El primer hombre negro que llegó a América fue explorador y no esclavo: Alfonso Prieto, piloto de la Pinta con Pinzón y Colón, apuntó Marcos de Estrada en su estudio “Argentinos de origen africano” que editó Eudeba en 1979.
En 1693 ya hay referencia a la esclavitud en el Río de la Plata, aunque la oleada de esclavos llegados a estas cosas a fines de los 1800 es conmovedora por su número. Las cifras no son de confiar: un dato dice que en 1744 la proporción de negros respecto del total de la población de Buenos Aires, era del 14% (1.701 negros, mulatos y zambos), porcentaje que llegó al 29,6% en 1810 con un total de 11.837. El censo municipal de 1887 precisó que entonces existían 8.005 negros y mulatos en la ciudad de Buenos Aires, sobre 430 mil habitantes.
La sangre negra influyó en el desarrollo de la comunidad porteña y nutrió las filas militares de las guerras emancipadoras. Pagaron alto su precio de pertenencia a Buenos Aires. También es innegable su presencia en algunos patrones culturales de ambas márgenes del Plata: el malambo y la milonga –términos de raíz africana-, muestran características inequívocas de su origen.
Acerca de la génesis del tango criollo, su nombre vendría de tangó o de tambor con sonoridad africana. La etimología del vocablo también identifica un baile negro, pero la gestación del tango criollo responde a características propias rioplatenses.
Los nombres de los primeros músicos del tango criollo se perdieron en la memoria del tiempo; otros perduran sin demasiada certidumbre sobre su existencia (el negro Casimiro, por ejemplo). Pero al mismo tiempo hubo músicos y compositores destacados cuyas obras anunciaron la estampida musical que llegó décadas más tarde.
Académico
Entre ellos Carlos Posadas, violinista, pianista, guitarrista, compositor y director. Negro salido de una familia de músicos con sólida formación académica, abrió el espectro de evolución del género con Agustín Bardi y José Martínez, entre otros. Ya en sus primeras composiciones, El Toto, El Taita, El Calote, asoma el estilo musical que definió a sus obras más recordadas: El Jagüel y El Retirao.
Carlos Posadas nació acá el 2 de diciembre de 1874 y murió a los 44 años el 12 de noviembre de 1918, hijo de Manuel Posadas, periodista argentino de origen africano.
Se casó con Mercedes Sumiza y tuvo siete hijos. Como violinista fue en 1917 el concertino del teatro Avenida que interpretaba mayormente operetas y zarzuelas. Como guitarrista –un eximio ejecutante por designio paterno- trabajó en el Teatro Opera en la famosa compañía de Madame Rassimi. Según Ulyses Petit de Murat, Posadas tocó en lo de Hansen y amenizaba las farras en lo de Laura.
Su obra fue precursora de esos tangos que brotan del paisaje campero. En la línea creativa que tuvo ilustres continuadores en Bardi, Martínez, Firpo, Filiberto y, en nuestros días, Horacio Salgán.
No resulta fácil compendiar la obra que dejó Carlos Posadas. Algunas composiciones figuran en los registros de la Biblioteca Nacional; otras surgen de las partituras y de las etiquetas de las primeras grabaciones; algunas más aparecen en la memoria de sus contemporáneos en distintos reportajes.
Lo innegable es que, en los días fundacionales, hubo mucho negro y pardo replicando tangos. Son pocos los nombres que trascendieron con significación. De todos Carlos Posadas fue el único que produjo una obra tan original, criolla y antológica.