“Era uno de esos personajes del tango: tenía en la cara la palidez de los músicos de cabaret y unas ojeras enormes. No le gustaba la música clásica ni el jazz, pero tocando el piano era algo supremo. Tenía unas manos hermosas como no he visto en otro pianista”. ¿Quién opinó así de Orlando Goñi, también conocido como "el pianista de Troilo?, un duro, un hosco al hablar de otros músicos: Astor Piazzola.
Orlando Cayetano Goñi nació cerca del mercado Spinetto el 20 de enero de 1914 y con apenas 31 años murió en la casa de un amigo, en Montevideo, el 5 de febrero de 1945. Las noches largas, el alcohol y las drogas consumieron apuradamente su vida. Y privaron temprano al tango de un músico especial, de un pianista que podía cargarse una orquesta al hombro y todavía improvisar genialmente.
Para los críticos, el piano de Goñi se identificó por su fraseo de fuerte rítmica que patentó a su nombre, a lo que sumaba la influencia decariana al abordar con brotes del sentimiento o "mugre" tanguera el desarrollo melódico.
Tocó con Miguel Caló, Ciriaco Ortiz y Cayetano Puglisi, Francisco Canaro. Manuel Buzón, director, lo presentó a Troilo: más de seis años estuvo Goñi con el gordo desde 1937 y grabaron juntos setenta y una piezas: Piazzolla, sentenció: “su forma de tocar el piano marcó el sonido de la primera orquesta de Troilo”.
Los que lo vieron hablan de un músico exótico. Manuel Adet precisa: “se sentaba en el piano como si estuviera en la mesa del café, no usaba los pedales, apenas prestaba atención al pentagrama; su genio era la improvisación”. Otros referencian que Goñi fue un creador despreocupado de los formalismos; parecía que una mano pedía permiso a la otra para darle al blanco y negro del teclado, pero… ¡cómo hacía sonar el piano y cómo metía ritmo!
Horacio Ferrer dijo: “sería injusto para la valoración de otros ejecutantes afirmar que fue el mejor pianista del género, pero sería también muy difícil afirmar lo contrario”.
En el mítico Marabú de la calle Maipú al 300, Troilo y Goñi tapizaron sus paredes de ensoñadoras versiones de “Cuando tallan los recuerdos”, “Farolito de papel”, “Uno” y “Corazón no le hagas caso”.
Así como informal para tocar el piano, fue lo mismo para vivir… y Piazzolla con frecuencia debía cubrirlo al piano en las actuaciones. Los excesos de Goñi se traducían en impuntualidades, ausencias, faltas profesionales y descuidos propias de la vida bohemia. Demasiado hasta para Troilo, un nochero de siempre y antes que nada.
El gordo, cansado de los incumplimientos y las faltas de respeto a la profesión y a sus compañeros, una noche se corrió ladeado por un escribano al Café Germinal de Corrientes 942 para poner en evidencia a un Goñi que, en lugar de estar frente al piano de su orquesta, no podía ocultar que era incapaz de digitar su vida. El acta del escribano fue el percutor que usó el gordo Troilo rajarlo de la orquesta. El piano fue confiado a José Basso.
Hugo Baralis hijo, violinista de la misma orquesta, esa misma noche se equivocó de momento: "che, Goñi, cuando sepas que vas a faltar, avisame, así aprovecho la noche". Una tarde recibió el aviso: Goñi iba a pegar el faltazo, y Hugo se decidió a pasar una noche distinta. Fue la noche del escribano con el que Troilo piantó a Orlando Goñi y, embalado, también lo echó a Baralis.
Alfredo Gobbi compuso cuatro años después de la muerte de su amigo pianista el tango “Orlando Goñi”, muy sentido, salido de las entrañas podría decirse, que grabó y que también interpretaron Troilo y Osvaldo Pugliese. Orlando Goñi, una vida entre la música y la noche. Que es casi lo mismo que decir una vida de tango.