiera una obra en París. Vivíamos al lado del Sena, en frente de la Cité des Artes. Era la primera vez que yo iba a París. Ferrer llegó a los veinte días. Ahí escribieron El pueblo joven. Después, se empezó a pudrir.”
En Roma, a principios del ‘73, ya estaba todo mal. Primero Piazzolla empezó una gira que lo trajo a la Argentina, a la cual no me llevó. Armó el noneto y al toque le dio un infarto. Yo justo había venido a Buenos Aires. Estábamos en la cama y me despertó a las cinco y media. Transpiraba. “Me pasa un tren por el pecho”, me dijo. en el Bazterrica. Estuvo internado quince días. Había sido un infartazo. Dejó de fumar...
Ahí estábamos mal pero, de alguna manera, unidos. El tema del embarazo fue sí, el final. A pesar de que estuvimos juntos un tiempo más, eso para mí fue definitivo. Nunca conté esto.
Antes del infarto, yo estaba de dos meses. Fue de casualidad, yo me cuidaba. Piazzolla me torturó mal: “¡andate y ponele Baltar. No lo quiero!” Yo fui muy idiota, endría que haber hecho dos valijas, agarrar a mi hijo y venirme a la casa de mi madre. Nunca lo perdoné. Cuando él estaba en Roma me llamaba todos los días a las cinco y media de la mañana. Decí que llamaba a esa hora, porque si llamaba antes no me encontraba. Salía todas las noches. A Mau Mau, Le Clac, en grupetes, para divertirme, para olvidar.
La separación fue en el ‘75. Estábamos en Roma, él se iba a tocar con Gerry Mulligan y yo me quedaba sola. Me quedaba en casa, salía con mi perrito a pasear, me iba a charlar con la Ornella Vanoni... En 1975 me volví. Yo me acuerdo, nos separamos el 27 de mayo, porque el 28 cumplía años mi hijo y él no me dejaba venir a verlo. En fin, después llamó, que quería volver conmigo. Jodió tanto, tanto... Decía que se quería casar. Me regaló un anillito de Pontevecchio de plata y qué sé yo. Se fue a Brasil, y en los quince días que no estuvo conocí a Ronnie Scally en un asado, uno de los grandes modelos de la época. Yo me remetí con Ronnie, y cuando Piazzolla volvió de la gira le conté que había conocido a un tipo. ‘No te voy a perdonar’”, me dijo.
Fuente: nota de Mariano del Mazo para el diario Pagina 12.