Para quilombo. Pero Tomás, de nacional y popular que es, pero en serio, pone el pecho y se vuelve a meter en la menesunda y espera que sus compadres y compadras digan lo que sientan sobre la cosa, que no es fácil. Es para quilombo.
La menesunda, que en lunfa bate “lío”. Durante un acto hace tres o cuatro años en el “Salón de los Angelitos” de la Academia Nacional del Tango, un varonazo de mediana edad pidió voz para definir al tango como “lo que se puede cantar, silbar o bailar, o las tres cosas juntas”.
En el otro extremo de las opiniones Astor Piazzola, bocho musical, ni se ponía colorado cada vez que afirmaba “detestar al baile de tango” mientras componía piezas “para escuchar” y un restito para ser cantado.
En el medio conviven –o no para las ópticas inflexibles- infinidad de expresiones tangueras que se ponen la camiseta de lo tradicional o la vanguardia. Entre innumerables posturas, hay quienes sostienen que “cuando el tango baja de la cabeza a los pies pierde jerarquía” en tácita crítica al tango bailable, aunque esta frase no resiste la historia que registra un doble rescate del género por el baile: allá por 1910 y en los ´80.
La actualidad puede mostrar una frondosa grilla de creadores jóvenes, en no pocos casos incluso más dotados técnicamente que muchos de los grandes de los años ´40, y que hablan de potencialidad de futuro del tango. De vuelta te lo tira postamente Tomás: no son pocos.
La creación de hoy sigue deslumbrada mayoritariamente por la vertiente piazzoliana y apunta al tango para escuchar. En varias de sus versiones el mismo Piazzola queda rezagado en cuanto a vanguardismo.
En esta movida de la vanguardia tanguera lo urbano se identifica, se escucha: Buenos Aires del siglo XXI está presente inequívocamente en el fraseo de muchos autores de hoy. Su melodía es intrincada y con frecuencia el ritmo irregular, como el latido de la ciudad de esta época. Es buena música dura de silbar y de bailar.
Esta es la menesunda: ¿qué hay de una grieta entre la composición tanguera hasta los cincuenta y pico y la que le siguió desde los ´70 hasta hoy? Que cada uno chamuye lo suyo. Pero no es lo importante. Antes de 1930 Juan Carlos Cobián y Julio De Caro impulsaron la “Guardia Nueva” del tango pero nada se perdió de lo anterior que se sumó al repertorio del género.
Se opine lo que se quiera sobre la menesunda, sobre un corte en la composición tanguera, encerrarse en plantar una definición es recortar la potencialidad del tango que, hay que decirlo otra vez, ¡araca! es una música que identifica al país en todo el mundo.
A Tomás se le canta que el futuro del género no pasa por perder repertorios, por serruchar posibilidades. En cambio una argentinidad bien entendida reclama amplitud para comprender, para estar abierto tanto al tango que se puede “cantar, silbar y bailar” y al tango que le canta a la ciudad de hoy que transitan viejos y jóvenes con semáforo y sin farol y asfaltada y sin adoquín.
No a los recortes artísticos, el tango como música nacional merece composiciones en clave de hoy, intrincadas, irregulares, agitadas, y también las composiciones en clave de interpretar esa necesidad de todos los hombres –viejos y jóvenes- de emocionarse con una melodía y musicalidad ensoñadoras que se puedan cantar, silbar y bailar.