"A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires: La juzgo tan eterna como el agua y como el aire."
Jorge Luis Borges en Fundación Mítica de Buenos Aires

Últimos artículos publicados


El fraseo musical del tango

Sentimiento      2023-01-31 21:09:36


¿Qué hace a una música bailable?

Baile de tango      2022-05-10 22:56:13


Del escriba

Sentimiento

Si los dirigentes de la Argentina pusieran su atención en el tango alguna vez, lo prohibirían.

Por revolucionario. Esta cancionística le juega en contra a la idea de país que tienen desde hace un puñado de décadas, basada en el "todo es igual, nada es mejor" cambalachesco y el igualar para abajo. 

Es un género que no promueve el facilismo ni el conformismo, premia y sanciona; macera el sentido de pertenencia a lo argentino, acostumbra a su gente a respetar las leyes y códigos, desdeña el control remoto, aquieta las compulsiones, hace bien al corazón, quita grasas al cuerpo e induce a apreciar lo bello. Una revolución para esta época.

El tango no es fácil: para componer y tocarlo hay que saber música; escribir sus letras es parirlas después de haber aprendido versificación y para saber bailarlo hay que ir a la academia.

Tampoco la va con el conformismo típíco del país de hoy: música, letra y baile tangueros se desvelan por ir a más. Por ser mejor: no mejor que otro, por ser mejor que ellos mismos. Cada vez más mejor, que aunque esté mal dicho, pinta de inmejorable forma la estirpe genuina del tango -estudiar a Canaro, Troilo, D´arienzo, Pugliese y Piazzola, por ejemplo-.

Va a más y a cada vez más mejor propiciando el sentido de pertenencia a lo argentino: el inglés no logró colonizar al género, como sí lo hizo con casi toda la cultura. Por otro lado, el francés adora y admira al tango sinónimo de Argentina, como en casi todos los países. Y elevó muy recientemente al país a la cúspide cultural del mundo cuando la UNESCO lo declaró "Patrimonio Inmaterial de la Humanidad".

Contra lo que se pueda imaginar el gotán, al revés de los que mandan en la Argentina, acostumbra a su gente a ajustarse a las leyes: de la métrica y rimas al letrista; de la melodía para la composición musical; del respeto al espacio del otro en la pista de baile.

Por el respeto a estas leyes no escritas y por la búsqueda de lo bello el tango, también al vesre de lo que se plantea a la gente, premia y sanciona: premia con el reconocimiento de los demás y desdeña al vago, lerdo o conformista: no escribirán, no harán música ni bailarán con los buenos. O tendrán que poner empeño.

No hay lugar para el control remoto en el tango: el sampler –máquina que usan ingenieros para hacer música- no sirve en esta forma cancionística y el baile desconoce los botones o teclas: es pura inventiva e improvisación. Nadie aplaude lo fácil en este género.

Por lo demás, el tango le hace bien al corazón. Exalta la emoción de la vida y quema las grasas del cuerpo al bailarlo, lo que se afirma médicamente.

Finalmente, el tango induce a apreciar lo bello: reclama poesía, melodía en la música y destreza y prestancia en el baile.

Al vesre de lo que ha sido prioritario de inculcar al pueblo por los gobiernos de más de medio siglo: casi nada queda de la cultura del esfuerzo sarmientina. Se optó por aceptar la colonización de lo fácil, el “todo es igual nada es mejor” de “Cambalache” y el desprecio por las leyes. Casi nada.

Sí, el gotán juega en contra de la idea de país que promueven los de arriba desde hace un puñado de décadas.Y un aislado empeño del secretario de Cultura de la ciudad de Buenos Aires, Hernán Lombardi, no alcanza para cambiar estas cosas.

Sí, si alguna vez la dirigencia del país pusiera su atención en el tango, lo prohibiría por revolucionario.

Lo conocí en los ´90 en la Sala de Periodistas de la Casa de Gobierno, todavía sin asimilar el calibre de poeta que extendía su mano para saludarme, como si yo, por mi oficio de escriba, fuera un igual...

Encima, tampoco él contribuía a que uno se diera cuenta de la carga artística que cada centímetro de ese cuerpo flaco rematado en cabellos blancos exudaba: era uno más del grupo en el que se encontrara. Se preocupaba por mostrarse jovial: fueron típicos sus blazer azules como paragolpes contra el paso del tiempo, el “oscuro enemigo que nos roe la sangre” según Baudelaire.

Nada menos que Enrique Cadícamo. Que visitaba la Sala de escribas de la Rosada citado al lugar por Enrique Bugatti, de Clarín, autor de, entre otras letras tangueras, “La Rosada” y “Milonga pal´ presidente”, y nuestro decano, Roberto Di Sandro, con quienes compartió amistad. Allí, en la Sala, o en el sillón triple frente al acceso al recinto hablaban de tango, de letras de tango, de personajes y de anécdotas del tango.

A nada menos que Enrique Cadícamo tuve enfrente dialogando conmigo. Y no llegué a medir en ese momento su estatura de poeta, apabullado por el vértigo de la noticia. Por las urgencias impostergables del trabajo periodístico.

Poco tiempo después moría: el último 3 diciembre anterior a la llegada del año 2000. Como si no hubiera querido dejar atrás el siglo que vivió casi enteramente –nació el 15 de julio del 1900- y en el que dejó su producción letrística para el siempre del tango. Moría, sin darme tiempo a decirle mi admiración. ¡Qué deuda!

Dice José Gobello –en Todotango.com- que Rosendo Luna y Yino Luzzi fueron los seudónimos que usó Enrique Domingo Cadícamo, después de haberse iniciado en la poética con “Canciones grises”, en 1926. Dice ahí: “El Pigall ha quedado desierto y bostezando, / enmudeció la orquesta sus salmos compadrones, / las rameras cansadas se retiran pensando / en sus lechos helados como sus corazones”. Siguieron los poemarios “La luna del bajo fondo” (1940);  “Viento que lleva y trae” (1945); la novela, “Café de camareras” (1969) y “El desconocido Juan Carlos Cobián”  (1972).

Recuerda Gobello que el primer tango de Cadícamo fue “Pompas de jabón”, con música de Roberto Goyheneche -no el cantor-. Fue el primer tango, de una lista de veinte, que le grabó Carlos Gardel y fue también, Cadícamo, el autor del último tango que el “Zorzal” grabó en la Argentina el 6 de noviembre de 1933: “Madame Ivonne”. Al otro día dejó Carlitos dejó por última vez la Argentina embarcando en el Conte Biancamano con destino a Francia.

Siguieron montones de letras de tango, entre ellas joyas como “Che papusa, oí” y “Anclao en París” y “Tres esquinas” que refirió al café llamado así en el cruce de las avenidas Montes de Oca y Osvaldo Cruz, en el barrio de Barracas.

Otros títulos son, casi nada, “Muñeca brava”; “Cruz de palo”; “De todo te olvidas”; “Niebla del Riachuelo”, “Pa’ que bailen los muchachos”, el enorme “Los mareados” y “Garúa”, estos últimos tres, grabados por Aníbal Troilo con la voz de Francisco Fiorentino.

Sí que deuda la mía, estar frente a él y no haber expresado mi admiración al maestro Enrique Cadícamo.

A once años de su deceso, van estas líneas como recuerdo de uno de los poetas del tango que tomó la posta letrística en las alturas de Homero Manzi y Pascual Contursi.

El 11 de diciembre es el Día Nacional del Tango. Gracias a Ben Molar. Que impulsó su instauración en memoria de dos emblemas del género: Carlos Gardel y el director Julio De Caro.

Una noche de 1965 Molar, parado en la esquina del tango, "la que mis amigos Francisco Pracánico y Celedonio Flores hicieron que se llamara Corrientes y Esmeralda...". Iba a la casa de Julio De Caro para festejar su cumpleaños y asoció la fecha de nacimiento de éste con la de Carlos Gardel. Eran las dos grandes vertientes del tango, la voz y la música, y eran los dos grandes creadores nacionales.

Presentó la propuesta al secretario de Cultura de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, Ricardo Freixá, quien le pidió la conformidad de las entidades artísticas. Molar consiguió la de Sadaic, Argentores, Sade, Casa del Teatro, Sindicato Argentino de Músicos, Unión Argentina de Artistas de Variedades, Academia Porteña del Lunfardo, Radio Rivadavia, Fundación Banco Mercantil, La Gardeliana, Asociación Argentina de Actores y Asociación Amigos de la Calle Corrientes.

Tras once años de sufrir la burocracia, Molar amenazó al secretario de Cultura de la Municipalidad de Buenos Aires con una movilización radial, televisiva y gráfica anunciando la organización de un festival monstruo en el Luna Park en apoyo del 'Día del Tango'. Paralelamente, con la Asociación Amigos de la Calle Corrientes le pidió a Tito Lectoure el Luna Park para el 11 de diciembre.

Dos horas del ultimátum se promulgó el decreto pedido por tantos años. Molar recibió la noticia de que había sido firmado el decreto municipal Nº 5830/77 instaurando el día de la música ciudadana.

El 11 de diciembre el festival reunió a los más grandes músicos, orquestas, cantantes, animadores, locutores, periodistas y personalidades vinculadas con el tango. Esa noche, Julio De Caro recibió el aplauso de unas 15 mil personas que cantaron su cumpleaños.

Para Molar no fue suficiente: propuso llevar la cosa a nivel nacional. Por un pedido del secretario de Estado de Cultura de la Nación, Raúl Casal, organizó una despedida tanguera de ese año 1977 en el Teatro Nacional Cervantes. A cambio, Molar le pidió la aprobación del decreto a nivel nacional. En el Cervantes actuaron otra vez los más  grandes intérpretes, orquestas, cantantes y animadores y, además, se dio lectura al decreto Nº 3781/77 del 19 de diciembre de 1977, en el que quedó establecido el 11 de diciembre como el 'Día Nacional del Tango' a escala nacional.

Extractado de la página oficial del Ministerio de Educación de la Nación.

No apta para laburantes. Ni para varonazos comunardos. Milongueros abstenerse. Esta mina se hace valer. Hoy las hay, como las hubo antes, como las hubo siempre. Acá va lo que dice y piensa. También se la puede escuchar...en radio, equipo y emepetres.

 

“Yo quiero un cotorro

que tenga balcones,

cortinas muy largas

de seda crepé...

 

Mirar los bacanes

pasando a montones,

pa' ver si algún reo

me dice: ¡Qué hacé!...

 

Yo quiero un cotorro

con piso encerado,

que tenga alfombrita

para caminar;

sillones de cuero

todo repujado

y un loro atorrante

que sepa cantar... 

 

Yo quiero una cama

que tenga acolchado...

Y quiero una estufa

pa' entrar en calor...

que venga el mucamo

corriendo apurado

y diga: ¡señora!

¡Araca! Está el Ford…”

 

De “La mina del Ford”, tango con letra de Pascual Contursi y letra de Antonio Scatasso. Muy buena versión de Dolores Solá, con “La Chicana”.

De lo mejor del lunfa tanguero o del tango lunfardo: la letra de “Bien pulenta”, un tango que se estrenó en 1950 con letra de Carlos Waiss y música de Juan D´arienzo y Héctor Varela.

 

Versos con métrica de 16 y estribillo con rara medida de 7 sílabas; las palabras en lunfa caen una atrás de la otra con una articulación de significado y musicalidad tan perfecta, que parece una misión imposible pedir al mejor poeta en ejercicio que intente mejorar la composición.

 

Por lo demás, la hechura de los versos rescata inmejorablemente el ambiente de “los muchachos calaveras” que han “jugado sin dar pifia en bulines y carpetas” y que bien conoció el letrista de esta pieza.

 

Aquí va la joyita:

 

“Estoy hecho en el ambiente de muchachos calaveras,

entre guapos y malandras me hice taura pa' tallar,

me he jugado sin dar pifia en bulines y carpetas,

me enseñaron a ser vivo muchos vivos de verdad.

 

No me gustan los boliches que las copas charlan mucho

y entre tragos se deschava lo que nunca se pensó.

Yo conozco tantos hombres que eran vivos y eran duchos

y en la cruz de cuatro copas se comieron un garrón.

 

Yo nunca fui shusheta

de pinta y fulería,

y sé lo que es jugarse

la suerte a una baraja

si tengo un metejón.

Le escapo a ese chamuyo

fulero y confidente

de aquéllos que se sienten

amigos de ocasión.

Yo soy de aquellas horas

que laten dentro 'el pecho,

de minas seguidoras,

de hombres bien derechos

tallando tras cartón.

 

Siempre sé tener conducta por más contra que me busquen,

aunque muchos se embalurden que soy punto pa' currar,

ando chivo con la yuta porque tengo mi rebusque

y me aguanto cualquier copo con las cartas que me dan.

 

No me gusta avivar giles que después se me hacen contra,

acostumbro escuchar mucho, nunca fui conversador.

Y aprendí desde purrete que el que nace calavera

no se tuerce con la mala, ni tampoco es batidor”.

 

Carlos Waiss reflejó en esta y otras letras el ambiente que vivió: la noche, las milongas, el cabaret y los dados. Waiss se codeó, entre otros, con figuras de las letras porteñas como Julián Centeya y fue presentador y glosista de la orquesta de Rodolfo Biagi en el conocido "dancing" Ocean, del bajo porteño.

 

Waiss nació de inmigrantes rusos en Buenos Aires el 2 de octubre de 1909 y aquí murió el 27 de agosto de 1966. Fue el proveedor de potentes letras lunfardas a Juan D´arienzo y Héctor Varela y sus orquestas. Tan buenas como esta aquí reproducida deben listarse los versos brillantes de "Cartón junao"; "Chichipía", "Bandera baja" y la milonga "El raje".

 Waiss, escribió también estas líneas: 

“Llevo el tango en el alma porque es muy mío,
por bravo, por compadre y sentimental,
porque dice de amores, de hambre y de frío,
porque muerde recuerdos y desafíos
como la flor shusheta muerde un ojal”.

Noticias

      2017-08-01 18:45:33  

    De www.diariopopular.com  -  Caminito que el tiempo ha borrado/ que juntos un día nos viste pasar...”. Uno lee la letra, tararea la música y piensa en ese rincón de La Boca, pero... Juan de Dios Filiberto (1885-1964), cuyo nombre real era Oscar Juan de Dios Filiberti fue un extraordinario guitarrista, armonista, pianista, compositor y director que vivió en La Boca. Lle puso música al tango Caminito, escrito por el riojano Gabino Coria Peñaloza. Filiberto además le puso música a Quejas de bandoneón, El pañuelito, Malevaje, Clavel del aire y otros clásicos. Además creó la Orquesta Nacional de Música Argentina que hoy lleva su nombre.

    Walter Piazza, Secretario del Consejo Directivo de la Academia Nacional del Tango, académico y cofundador de esa entidad junto con Horacio Ferrer en 1990, le contó a Porteño del Sur detalles de Caminito y de la vida de Juan de Dios Filiberto: “Lo que yo sé tras haber investigado es que todo conduce a dos historias diferentes, la del porteño Juan de Dios Filiberto y la del riojano Gabino Coria Peñaloza. Esos versos remiten, si uno escucha la letra y la analiza, a un caminito que corresponde a un paisaje que nada tiene que ver con La Boca”.

    “Coria Peñaloza era un poeta riojano bien alejado de Buenos Aires, no era Homero Manzi, que si bien había nacido en Santiago del Estero, a los 6 años ya estaba viviendo y estudiando en Buenos Aires. Entonces Manzi sí percibía desde pibe lo que era la ciudad entonces le cantó con sus versos más sentidos, sobre todo al sur... Boedo, Pompeya. Pero Coria Peñaloza escribió pensando en un posible recorrido que hacía para visitar a algún amor adolescente o juvenil de sus pagos”, agregó.

    Piazza concluyó: “Eso, puesto en la música de un porteño como era Juan de Dios Filiberto y explotado por ese sector del camino que va del Riachuelo a las vías del ferrocarril en la Boca, dio lugar a que durante muchos años se considerara al Caminito de La Boca como al de la letra de la canción. Ese es el Caminito de Filiberto, pero nada tiene que ver con la letra. La genial lírica y música de Filiberto la pone a disposición de ese lugar del que nunca se fue. Porque él nació, vivió y murió en La Boca. Jamás se fue para el centro de la ciudad como muchos otros. Siempre ahí rodeado de la mística, de Quinquela Martín y de otros amigos. Entonces son dos Caminitos diferentes: uno, el musical, el turístico y que explota el barrio; el otro, la verdadera historia del que caminaba el poeta. ‘Con juncos en flor’, dice. ¿Qué junco en flor hay en La Boca? Ninguno. Empedrado y vías del ferrocarril”.


      2017-06-08 22:03:26  

    Desde Marsella, Francia, distinguieron a Julio Dupláa, un histórico argentino de la danza del tango y la milonga, al calificarlo de "persona emblemática de la Ciudad de Buenos Aires". La Asociación Les Trottoirs de Marseille así lo consideró en una nota fechada el 1° de junio último a esta ciudad, firmada por Michel Raous, presidente de la asociación y Marcelo y Giorgia Guardiola, maestros de tango de Les Trottoirs de Marseille.

    Dice textualmente la nota:
    "Desde Francia hacemos voz para expresar nuestra gratitud y transmitir nuestra admiración por el Maestro Julio Dupláa quién desde su nacimiento respira tango.

    Nacido en el porteño barrio de Villa Urquiza declarado «Capital del Tango bailado» impulsado por el mismo Dupláa y cuna de tantos magnificos bailarines y milongueros, don Julio supo conocer el tango en el antiguo y prestigioso Club Sin Rumbo. Desde niño miró y escuchó las orquestas, de adolescente bailó su música y de hombre organizó milongas; toda una vida dedicada a nuestro tango y a nuestra ciudad ya que en la actualidad toda Buenos Aires respira su presencia, refleja su personalidad y vive su dedicación organizando eventos, cuidando el trabajo de los bailarines y dando clases que trasmiten sabiduria y vivencias.

    Por esto y muchas cosas más  el Maestro Julio Dupláa es una persona emblemática de la Ciudad de Buenos Aires. Nuestros más sinceros saludos".

    Tomás, el Buenos Aires, felicita a través de esta página a Julito Dupláa, amigo y, como dicen los franceses, un emblemático del tango bailado. Aunque él se cite cada vez que puede de "apenas un milonguero".

    Foto (Gentileza revista "La Milonga"): Julio Dupláa (derecha) en trámite de alguna tropelía con Tomás, el Buenos Aires.

     

     


      2016-11-24 20:18:14  

     "Trago amargo alcanzó el éxito el día de su estreno en 1925 con la letra de Julio Navarrine (1889-1966) y la música de Rafael Iriarte (1890-1961). ¡Esplendorosa época del tango-canción! “Lealmente, ´Trago amargo´ no era un tango de excepción, sino simplemente un tango exitoso. Su letra es de un tinte melodramático campero, de fácil sentimentalismo. La mejor virtud de su música era no alardear de ninguna: dejar que la opinión del oyente reafirmara su origen: ‘el tango de un guitarrero’. También queda dicho que era ´un sencillo y bien sonante tango´, según el sin par Francisco García Jiménez en su insoslayable libro ´Así nacieron los tangos´, Ediciones Corregidor, Buenos Aires, 1980.

    Si reflexionamos acerca de los versos de Navarrine, quien junto a su hermano Alfredo fue un admirable propulsor de los primerísimos cuadros folclóricos teatrales –y autores ambos de sendos tangos muy celebrados por el público–, habrá que resaltar cómo se habían condicionado al tema musical merced a una especial puja de frases imperativas: “¡Arrímese al fogón, viejita, aquí a mi lado!/ ¡Ensille un cimarrón, para que dure largo! ¡Atráquele esa astilla, que el fuego se ha apagado!/ ¡Revuelva aquellas brasas y cebe bien amargo! ¡Alcance esa guitarra de cuerdas empolvadas,/ que tantas veces ella besó su diapasón!”.

    El tango tuvo su estreno en el porteñísimo teatro ‘Maipo’ durante una de las temporadas de ‘revistas’, a mitad de los años veinte del pasado siglo. ¡Quién vería a aquel gaucho melodramático, dirigiéndole toda la ristra de mandatos a la madre, reservándose para él, por toda faena, el empinarse el codo con la botella de caña! Y la pobre vieja –de acá para allá, como maleta de loco– sin saber si arrimarse al fogón, si ensillar el cimarrón, si atracarle la astilla al fuego y revolver las brasas, si alcanzarle la guitarra o arrancarle primero la cinta, si secarse las lágrimas, si volver a cebar al “amargo” o bien si –ya exhausta–, después de buscar un crespón para la guitarra, inclinarse, al fin, ante la Virgen…"

    En fin, sintetiza ahora Tomás, el Buenos Aires, sobre este tango: un "Trago Amargo"... ¡para la pobre vieja!,

    De paso: El músico Rafael Iriarte fue un laburante de la guitarra en el tango. Nacido en un barrio del sur porteño, su fogueo artístico se dio en los cafés con música de la calle Corrientes. Después, llegó el espaldarazo en los teatros ‘Nacional’ y ‘Apolo’, ‘Porteño’ y ‘Empire’. Iriarte acompañó a una galaxia de cancionistas y cantores como Saúl Salinas, Rosita Quiroga y Agustín Magaldi, también a Charlo, Ignacio Corsini y Libertad Lamarque. Por su inquietud y ojos vivos, a Iriarte lo apodaban ‘El rata’.

    -Fragmento de la nota de Isaac Otero en el sitio "Crónicas de la Inmigración", setiembre de 2016-


      2016-11-21 19:28:06  

    A Pablo Agri lo esperó un violín en la cuna y a los diez años le pidió a su papá que lo inscribiera en un conservatorio. Su papá fue, nada menos que el rosarino Antonio Agri, juntamente con Elvino Vardaro y Mario Franchini, los tres violinistas más importantes del tango.

    Destaca que hoy encuentra a "muchos jóvenes  buenos instrumentistas y compositores que toman el tango con la seriedad que merece y que siguen estudiando". En cambio, Pablo advierte que "no me gustan definitivamente las imitaciones, las orquestas que ´tocan como´, ¡eso no me gusta! Digo que hay que aprender todos los géneros pero no imitar a nadie" sentencia.

    Aclara que "empecé con la música clásica para diferenciarme de mi viejo... Nací en el 68, año que se estrenó la operita "María de Buenos Aires" de Piazzolla y mi viejo ya era muy popular. Pero sin duda lo mío es el tango desde la cuna, o antes de ella y, hasta hoy, mi mejor manera de expresarme es nuestra música". Tanto es así que tocó, por ejemplo, con Mariano Mores y Horacio Salgán pasando por Néstor Marconi, Susana Rinaldi y Osvaldo Berlingieri. Es integrante de la Orquesta Sinfónica Nacional desde 1992, tomó clases con el maestro Szymsia Bajour; fue becado por la Fundación Antorchas para estudiar en el Conservatorio Edgard Varese, en Francia. En el 99 fue violín solista del show "Tango argentino" en Broadway (Nueva York).

    Este año fue el músico argentino que tocó por primera vez tango en vivo en una de las siete maravillas del mundo, los palacios de la Alhambra en Andalucía, España. Además, junto a sus compañeros formaron junto a la orquesta de la Casa Argentina en París, integrada por una belga, tres franceses, cuatro argentinos, una japonesa, un chino, y una violinista rusa, todos jóvenes. "Esto nos dice claramente que el tango es universal y se toca en todos los idiomas" reflexiona finalmente este también joven, que aporta un violín de conservatorio consagrado a la música que identifica al país.

    -Esta nota toma fragmentos de un reportaje realizado por el diario "La Capital" de Rosario-.


      2016-09-21 19:58:17  

    Sergio Pujol es joven, filósofo, docente y con varios libros en su haber, investiga a las danzas sociales y concedió hace unos días una nota al diario "La Izquierda" donde afirma que la década del ´20 marcó un antes y un después de la cultura argentina marcada decididamente por la eclosíon del tango. Aquí la nota:

    Comienza Pujol señalando que recien a mediados de los años ´20 "tenemos a Gardel con un porcentaje dominante de tangos en su repertorio; viene de cantar estilos, milongas. Canta en esos momentos foxtrot, shimmy, alguna que otra rumba.  Por lo tanto no se puede decir que el tango a principios de los 20 fuera el epítome de lo argentino y de lo nacional. Más bien se va ganando ese lugar. Las críticas que se hacen al tango hasta el año 30 inclusive, no son tanto acerca de su supuesto origen prostibulario, de mala vida o pecaminoso, sino que es una música que no representa la totalidad de la Argentina. Es una música de puerto que se ha consolidado a partir del aporte inmigratorio decisivo en el lenguaje, tanto en las letras, con la presencia del lunfardo, como en la música.

    Lo mismo pasa con el samba en Brasil, con el son en Cuba. Hay un momento en que estas músicas, muchas con una fuerte impronta afro, se convierten en emblemas nacionales. Eso pasa entre los 20 y los 30. Pasan de ser músicas orilleras, con una fuerte connotación de clase, a representar al país. En ese tránsito depuran su forma pero hay algo de la condición de clase que queda. Y en un momento explota.

    Durante el peronismo explotó. Cuando Alberto Castillo canta “Qué saben los pitucos, lamidos y sushetas...” está retrotrayendo la historia del tango 20 o 30 años. Lo que les está diciendo a sus bailarines, a los que bailan con su música , es “ojo, sepan de dónde vienen ustedes, no se dejen engrupir, el tango es una danza de salón pero ojo que venimos de las orillas”. Es interesante cómo, en algún sentido, al tango nunca se lo domestica del todo.

    "En los ´20 el tango se come todo"

     A la vez los años 20 son la clausura de una época ahí ya nadie baila polka o mazurca muy populares en 1880 y 1890. En los 20, el tango se come todo. Se come esas danzas. No al jazz. Y en parte se las come, creo yo, porque aparece el tango canción. Si no hubiera aparecido, tal vez hubiéramos tenido todavía ese repertorio "variopinto" de danzas. 

    Además están los hijos de los inmigrantes para los años 20, que son más tangueros que los padres en muchos casos. Las historias de vida de esa generación, la de Piana, o la de De Caro, que era un poquito más grande, casi todas están marcadas por la brecha generacional.

    El muchacho que quiere formar una bandita de rock en los 60 tiene muchas similitudes con el muchacho que quiere tocar tango en los 20. Pero incluso el corte es más violento en los 20. Porque la familia en los años 60 ya no es tan autoritaria como la familia en los 20. Yo no conozco historias de hijos que hayan dejado de hablar con sus padres veinte años por querer formar una banda de rock. 

    Ya forma parte un poco del relato romántico del tango: el reencuentro del padre con el hijo consagrado, tocando tango con una orquesta de noventa profesores. Lo vemos en Canaro, en De Caro. La “gran orquesta”. Quizás el último representante de esa ambición clasicista en términos musicales sea Mariano Mores. Cuando lo entrevisté para el libro de Discépolo, Mores decía “sí, quise llevar el tango a un nivel superior, siempre quise elevar el tango”. Muchos de esos maestros podrían haberse dedicado tranquilamente a la música académica.

    En los 20 y 30 es muy fuerte el sinfonismo tanguero. En parte, por influencia de la música académica. En el jazz también se da con Paul Whiteman, eso de redimir la música orillera vistiéndola con las mejores galas. La música clásica es la gran música. En las entrevistas a los tangueros de esa época se ve que estaba la gran música y la música popular. El epígrafe que utilicé para el libro Cien años de música argentina es de Julio de Caro y dice “Mi deseo era que los conocimientos que había adquirido en el conservatorio se amoldaran a las emociones que había recibido en la calle”.

    ¿Cómo hacer para convertir la emoción de la calle en una música artística. No una música que sólo se baila, que acompaña las labores de los laburantes del Mercado de Abasto, que enamora a las chicas en su casa con la vitrola, sino una música que tenga un valor artístico sin olvidar esa emoción y ese arraigo?

     Rodolfo Valentino
    Con Rodolfo Valentino se afirma el star system y el latin lover. Que van a tener una prolífica trayectoria en la cultura de masas internacional. Efectivamente, los estrenos de Valentino causaban furor. No sólo en los varones, sobre todo en las mujeres. Hay un ídolo que atrae a las mujeres, que perturba a los varones, que genera incomodidad. Valentino baila tango, a su manera. Nosotros diríamos que lo hace “mal”. Pero, a la manera Valentino, lo baila y lo promociona a nivel mundial. Los argentinos de esta época son hijos de Valentino.

    La sexualidad en los años 20 también explota. Las flappers americanas con el cabello corto se suben el ruedo de las polleras. Las mujeres empiezan a tomar whisky, empiezan a fumar, en algunos países a votar. Esta revolución de las costumbres femeninas, del lugar de la mujer en la sociedad, de alguna manera está traccionada por artefactos culturales, y las películas de Valentino evidentemente cumplen un rol importante. 

     Si no se hubiera dado la tangomanía en los años inmediatamente anteriores a la Primera Guerra Mundial, si los criollos de Argentina no hubieran “hecho la América” en Europa y Estados Unidos dando clases de tango y no se hubiera producido esa expansión, Valentino hubiera bailado otro ritmo en la película.