Cabaret que nació excitante desde su nombre. El “Marabú” es un ave exótica africana que entrega unas plumas muy especiales: se usaban para vestir a las bailarinas y confeccionar las estolas femeninas con sello charlestoniano, que embelesaron a las papusas del tango de la época.
Con su nombre gringo sin embargo fue tan porteño que abrió sus puertas en Maipú 359, el mismo año que se inauguró el Obelisco, 1935. Por décadas acariciaría con buen tango y jazz a la noche de la ciudad. Allí debutó Troilo, brilló Di Sarli y pasaron D´Arienzo, D´Agostino-Vargas y otras primerísimas orquestas del 2x4.
Con historias de besos de una noche y amores duraderos –los menos-, envueltas en buenos empilches y buenos tragos, cerró en 1965 y volvió a abrir por poco tiempo presentando a Pugliese y su orquesta.
El Marabú, sinónimo de tango en Buenos Aires, tradujo su estirpe al nombre de “Maracaibo” hace pocos años, cuando Jorge Di Capua lo rescató en el mismo lugar para recordar que fue un símbolo de la época de oro del tango.
-Fotografía: Troilo con Roberto Goyeneche actuando en el Marabú-
Fundado por el galaico Jorge Salas, Cátulo Castillo opinaba que el "Marabú" era a Buenos Aires lo que el "Moulin Rouge" a París. Por ahí andaba la cosa, como que por sus mesas -rigurosamente reservadas- pasaron, Enrique Santos Discépolo, Homero Manzi y Enrique Cadícamo, entre otras grandes almas poéticas de la noche porteña. Sólo empardaría su altura tanguera el “Chantecler” de la calle Paraná al 400.
En la entrada un portero con levita y gorra recibía a los nocheros porteños, mientras un cartel avisaba: “Todo el mundo al Marabú/la boite de más alto rango/donde “Pichuco” y su orquesta/harán bailar buenos tangos”.
Sótano de copas caras y entradas no baratas con una consumición incluida, el Marabú proponía además de su gran pista de baile, las actuaciones de las grandes orquestas de tango y jazz y, a la medianoche, el lujo y glamour de la varieté a cargo de bailarinas pulposas, apenas tapadas por deslumbrantes y mínimas –para la época- mallas de baile.
Aníbal Troilo debutó con su Orquesta Típica el 1° de julio de 1937 con la voz de Francisco Florentino y también fue el local en el que Astor Piazzola formó por primera vez en la fila de bandoneones de “Pichuco”. No fue todo: para la anécdota Troilo, como fana de la banda roja que era, se trajo a los jugadores de Ríver a festejar el campeonato de 1947 en el Marabú. José Manuel “el Charro” Moreno, el quinto mejor jugador latinoamericano de fútbol de la historia, acompañó esa noche en el micrófono a Fiorentino.
Pero como se dijo antes el Marabú fue excitante, glamoroso ante todo. No sólo por la seducción de sus bailarinas, sino por ser lugar habilitado para las “coperas” que acompañaban en el cabaret la noche de los hombres solos. Seguramente seleccionadas entre muchas mujeres enfocando su presencia, todas llegaban emperifolladas de “soirée” con obligatorios vestidos de satén y adornadas con las estolas de plumas de colores. Una paquetería.
Noches de hombres y mujeres, no faltaron historias de amor en el Marabú aunque no trascendieron ese mundillo o se perdieron entre la bruma del alcohol, el tabaco y el tiempo. Incluso alguna, muy muy triste, tuvo como protagonistas a un mozo y una de las coperas, pero eso queda para otra vez.
El "Marabú" cerró varias veces. La primera en 1962 y hasta 1975. Reabierto ese año volvió a ser un centro de atracción nocturna y tanguera, por donde pasaron otra vez las buenas orquestas entre las que se destacó la del maestro Osvaldo Pugliese. Volvió a cerrar en la década del ´80 y hace pocos años las puertas de Maipú 359 son abiertas para el tango y, los fines de semana, todos los ritmos.
En 1996 se lo declaró Sitio de Interés Cultural, lo que le valió una placa en su fachada que dice: "Aquí funcionó desde fines de la década del '30 hasta fines de la década del '80, el famoso local de baile y canto de tango Marabú".
El mítico Marabú de los grandes nombres del tango revive hoy con el Maracaibo por nombre. Igual, sus paredes guardan como frisos los secretos de un lugar único de la noche porteña en tiempos que la alegría hecha chamuyo y baile eran envueltas por rezongos de bandoneones, los tragos fuertes y los amores de una noche.
-Fotografía: "Pichuco" con Carlos Di Sarli y Zita Troilo en el Marabú-