El baile de tango es el protagonista sin época de los auges y supervivencia del género. En 1911 y los años que le siguieron, en 1937 y subsiguientes y de nuevo desde la década de 1980, con su danza traspasó las fronteras musicales y geográficas de la Argentina para convertirse en un fenómeno que embelesa y sensualiza a casi todo el mundo. Hoy mismo, centenares de gringos visitan el país año a año exclusivamente para milonguear.
¿Por qué el baile de tango es protagonista sin época del género? Porque su abrazo, su despliegue de destreza y su erotismo son los que centralmente convocan desde los orígenes a las miradas, las fantasías y las ganas de morder ese anzuelo del amor insinuado en unos movimientos de baile, que trasciende tiempos y generaciones.
Único ejemplo de danza creada antes que su música, sus pasos dejan marcados momentos de cambios en su evolución, que perfeccionaron y jerarquizaron la danza. Elemental en los cafetines del arrabal donde nació, se convirtió en un alarde de técnica bailado en los pitucos salones de todo el mundo. Aquí, clickeando el "Leer más", tenés su evolución y encanto.
La evolución
Quedaría en una pretensión fijar cuándo se bailó por primera vez tango en Buenos Aires. Sin documentarlo, se habla de mil ochocientos sesenta y pico. Lo cierto es que antes de 1890 se dibujaba en las calles de tierra arrabaleras con fondos de habanera y valseados, a los que aquellos taitas del suburbio intervenían con elementales figuras de baile que creaban con el sello de la compadrada. Fueron con pasos de danza nacidos antes que la música propia, el tango, milonga y vals criollos.
Es entre 1890 y 1920 cuando el tango adquiere la identidad porteña. Ni el género, ni su ciudad la perderían: a partir de ahí uno y otro se identificarían mutuamente hasta hoy. Aparecen la medialuna y los ochos como primeros pasos o figuras de baile tomados como tales, es decir movimientos repetidos, reconocidos y copiados por los bailarines que los perfeccionan en su ejecución. No faltan quienes se animan al baile cabeza con cabeza como lo más de los compadritos y la leyenda anoticia que, joven, “El Cachafaz” toma a la mujer de las uñas en las exhibiciones.
1920-1940 Los movimientos suben al torso y se instala como premisa no saltar al bailar: la danza gana en estética, técnica y, de ello, jerarquía para la pareja. Todavía son pocas las figuras pero eso poco afecta al interés por el baile. Es que primerea la búsqueda de prestancia de los bailarines, su elegancia para construir la estampa tanguera de la pareja. Se adjudica al hombre el mayor peso en la búsqueda de la elegancia y para ellos es motivo de preocupación: bailarín que no es elegante se lo bautiza de “cocoliche”.
1940-1950 Nacen los estilos: del Centro, del Abasto, de Villa Urquiza. Muchos bailarines adoptarán su pertenencia a ellos y celebrarán a quienes los representan. En la técnica aparecen los ganchos con timidez que va desapareciendo: es que las polleras empiezan a acortarse y permiten la invasión. Avanza la presencia del hombre con su mujer en el armado de la pareja de baile. La danza comienza a cambiar y ya no sorprende la práctica con coreografías. Se suman figuras enriqueciendo los desplazamientos. Se desata la polémica entre los bailarines que se adaptan los nuevos pasos y aquellos que los rechazan por considerar que la pareja pierde elegancia con los nuevos modos. Paralelamente, es en esta época que el tango escala en lo social y es aceptado como la música de la ciudad en todas las capas ciudadanas. Sus reductos también ganan en elegancia y los bailarines de tango ya son reconocidos en su actividad.
1950 en adelante: furor de los clubes. Eduardo Arquimbau contó que se reunían tres mil personas en los bailes del club Huracán de Parque Patricios. Bailaban en cuatro pistas y con cuatro orquestas. Comunicaciones y Atlanta fueron otros ejemplos. Los clubes de barrio abrían las puertas los sábados a la noche para recibir al tango-baile.
1960-1980 El tango cae en un prolongado declive de popularidad. La “nueva ola” y los ritmos foráneos copan los mercados a través de los medios y discográficas, las orquestas se achican y son pocas las que tienen la capacidad de sobrevivir en el aguante.
1980 Vuelve a florecer el género con la llegada de “Tango Argentino” y su propuesta basada fundamentalmente en el baile que seduce a Estados Unidos y Europa. Su éxito en esas plazas rebota a Buenos Aires que se siembra de milongas. Todavía se está en eso. Con este suceso cambia la postura de la pareja de baile que pasa a ser muy armada para poder abrir y cerrar el abrazo. Las figuras son muchas, la técnica se jerarquiza y los estilos propios se diluyen.
La evolución de la danza del tango lleva como ciento cincuenta años; cambió mucho y bien. Aunque antes, ahora y siempre, un buen baile de tango se califica por la elegancia, la pisada a compás, la estampa tanguera y la capacidad de sentimiento.