El sábado a la tarde subió al 57 en Once y se regaló una flor de siesta hasta llegar a Luján. Desde la terminal pateó la ancha avenida que lleva a la Basílica para arrodillarse frente a la Virgencita. ¡Tanto tiempo sin hacerlo! Tomás pidió por los suyos, que no son muchos, y pidió por él que la rema solari. Esta vez quedó rato largo reclinado: la Virgen tenía un montón para perdonarle… El momento lo estremeció hasta humedecerle los ojos… Se sintió bien después del rezo frente a la mirada clara de la Virgen...
Pero tenía algo más que decir por lo que necesitaría un perdón más. Chiquitito…pero perdón al fin.
“Sabés –empezó- vine a verte y a pedirte a vos Virgencita por mis cosas… sé que me escuchaste y me escuchás, pero… también vine a una milonga de tango de la que me hablaron en la Capi… así que quiero quedarme a bailar un ratito nomás en un lugar y con gente que no es la de allá.
¿Vos me la perdonás esta también no? –siguió Tomás- Sé que sos lo más y recontra suficiente motivo para venir, también que para vos y todos los de sotana bailar el tango es medio malevo, como este coso que te habla Virgencita…, pero tampoco es malo y es la música nuestra… vos sabés…, es la música que identifica a Buenos Aires… Así que… ¿no te enojás no? ¿Me dejás?... –le suplicó a la imagen con una sonrisa de gilún- Gracias Virgencita, te la juro que de la milonga derechito a la terminal para volver a casa. Gracias y en el nombre del Padre, del Hijo y…-.
Tomás, liberado bastante de sus culpas, más livianito en la sesera, sale por el costado de la Basílica que ya había cerrado sus puertas y se va a tomar un café con leche a uno de los bares lujaneros. A esperar hasta las nueve de la noche cuando abre las puertas la milonga de Luján… Le chamuyaron que era en un club de la calle Almirante Brown, a un par de cuadras nomás… Así que hizo el resto del tiempo caminando por la ciudad, compró alguna chuchería y encaró para la milonga… "Te va a sorprender Tomás, es linda milonga" lo habían anoticiado unos porteños chamuyantes.
Está, ya en la calle se escuchan los tangos… es lo de Tomás que se apresura a meterse mezclado entre los otros concurrentes. “Milonga Luján es tango” dice el gran cartel que del piso llega casi al techo del pasillo de entrada… Una morocha polenta lo recibe y, carita nueva al fin, le da la bienvenida y franquea el paso. Atrás de ella un canoso con pinta milonguera lo lleva hasta la mesa…, son los organizadores. Tomás llegó a la milonga de Luján… (Continuará)
Ilustración: Mirta Romano, artísta y profesora de plástica.
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Próximamente: Tomás, el Buenos Aires, llega a vos como un porteñito... agrandado. Esperalo... ¡vale la pena!