"A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires: La juzgo tan eterna como el agua y como el aire." Jorge Luis Borges en Fundación Mítica de Buenos Aires
La milonga está a pleno en Cánning, sábado a la noche que se va a alargar hasta el cierre que es tradición con “La Cumparsita”.
Tomás, baila con Nora; la tanda es del gordo Troilo con Francisco Fiorentino en la voz, dúo de lujo, esencia de tango. Si hay que bailarla es música para tirar caminadas, los ochos atrás, alguna corrida y sacadas de izquierda y derecha… si es que sabés bailar. Tomás, es todo nacional y popular como el tango… pero le faltan kilómetros de pista, así que caminar y ocho atrás es todo su repertorio… “Sus” bailarinas lo bancan, aunque ya anda más firmetex en la pista: dejó de contar los pasos, no arruga para sacar a bailar a las que, sabe, le van a salir y haciendo lo suyo va seguro.
Termina la tanda, y Nora, con años de bailarina, que le dice: “ya bailás mucho mejor Tomás, buscá encontrar más el eje y vas a ver qué bien vas a andar”.
“El eje”… palabra que te despachan en la primera clase de tango, sin decirte qué es y con la promesa de que nadie nunca te lo va a decir. Y con eso ya empezás a pensar que el tango no es para vos… que va a ser tan difícil aprender, así que "mejor lo pienso bien y… no sigo…"
“El eje”… palabra que, si no sabés qué quiere decir, te hace sentir una nada de tipo o de mina… Una bazofia del dos por cuatro.
El nuevo lo siente más o menos así cuando sin piedad le tiran la palabrita y no tenés ni idea: “venís a bailar tango y no sabés lo que es el eje flaco…” y entonces, como te sentís más insignificante que una pulga te da vergüenza preguntarle al troesma “¿jefe, qué es el eje?”. Todos sus maestros le hablaron de “encontrar el eje” y nunca le soplaron qué es eso, ¿un fierro que hay que atarse entre las patas para aprender a bailar?
Después que Nora, al terminar la tanda, le aconsejó que lo encontrara, al “eje”, Tomás volvió a la mesa dispuesto a jugarse y le preguntó a su compañero de mesa, milonguero viejo él: “me podés decir qué es el eje che, que todos me hablan de él y yo no lo puedo encontrar…”.
No hubo dudas del veterano para responder la pregunta: “mirá pibe, yo tengo veinte años de milonga y tampoco lo pude encontrar; para el que dice que encontró ´el eje´ quiero creer que es más o menos esto, papi: bailá con el cuerpo derechito y sos vos el que manda los movimientos… los movimientos tuyos y los de la mina, sin perder el equilibrio… firme y derecho en tu lugar y elegante al moverte. Eso debe ser bailar en el eje, porque eso es bailar el tango. El lo que te llega después de bailar kilómetros de pista hasta que aprendiste el tango pibe… Así que, chabón, ¡empezá a encontrar cómo se baila bien el tango y olvidate del “eje” y otros chamuyos que complican al nuevo! ¡Cuando aprendas a bailar bien, el "eje" te llega solo fiera!".
Le cuesta mucho a Tomás. Demasiado, teniendo en cuenta que es apenas un paso de danza. Pero así es el tango: no fácil. Si uno busca aprenderlo, y no sólo a bailarlo, sino a comprenderlo, a sentirlo, te cuesta. Y por eso se hace querer, por eso reconforta encontrarse y sentirse tanguero.
Y a Tomás le cuesta bastante: hoy por hoy, después de meses de milonguear, no le sale marcarle a la mujer el ocho atrás para que juntos lo bailen. El ocho atrás, apenas un paso de danza.
Para ese paso, el bailarín le indica –le marca- a la mujer que una de sus piernas debe ir hacia atrás cruzando a la otra en figura de ocho justamente y, una vez afirmado su pie en el piso, la otra pierna debe repetir el movimiento de cruce sobre la primera dibujando el ocho. El paso puede repetirse dos o tres veces de acuerdo a la música, y el oído del hombre. Si es buen bailarín lo marcará en los tiempos rítmicos de la melodía y, si puede hacer eso… la mujer… sabrá que él sabe. Que sabe bailar. Que sabe bailarla, como es el dicho milonguero.
Pero no es fácil “marcar” el ocho atrás para el hombre, marcar como es debido. Sin zamarrear a su pareja de baile, eso no es bailar el tango, es sufrirlo. Y Tomás, con sólo meses de milonguero todavía las zamarrea…
El ocho atrás: no es fácil indicar esa figura porque la marca –como es las más de las veces en esta danza- no nace de los pies del hombre sino de sus hombros y pecho. Un empujoncito en el momento indicado, imperceptible para el que mira, lleva a la mujer a mandar su pierna hacia atrás y el paso puede o no seguir de acuerdo al bailarín, si sabe o no sabe...
Es propio del tango, cuánto más te metés, cuánto más sabés más lo disfrutás y más querés saber. Es virtuoso, querendón, y algo más como danza. Es…, instinto.
Es instinto cuando descubrís, por ejemplo, que el ocho atrás es uno de los pasos del baile de tango en el que la figura insinúa, por sí sola, la búsqueda del hombre de llegar a la mujer: uno de los pasos en el que la mujer debe separar las piernas. Hay otros. Y, como contrapartida, hay pasos en el que la mujer resiste, evita, la búsqueda de llegar del hombre: son los pasos y figuras en los que ella debe juntar sus piernas.
El tango baile, chamuyando coreográficamente, es eso con un trasfondo de bandoneones: como un juego permanente en el que la mujer dice que sí al instinto del hombre cada vez que separa las piernas y le dice que no, cada vez que las junta. Casi nada…
Tomás ya percibió, es sabedor, de la envoltura de maestría y de instinto que propone únicamente el tango cuando se baila. Pero le falta para llegar a esa plenitud. Y entonces bronca. Bronca increíblemente para el que mira de afuera, porque no le sale la marca del ocho atrás. Y bueno, aunque no le guste, como a la mayoría de los varones tangueros, irá a tomar una clase. -Maldito ocho atrás-, rezonga otra vez Tomás.
Llegó como siempre a la milonga de viernes a la noche en Gricel; mítico ese salón… por eso hay que respetarlo. Un poco más hay que respetarlo… es que suplica mantenimiento y mejoras, si se las dieran… Aunque así y todo sigue siendo mítico…
Ella llegó a Gricel como siempre, con su sonrisa amplia, compradora, buen empilche y la pollerita lo más corta que su hijo le permite usar, sin que se guarde el pibe broncarle y todo. Mina habitué, así que saluda a Alicia y los otros organizadores, Carlos y “el ronco”, los “patrones” de la milonga podría decirse.
Recargada alzando los abrigos y la bolsa de los zapatos pitucos de tango, paso seguido encara por el pasillo hacia su silla de todos los viernes mientras se para a saludar en las mesas a otros y otras de su especie, los milongueros. Entre ellos le dejó un beso a Tomás, lo que para él… eso sólo significa que lo empiezan a tomar en cuenta, a registrar, en la milonga.
Todo cambió de golpe. La sonrisa pasó a ser apretar los dientes… y los pelos de punta…Todavía a la distancia, divisó que “su” silla está ocupada. Hay otra minona sentada allí… y jaranea muy naturalmente con las que la acompañan. Ninguna es de todos los viernes en esa milonga… -¿Quiénes son y qué hacen ocupando "mi" silla y toda la mesa?- se preguntó furiosa, aunque para adentro.
El cambio de cara de la chica no se le pasó a Tomás. Así que él también desvió la vista para percibir el motivo: la silla ocupada. Una situación que no es incómoda… es casi de vida o muerte para una milonguera habitué que, con su asistencia casi perfecta, ha tomado la posesión de la silla ejerciendo el derecho no escrito ni hablado pero concedido por las leyes milongueras.- ¡Con la silla no! ¡Con “mi” silla” no joden- vuelve a sentenciar otra vez para adentro la paica sin ya detenerse más, hasta llegar al costado de la usurpadora…
Tomás, calcula que la ofendida va a pegar la vuelta hasta la entrada a denunciar tremendo atrevimiento, para que la “organizadora-patrona” ponga las cosas en su lugar. Se equivocó: directamente la encara a la que ha depositado su humanidad en “su” silla. Y, de paso, a toda sus amigas de la mesa. Tomás empieza a sonreírse, también para adentro… va ha haber batuque… es lo que le dice ahora su recortada experiencia de milonguero.
Y la cosa empieza: -Perdoname pero esta es "mi" silla –arranca la ofendida golpeteando sus uñas pintadas de rojo en la mesa- ; es "mi" silla de todos los viernes, no te podés sentar acá, tenés que buscarte otra, podés preguntar y todos te van a decir que esta es “mi” silla y que en esta mesa se sientan algunas amigas mías cuando vienen-.
La respuesta de la sorprendida nuevita fue: -Mirá… aquí las sentaron a mis amigas que llegaron antes, después me sumé yo. No quiero molestarte pero… ¿no podrías sentarte en la silla que está en la punta de la mesa por favor, así nosotras podemos seguir todas juntas acá?
Tomás, que escuchaba, volvió a sonreírse, éstas que vinieron por primera vez no son milongueras, les falta con los códigos y con el termómetro de lo posible tanguero… va a seguir el quilombo. Esta vez, no se equivocó, pagaba dos pesos…
La ofendida, en actitud de tomar posesión del lugar como está segura le corresponde, apoya sus cosas sobre la mesa y aprieta: -¡no voy a sentarme en otra silla, este es “mi” lugar y no quisiera tener que llamar a los organizadores para que te digan como son las cosas!-.
No hubo necesidad de llamarlos, vinieron solos: irrespetuosa mal la discusión con la tanda acaramelada y nostálgica de la orquesta de Lucio Demare con la voz de Raúl Berón…, la escaramuza entre mujeres ya había sido escuchada desde lejos…
En fin…, el oficio de organizador tiene experiencias dolorosas… Así que, tipo referí de boxeo, Carlitos, el Atadía, corbatita y traje casi de gala, con su inagotable paciencia, se metió entre las minas a tratar de arreglas las cosas…
A esa altura, Tomás, ya maliciaba que alguien debía recurrir a los códigos de la milonga para que la cosa no pasara a más… a más quilombo…
Y el código de la milonga sobre la supuesta “propiedad” de las sillas en los salones tangueros volvió a funcionar. No hay mucho con qué darle. Sin que haya propiedad, hay propiedad. La especie milonguera atesora “su” silla de siempre. Entre milongueros esto es sabido y respetado… La silla es la silla…
Así que las chicas que no eran de la milonga, o por lo menos de esta milonga, tuvieron que mudar de mesa entre miradas de odio perpetuo y promesas contenidas de futura venganza a la "titular" de ese espacio de la milonga. Todo, por… una silla. Milonguera la silla.
Vamos a recorrer el Buenos Aires de los bailes de tango por todos lados, El guía: José Santoro, un milonguero viejo y además maitre de casi todos los salones bailables polenta de la época: Bamboche, Savoy Hotel, Calais, Tourbillón, Cánning, Social Rivadavia, Almagro.
Fue bailarín desde el 55 a los 70; recorrió los lugares de tango, entonces estas salas de exigente saco y corbata, y escuchó y conoció a los astros de las grandes orquestas en la época dorada del género. -Eran monstruos, pero te hablaban como si fueras uno más-.
Nunca faltó al trabajo, el viejo lo tuvo cortito y se le incorporó la disciplina del ante todo el laburo, la joda después. Aprendí los códigos de la noche, fueron mi guía, no los abandoné nunca, respeté y fui respetado. Ojo con los códigos de la noche, si pisás en falso no te levantás más.
Fue mozo en La Salada, dos temporadas. Se piantaban sin pagar. Aprendió. La vida le arrimó el amor, el desengaño, lo bueno y lo malo.Noviazgos: siempre quise ser caballo pero tirar el carro no-
A los quince años se asomó por primera vez a los carnavales de San Lorenzo, cuenta: se bailaba bajo los tablones del Viejo Gasómetro de madera. Berretines de pibe, a los 18 conoció el Luna Park, donde se bailaba los domingos a la tarde. El peso de la leyenda de Corrientes y Bouchard.
Con algo más de edad inició su vida de tangos, de yirar en las noches, en la confitería Dominó, Esmeralda y Lavalle: José Basso, Floreal Ruiz y Alfredo Belusi. Después Mi Club, un sótano como los anteriores: Di Sarli, Oscar Serpa y Mario Pomar.
Llegó al Sans Souci, lleno de bailarines: De Ángelis, con Carlos Dante, Oscar Larroca. A comer Bachín o Pepito. Confitería Jockey Club, Cerrito y Lavalle 1°Montecarlo, Corrientes al 1200 1° baile con grabaciones. Siglo 20 de Corrientes y Paraná: Federico con Julio Sosa. Barcito de Uruguay y Corrientes, donde llegaban Juan D´Arienzo y sus músicos que te saludaban como si fueras uno de ellos. Al otro día vuelta a Corrientes otro sótano el Picadilly. El portero te decía cuándo podías entrar.
Lleguó al Salón La Argentina, Rodríguez Peña y Corrientes: Pugliese, Jorge Maciel y Miguel Montero. Ahí se pagaba entrada. Por Sarmiento, estaba el Agusteo, Tanturi con Ángel Vargas.
Pero quería conocer todo: del trocén a Retiro Chamamé x 2 y el Palacio del Baile; Basavilbaso, el Mercado de las flores de tres pisos, se bailaban todos los ritmos. A Plaza Italia, Palermo Palace, debí partir. -No me aceptaron. Después a La Enramada, tampoco me convenció. Malabia y las Heras, el Circo Romano. Si te dormías perdías, me fui-.
-Me borré de esos lugares y fui a dar al Sportivo Buenos Aires, Gaona a metros de Parral, se llenaba de hermosas mujeres, la mayoría con las mamis. Pero poca pinta, baile regular, me fui. De ahí al Oeste, Alberdi 450 y José María Moreno. Llegué a pellizcar. No estaba preparado.No debí haberme ido.
Seguí por Flor de Ceibo, Rosario y Ambrosetti, en el fondo chamamé. Eran pesados y se chupaba, me fui. A Nazca y Rivadavia, Monumental de Flores, todo fácil, unos días de novio y lograbas lo que querías. La recorrida alcanzó Plaza Once, Bartolomé Mitre y Pueyrredón Aducci, con un poco de chamuyo ganabas; la Marcone por Pueyrredón 30, lo disfruté varios meses. Más tarde caí en El Achalay, MarceloT. de Alvear y Esmeralda, los lunes no tenía contra.
En Corrientes y Esmeralda, la Richmond, tenía miedo de entrar, era un lujo. El Marabú, tocaba Pichuco, yo asomaba la cabeza, y seguía de largo para caer en alguna milonga.
M estiré a Valentín Alsina, Estrella de Oriente, familiar se bailaba los sábados. De ahí, unas cuadras Sportivo Alsina, chicas lindas con sus madres. Me asomé Tourbillón, Nazca y Rivadavia, el dueño me ofreció ser socio, Empecé a ver las cosas desde adentro. Cuatro años y nos fuimos. A Galería Le Boulevard, salón Retratos, en el 72. Matábamos los martes y siempre mucha gente.
Viernes y domingo de mozo en el hotel Savoy. A Villa Malcom con los Di Capua. En el 82 avenida de Mayo 1286, doce años. Fui maitre en el Social Rivadavia, conocí a Beba Bidart, Goyeneche, El Chúcaro, Darienzo con Bustos, a Marrone, a Rubén Juárez, a Alberto Castillo, a Enzo Valentino, cantor y bailarín M.M. Serra Lima. A Osvaldo Pugliese. Muy cordiales, con Abel córdoba. En el 92 le entregué una torta a Pugliese en su cumple, lo tengo en fotos.
Los jueves de Bamboche, 7300, trece años los mismos cantores de antes. Un lugar entraban mil quinientas personas. 1993, me fui.
Me presentaron a Juan Fabbri, que abría una milonga en el club Almagro, Medrano 522 viernes, sábado y domingo a sala llena. 1993-2000. Junto a Michelángelo, los últimos lugares donde la gente bailaba bien. Iban o lo conocieron Omar García, los Zotto, Dolores de Amo, Madonna, Ben Molar, Robert Duvall, el Puma Rodríguez,
El saldo: -hoy personas que yo conocí en treinta años y me saludan cada vez que me ven en alguna milonga- comenta. Y termina con dos sentencias: milonguero se nace, no se hace. El tango es mi papá y tu papá, es eterno vos y yo no. Hay que quererlo.
Foto: José Santoro -centro- junto a "la Negra" María Marta Pacinotti y Tomás Buenos Aires
Una llamarada. Eso le pareció a Tomás apenas la vio. El pelo colorado, el cuerpo enfundado en un vestido con tonalidades rojas, los labios gruesos enmarcadores de una sonrisa bellamente salvaje. Ojos oscuros y otra vez los labios… gruesos y brillantes de rojo. De un rojo pasión, se le antojó a Tomás. Nunca antes ella, en esa milonga de la calle Alsina.
Se llama Sandra. A la colorada le falta un poco todavía como bailarina de tango. Ya le van a enseñar, desde los pintones hasta los panzones con una larga vida de milonga van a querer tener en sus brazos a esa llamarada con forma de mujer. Ya le van a enseñar…
Y como todavía le falta al bailar, esa minona le viene al pelo, a medida, a Tomás, un tiernito en la milonga al que también, todavía le falta como bailarín. Los dos, encontrándose por primera vez y después de una sola tanda en la pista, ya se han medido como iguales en el proceso no fácil de aprender a bailar el tango: a una misma altura de vicios y faltas propias de los nuevitos.
Así que Tomás la cabecea dos por tres en esa noche. Ella responde con un movimiento mínimo que le dice “sí”. Está cómoda con ese muchacho con el que coinciden en callarse las pifias del otro.
Suena la tanda de Pugliese instrumental, época de “la Sinfónica”, con “Recuerdo”,” A Don Agustín Bardi” y dos títulos más. Tanda para buenos bailarines, hay que sacar viruta al piso bailando todas las pausas que impone la orquesta del troesma de Villa Crespo. Ni loco va a sacar a alguna en esta tanda. Menos a la Colorada, no es cuestión de papelonear, -a ver si no me sale nunca más-, malicia Tomás.
A Sandra la saca uno de los milongueros viejos… y panzones… Tomás no les saca el ojo de encima… claro… ella está acostumbrada al movimiento continuo y el milonguero trata de atarla con el abrazo buscando que "Llamarada" perciba lo que la música manda. Y la música es, sobre todo, pausa. –Se le hizo larga la tanda a ésta- calculó Tomás cuando termina Pugliese. Ella se sienta aliviada y el chabón vuelve a la mesa meneando la cabeza para anticiparse a las preguntas de los amigos… Joderse, él sabía antes de sacarla que todavía le falta a la piba.
La noche se consume, Tomás le pregunta si vuelve la semana que viene a esta milonga. Y apura anticiparle que él va a estar. Sandra…, tras pensar un poco le dice que sí, que le gustó el ambiente. Que calcula que va a volver la semana que viene.
Se separan y ella se apura a cambiarse los zapatos de tango por unas chatitas bien cómodas. Las amigas, ya tripulando sus propias chatitas, esperan la ceremonia de Sandra y buscan la puerta de salida.
Tomás, se conforma, está ilusionado de que esa llamarada con forma de mujer va a volver a bailar con él la próxima vez. Se te va hacer larga la semana… Tomás…
De www.diariopopular.com - Caminito que el tiempo ha borrado/ que juntos un día nos viste pasar...”. Uno lee la letra, tararea la música y piensa en ese rincón de La Boca, pero... Juan de Dios Filiberto (1885-1964), cuyo nombre real era Oscar Juan de Dios Filiberti fue un extraordinario guitarrista, armonista, pianista, compositor y director que vivió en La Boca. Lle puso música al tango Caminito, escrito por el riojano Gabino Coria Peñaloza. Filiberto además le puso música a Quejas de bandoneón, El pañuelito, Malevaje, Clavel del aire y otros clásicos. Además creó la Orquesta Nacional de Música Argentina que hoy lleva su nombre.
Walter Piazza, Secretario del Consejo Directivo de la Academia Nacional del Tango, académico y cofundador de esa entidad junto con Horacio Ferrer en 1990, le contó a Porteño del Sur detalles de Caminito y de la vida de Juan de Dios Filiberto: “Lo que yo sé tras haber investigado es que todo conduce a dos historias diferentes, la del porteño Juan de Dios Filiberto y la del riojano Gabino Coria Peñaloza. Esos versos remiten, si uno escucha la letra y la analiza, a un caminito que corresponde a un paisaje que nada tiene que ver con La Boca”.
“Coria Peñaloza era un poeta riojano bien alejado de Buenos Aires, no era Homero Manzi, que si bien había nacido en Santiago del Estero, a los 6 años ya estaba viviendo y estudiando en Buenos Aires. Entonces Manzi sí percibía desde pibe lo que era la ciudad entonces le cantó con sus versos más sentidos, sobre todo al sur... Boedo, Pompeya. Pero Coria Peñaloza escribió pensando en un posible recorrido que hacía para visitar a algún amor adolescente o juvenil de sus pagos”, agregó.
Piazza concluyó: “Eso, puesto en la música de un porteño como era Juan de Dios Filiberto y explotado por ese sector del camino que va del Riachuelo a las vías del ferrocarril en la Boca, dio lugar a que durante muchos años se considerara al Caminito de La Boca como al de la letra de la canción. Ese es el Caminito de Filiberto, pero nada tiene que ver con la letra. La genial lírica y música de Filiberto la pone a disposición de ese lugar del que nunca se fue. Porque él nació, vivió y murió en La Boca. Jamás se fue para el centro de la ciudad como muchos otros. Siempre ahí rodeado de la mística, de Quinquela Martín y de otros amigos. Entonces son dos Caminitos diferentes: uno, el musical, el turístico y que explota el barrio; el otro, la verdadera historia del que caminaba el poeta. ‘Con juncos en flor’, dice. ¿Qué junco en flor hay en La Boca? Ninguno. Empedrado y vías del ferrocarril”.
Desde Marsella, Francia, distinguieron a Julio Dupláa, un histórico argentino de la danza del tango y la milonga, al calificarlo de "persona emblemática de la Ciudad de Buenos Aires". La Asociación Les Trottoirs de Marseille así lo consideró en una nota fechada el 1° de junio último a esta ciudad, firmada por Michel Raous, presidente de la asociación y Marcelo y Giorgia Guardiola, maestros de tango de Les Trottoirs de Marseille.
Dice textualmente la nota: "Desde Francia hacemos voz para expresar nuestra gratitud y transmitir nuestra admiración por el Maestro Julio Dupláa quién desde su nacimiento respira tango.
Nacido en el porteño barrio de Villa Urquiza declarado «Capital del Tango bailado» impulsado por el mismo Dupláa y cuna de tantos magnificos bailarines y milongueros, don Juliosupo conocer el tango en el antiguo y prestigioso Club Sin Rumbo. Desde niño miró y escuchó las orquestas, de adolescente bailó su música y de hombre organizó milongas; toda una vida dedicada a nuestro tango y a nuestra ciudad ya que en la actualidad toda Buenos Aires respira su presencia, refleja su personalidad y vive su dedicación organizando eventos, cuidando el trabajo de los bailarines y dando clases que trasmiten sabiduria y vivencias.
Por esto y muchas cosas más el Maestro Julio Dupláa es una persona emblemática de la Ciudad de Buenos Aires. Nuestros más sinceros saludos".
Tomás, el Buenos Aires, felicita a través de esta página a Julito Dupláa, amigo y, como dicen los franceses, un emblemático del tango bailado. Aunque él se cite cada vez que puede de "apenas un milonguero".
Foto (Gentileza revista "La Milonga"): Julio Dupláa (derecha) en trámite de alguna tropelía con Tomás, el Buenos Aires.
"Trago amargo alcanzó el éxito el día de su estreno en 1925 con la letra de Julio Navarrine (1889-1966) y la música de Rafael Iriarte (1890-1961). ¡Esplendorosa época del tango-canción! “Lealmente, ´Trago amargo´ no era un tango de excepción, sino simplemente un tango exitoso. Su letra es de un tinte melodramático campero, de fácil sentimentalismo. La mejor virtud de su música era no alardear de ninguna: dejar que la opinión del oyente reafirmara su origen: ‘el tango de un guitarrero’. También queda dicho que era ´un sencillo y bien sonante tango´, según el sin par Francisco García Jiménez en su insoslayable libro ´Así nacieron los tangos´, Ediciones Corregidor, Buenos Aires, 1980.
Si reflexionamos acerca de los versos de Navarrine, quien junto a su hermano Alfredo fue un admirable propulsor de los primerísimos cuadros folclóricos teatrales –y autores ambos de sendos tangos muy celebrados por el público–, habrá que resaltar cómo se habían condicionado al tema musical merced a una especial puja de frases imperativas: “¡Arrímese al fogón, viejita, aquí a mi lado!/ ¡Ensille un cimarrón, para que dure largo! ¡Atráquele esa astilla, que el fuego se ha apagado!/ ¡Revuelva aquellas brasas y cebe bien amargo! ¡Alcance esa guitarra de cuerdas empolvadas,/ que tantas veces ella besó su diapasón!”.
El tango tuvo su estreno en el porteñísimo teatro ‘Maipo’ durante una de las temporadas de ‘revistas’, a mitad de los años veinte del pasado siglo. ¡Quién vería a aquel gaucho melodramático, dirigiéndole toda la ristra de mandatos a la madre, reservándose para él, por toda faena, el empinarse el codo con la botella de caña! Y la pobre vieja –de acá para allá, como maleta de loco– sin saber si arrimarse al fogón, si ensillar el cimarrón, si atracarle la astilla al fuego y revolver las brasas, si alcanzarle la guitarra o arrancarle primero la cinta, si secarse las lágrimas, si volver a cebar al “amargo” o bien si –ya exhausta–, después de buscar un crespón para la guitarra, inclinarse, al fin, ante la Virgen…"
En fin, sintetiza ahora Tomás, el Buenos Aires, sobre este tango: un "Trago Amargo"... ¡para la pobre vieja!,
De paso: El músico Rafael Iriarte fue un laburante de la guitarra en el tango. Nacido en un barrio del sur porteño, su fogueo artístico se dio en los cafés con música de la calle Corrientes. Después, llegó el espaldarazo en los teatros ‘Nacional’ y ‘Apolo’, ‘Porteño’ y ‘Empire’. Iriarte acompañó a una galaxia de cancionistas y cantores como Saúl Salinas, Rosita Quiroga y Agustín Magaldi, también a Charlo, Ignacio Corsini y Libertad Lamarque. Por su inquietud y ojos vivos, a Iriarte lo apodaban ‘El rata’.
-Fragmento de la nota de Isaac Otero en el sitio "Crónicas de la Inmigración", setiembre de 2016-
A Pablo Agri lo esperó un violín en la cuna y a los diez años le pidió a su papá que lo inscribiera en un conservatorio. Su papá fue, nada menos que el rosarino Antonio Agri, juntamente con Elvino Vardaro y Mario Franchini, los tres violinistas más importantes del tango.
Destaca que hoy encuentra a "muchos jóvenes buenos instrumentistas y compositores que toman el tango con la seriedad que merece y que siguen estudiando". En cambio, Pablo advierte que "no me gustan definitivamente las imitaciones, las orquestas que ´tocan como´, ¡eso no me gusta! Digo que hay que aprender todos los géneros pero no imitar a nadie" sentencia.
Aclara que "empecé con la música clásica para diferenciarme de mi viejo... Nací en el 68, año que se estrenó la operita "María de Buenos Aires" de Piazzolla y mi viejo ya era muy popular. Pero sin duda lo mío es el tango desde la cuna, o antes de ella y, hasta hoy, mi mejor manera de expresarme es nuestra música". Tanto es así que tocó, por ejemplo, con Mariano Mores y Horacio Salgán pasando por Néstor Marconi, Susana Rinaldi y Osvaldo Berlingieri. Es integrante de la Orquesta Sinfónica Nacional desde 1992, tomó clases con el maestro Szymsia Bajour; fue becado por la Fundación Antorchas para estudiar en el Conservatorio Edgard Varese, en Francia. En el 99 fue violín solista del show "Tango argentino" en Broadway (Nueva York).
Este año fue el músico argentino que tocó por primera vez tango en vivo en una de las siete maravillas del mundo, los palacios de la Alhambra en Andalucía, España. Además, junto a sus compañeros formaron junto a la orquesta de la Casa Argentina en París, integrada por una belga, tres franceses, cuatro argentinos, una japonesa, un chino, y una violinista rusa, todos jóvenes. "Esto nos dice claramente que el tango es universal y se toca en todos los idiomas" reflexiona finalmente este también joven, que aporta un violín de conservatorio consagrado a la música que identifica al país.
-Esta nota toma fragmentos de un reportaje realizado por el diario "La Capital" de Rosario-.
Sergio Pujol es joven, filósofo, docente y con varios libros en su haber, investiga a las danzas sociales y concedió hace unos días una nota al diario "La Izquierda" donde afirma que la década del ´20 marcó un antes y un después de la cultura argentina marcada decididamente por la eclosíon del tango. Aquí la nota:
Comienza Pujol señalando que recien a mediados de los años ´20 "tenemos a Gardel con un porcentaje dominante de tangos en su repertorio; viene de cantar estilos, milongas. Canta en esos momentos foxtrot, shimmy, alguna que otra rumba. Por lo tanto no se puede decir que el tango a principios de los 20 fuera el epítome de lo argentino y de lo nacional. Más bien se va ganando ese lugar. Las críticas que se hacen al tango hasta el año 30 inclusive, no son tanto acerca de su supuesto origen prostibulario, de mala vida o pecaminoso, sino que es una música que no representa la totalidad de la Argentina. Es una música de puerto que se ha consolidado a partir del aporte inmigratorio decisivo en el lenguaje, tanto en las letras, con la presencia del lunfardo, como en la música.
Lo mismo pasa con el samba en Brasil, con el son en Cuba. Hay un momento en que estas músicas, muchas con una fuerte impronta afro, se convierten en emblemas nacionales. Eso pasa entre los 20 y los 30. Pasan de ser músicas orilleras, con una fuerte connotación de clase, a representar al país. En ese tránsito depuran su forma pero hay algo de la condición de clase que queda. Y en un momento explota.
Durante el peronismo explotó. Cuando Alberto Castillo canta “Qué saben los pitucos, lamidos y sushetas...” está retrotrayendo la historia del tango 20 o 30 años. Lo que les está diciendo a sus bailarines, a los que bailan con su música , es “ojo, sepan de dónde vienen ustedes, no se dejen engrupir, el tango es una danza de salón pero ojo que venimos de las orillas”. Es interesante cómo, en algún sentido, al tango nunca se lo domestica del todo.
"En los ´20 el tango se come todo"
A la vez los años 20 son la clausura de una época ahí ya nadie baila polka o mazurca muy populares en 1880 y 1890. En los 20, el tango se come todo. Se come esas danzas. No al jazz. Y en parte se las come, creo yo, porque aparece el tango canción. Si no hubiera aparecido, tal vez hubiéramos tenido todavía ese repertorio "variopinto" de danzas.
Además están los hijos de los inmigrantes para los años 20, que son más tangueros que los padres en muchos casos. Las historias de vida de esa generación, la de Piana, o la de De Caro, que era un poquito más grande, casi todas están marcadas por la brecha generacional.
El muchacho que quiere formar una bandita de rock en los 60 tiene muchas similitudes con el muchacho que quiere tocar tango en los 20. Pero incluso el corte es más violento en los 20. Porque la familia en los años 60 ya no es tan autoritaria como la familia en los 20. Yo no conozco historias de hijos que hayan dejado de hablar con sus padres veinte años por querer formar una banda de rock.
Ya forma parte un poco del relato romántico del tango: el reencuentro del padre con el hijo consagrado, tocando tango con una orquesta de noventa profesores. Lo vemos en Canaro, en De Caro. La “gran orquesta”. Quizás el último representante de esa ambición clasicista en términos musicales sea Mariano Mores. Cuando lo entrevisté para el libro de Discépolo, Mores decía “sí, quise llevar el tango a un nivel superior, siempre quise elevar el tango”. Muchos de esos maestros podrían haberse dedicado tranquilamente a la música académica.
En los 20 y 30 es muy fuerte el sinfonismo tanguero. En parte, por influencia de la música académica. En el jazz también se da con Paul Whiteman, eso de redimir la música orillera vistiéndola con las mejores galas. La música clásica es la gran música. En las entrevistas a los tangueros de esa época se ve que estaba la gran música y la música popular. El epígrafe que utilicé para el libro Cien años de música argentina es de Julio de Caro y dice “Mi deseo era que los conocimientos que había adquirido en el conservatorio se amoldaran a las emociones que había recibido en la calle”.
¿Cómo hacer para convertir la emoción de la calle en una música artística. No una música que sólo se baila, que acompaña las labores de los laburantes del Mercado de Abasto, que enamora a las chicas en su casa con la vitrola, sino una música que tenga un valor artístico sin olvidar esa emoción y ese arraigo?
Rodolfo Valentino Con Rodolfo Valentino se afirma el star system y el latin lover. Que van a tener una prolífica trayectoria en la cultura de masas internacional. Efectivamente, los estrenos de Valentino causaban furor. No sólo en los varones, sobre todo en las mujeres. Hay un ídolo que atrae a las mujeres, que perturba a los varones, que genera incomodidad. Valentino baila tango, a su manera. Nosotros diríamos que lo hace “mal”. Pero, a la manera Valentino, lo baila y lo promociona a nivel mundial. Los argentinos de esta época son hijos de Valentino.
La sexualidad en los años 20 también explota. Las flappers americanas con el cabello corto se suben el ruedo de las polleras. Las mujeres empiezan a tomar whisky, empiezan a fumar, en algunos países a votar. Esta revolución de las costumbres femeninas, del lugar de la mujer en la sociedad, de alguna manera está traccionada por artefactos culturales, y las películas de Valentino evidentemente cumplen un rol importante.
Si no se hubiera dado la tangomanía en los años inmediatamente anteriores a la Primera Guerra Mundial, si los criollos de Argentina no hubieran “hecho la América” en Europa y Estados Unidos dando clases de tango y no se hubiera producido esa expansión, Valentino hubiera bailado otro ritmo en la película.