Concierto en gigantesco anfiteatro europeo a cargo de gran orquesta, no menos de setenta músicos –cuatro contrabajos-. El director: André Rieu, un violinista holandés que va por el mundo y pone la música clásica al alcance de la gente común. Si es comercial o no lo que hace, lo dirán los entendidos. Pero que convoca gente… convoca y mucha.
De pronto ingresó al escenario un veterano con funyi blanco y empuñando su bandoneón. Más pinta de porteño difícil. Es Carlos Buono, director musical de los grandes espectáculos tangueros porteños, autor, compositor, un total don Carlos. Encima simpático, cancherito, entrador con sus gestos, sabe estar frente al público y sabe cumplir el papel que le piden. Junto a Rieu los dos al frente de la orquesta, arranca Buono con los primeros compases de Adiós Nonino, después lo sigue toda la orquesta. Durante la interpretación la gente llora, demasiados para ser todos argentinos en ese lugar… Gente que levanta los brazos como agradeciendo lo que escucha…
Algo pasa con el tango… y pasa afuera de la Argentina… ¿Por qué pasa allá y no acá? Por qué deciden hacer la plancha sólo con la organización del Mundial de tango de agosto y después de lograr que el género fuera declarado Patrimonio de la Humanidad…
Uno de los motivos de que reaccionen por ahí lo explica un morochón de ojos negros y pelo largo y recogido. Flaco y alto. Es Pedro Benavente, “el Indio”, organizador de una de las milongas más porteñas de la ciudad: la que se arma en el corazón de San Telmo, la Plaza Dorrego, los domingos al caer la noche.
Bailó en casas de tango como el El Viejo Almacén con Muni, el hijo de Edmundo Rivero. En algún momento sintió que al bailar le faltaba el clima del barrio. “Podés bailar en cualquier parte. Conseguite compañera. Yo preparo mate y torta frita y vamos a una plaza” le dijo la ¡abuela…! Con Florencia Menéndez, artista que pinta tango terminaron en el "Citrotango" que los llevaba a la feria de artesanos de la plaza de Lomas de Zamora. Él, la abuela con el mate y Florencia. La plaza se llenó.
Hasta que conoció San Telmo y su Plaza Dorrego: "a mí San Telmo me dio no sólo trabajo, me dio identidad. El tango abre puertas” sostiene "El Indio".
Y explica por qué desaprovechamos la movida tanguera en, Buenos Aires, la ciudad de origen del género: “los porteños tenemos cosas que seducen, enamoran y son moneda acuñada con nuestra esencia recorriendo el mundo. Una moneda que en el Banco Mundial del Sentimiento cotiza más fuerte que el dólar. No se le acerca ni el euro. El abrazo es materia prima del criollaje. Se cultiva en esta pampa de cemento gris. De poesía y tango. Además tiene el valor agregado de la industria del talento. Y eso nos hace dueños de un patrimonio gigantesco que ni siquiera somos capaces de verlo en su dimensión verdadera”.
Agrega otra sentencia: "los turistas se admiran de nuestra predisposición a compartir. A ellos les cuesta el abrazo y para nosotros es lo corriente. Por eso acá el tango es otra cosa. Ellos se llevan la música, pero la cultura no. La cultura nuestra no cabe en una valija. Ojalá pudieran llevarla para difundir como quien lleva fotos para mostrar, pero no. Eso es algo que nos pertenece y solo se vive estando acá. El turista viene a buscar eso, a vivirlo y disfrutarlo incluso sin saber lo que dicen las letras de las canciones".
¿Por qué pasa lo tanguero allá y no acá? Después de leer esto, serían convenientes las respuestas... y las acciones.
Foto: el maestro Carlos Buono.
Difundido en la última emisión del ciclo radial de "Tomás Buenos Aires", los sábados de 17 a 19 por la AM 830 Radio Del Pueblo.