Los timbos alcanzan en la milonga un protagonismo difícil de igualar en otros ambientes. No es lo mismo el con o sin ellos una vez que se cruza el umbral del salón de baile.
Por empezar, el mujeraje y la mersa varona coinciden en que una mujer sin zapatos de taco en el tango pierde puntos fieramente. Sigue el acuerdo en que también hay berretines entre las minas por alcanzar el podio en esto de tripular los timbos más lindos de la noche. Es posta que toda esta raza de zapatos de chuchis derrama, en sus diseños y colores, belleza y sensualidad. Tanto que hasta merecen un capítulo aparte. Por ahora, que esperen.
En cambio, puede decirse que los timbos de tango para hombre pierden por varios cuerpos contra los de las minonas en cuanto a realzar pintas. Sólo se reserva a estos zapatos de varón lo que es sabido por todos: son decidores de la personalidad del que los calza y chamuyadores de cartel milonguero. Hasta ahí.
No obstante este bajo perfil, por lo que se conoce, son los timbos de los milongueros los que tienen más historia.
Cuentan los que dicen saber que en los años 20 y 30 nada más paquete, nada más de dandy en la milonga, que portar zapatos de cabretilla charolada “Sterling”, con caña de gamuza gris y taco militar… Fue lo más este estilo o modelo, que con distintos colores gastaban los muchachos de familias bien y pendencieros mal, al que buscaban estirarse con rejunte de sacrificios los empleados y obreros. No muchos lo conseguían.
Con el paso de los años los fanguyos de tango de varón ganaron en modelos y colores, aunque casi sin alternativas en cuanto a texturas y formas: o de cuero o de gamuza o del mismo charol, taco francés o taco bajo. Este corto listado no excluye, sin embargo, los exóticos, por decirlo de alguna forma: no es difícil lechuzear en las pistas modelos de mersería, sí con “s”, de mersa.
Pero la historia no se agota acá en cuestión de timbos milongueros de varón. Y más postamente no se agota si sos mina. Abajo, elegante papirusa, te despacho una especie de código que se confiaban las mujeres curtidas de la época de oro del tango: “juná los timbos de los tipos” avisaban a las nuevitas. ¿Para qué? preguntaban ellas… Ahora vos también lo preguntás ¿no pibita? Acá va la papa:
1 – No salir a bailar si el coso no estaba “bien calzado”. La madre o las milongueras veteranas las adoctrinaban en esto: “o el tipo calza buenos timbos o dos cosas: no sabe bailar o es un tirado”.
2 – Cuidarse de los subidos a zapatos de charol: era el modelo más usado entre los “gigoló” y los cafiolos, acusaban las lenguas afiladas de las matronas.
3 – Y che papusa oí y andá a la pesca de: los hombres calzados con fanguyos de gamuza. Las veteranas los marcaban como… los menos verseros…
Se deja constancia ante el malevaje que Tomás, el Buenos Aires, no tiene fábrica de zapatos de gamuza…, aunque usa…
Sí che, se sabe que los timbos alcanzan en la milonga un protagonismo difícil de igualar en otros ambientes. Tanto que, además de la historia, los zapatos de tango brillan hasta en el chiste milonguero.
Es recontra parlado el que cuenta los años de sacrificio que le costó al milonguero comprar eso que tanto anheló: timbos de charol para llevar al baile. Se le hizo y no hubo fanguyos más brillantes que los del coso en la pista. El cuento dice que en realidad no los usaba para bailar mejor, sino como rebusque para junar a las minas de sotamanga: como varonazo tanguero, él jamás reconocería dónde pispeaba ubicando al cerrar cada pieza su timbo brilloso entre los tobillos de la naifa… Cómo sí en cambio, años después, los cumbieros de “Damas Gratis” lo entonaban de frente manteca: “Se te ve la tangaaaaa…!!!”.
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