"A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires: La juzgo tan eterna como el agua y como el aire."
Jorge Luis Borges en Fundación Mítica de Buenos Aires

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El fraseo musical del tango

Sentimiento      2023-01-31 21:09:36


¿Qué hace a una música bailable?

Baile de tango      2022-05-10 22:56:13


Del escriba

El sentir

Tomás, llegó el jueves a “Aló Lola”. Lo sentaron en una mesa pegada a la pista, buen lugar. Se puso los zapatos de tango y, como corresponde, en seguida se dedicó a darle una relojeada al salón…

En ese vistazo, no le pasó desapercibido que, sentada en una de las mesas del otro lado de la pista, bien en diagonal, entre muchas mujeres, un par de ojos femeninos lo encañonaban. Tomás, concluyó la recorrida visual y llamó a una de las lindas mozas que atienden en el salón Obelisco, mientras esperaba que la tanda que sonaba expirara.

Otra vez, los ojos de esa mujer que insistían en la posición de encañonarlo. Y no hacía nada para disimularlo. Tomás la pensó: -… estoy viendo bien o… estoy medio agrandadito…  Primero voy a sacar a otra… a ver cómo viene la mano- decidió.

Hecho, empieza la nueva tanda, de Alfredo Gobbi tocando Rácing Club que hace saltar de la silla a los milongueros, y saca a una de las minas que ya conoce... ¡Dale…! Al ratito nomás se cruzaron en la pista: la mujer de los ojos-cañón aprovechaba cada giro que marcaba su bailarín para mandarle un flechazo con sus ojos.

Claro, Tomás, joven para el promedio de la milonga, pintón, morochón, todo el pelo, bien vestido, tiernito todavía pero bailarín –se le puede enseñar- y ella… no alta precisamente, un rostro que no es de adolescente…, algunos kilos de más y… algunos añitos de más… producían el efecto.

Al fin de cuentas halagado, aunque también intrigado, Tomás, después del paso de algunas tandas donde ella no dejó de mirarlo… la sacó…

Ya en la pista, Tomás, que todavía no puede disimular que le falta como bailarín de tango, y ella, que no puede disimular que tiene muchos años de milonguera… La conversación viene normal, hasta que la mujer empieza a consultar sobre el estado de Tomás, estado de vida ¿no? … Casado-divorciado-separado-no sabe no contesta-… era lo que ella quería saber. La tanda termina y la mujer se apresura a lanzarle al oído: “sacame otra vez”. El ego de Tomás escaló allá arriba… aunque ella no sea precisamente alta, aunque no tenga precisamente la mejor figura y… aunque tenga precisamente unos cuantos años más que él…

El ego… y algunas otras cosas que mueven a los hombres… a Tomás lo movió casi al finalizar la milonga, a sacarla otra vez a bailar.

En esa segunda tanda bailada ella fue sabiamente a los bifes: -sabés… estás bailando casi bien…, te falta poquito… hay que enseñarte… -

Tomás… se hacía el gil más gil… y la dejaba hablar sin negar ni afirmar nada… Habían pasado tres de los cuatro tangos de la tanda…, en tres minutos… dejaban de bailar… Entonces Violeta, que así se llamaba ella, no esperó: -¿sabés Tomás? Yo tengo una yunta… me va muy bien con eso, necesito alguien que la maneje…

¿Qué es una yunta? Le preguntó enseguida y ahora más intrigado que nunca Tomás a la mujer. Y ella le respondió así: una yunta… un portacoronas y el coche fúnebre… me va bien con eso sabés… y necesito… justamente ahora… alguien que la maneje… Como todos dicen… trabajo en esto no va a faltar…-

Pocas veces, el último tango de la tanda se le hizo tan largo a Tomás… Educado como es, le agradeció el baile a la dueña de la yunta y muy rápidamente se cambió los zapatos de tango para dejar la milonga por esa noche…

Este "Trago de Tomás" fue el difundido durante la última emisión radial de "Tomás Buenos Aires" que, como todos los sábados desde las 17, sale por la frecuencia AM 830 de Radio Del Pueblo.

Tomás, fresquito en la milonga, tampoco los entiende. Por ahora. Las percantas…, los entienden menos todavía. Y nunca  los van a entender. Si hasta se enojan y…más…, se indignan, con esa raza de tipos que también van a la milonga…. Los que no bailan. Los hombres que antes, ahora… y más adelante… no faltan a la milonga… pero no bailan ni bailarán.

Aquí en Cánning, o en cualquier salón, desde la comodidad de la silla escrutan la pista y… también… el ambiente… Para hacerlo ocupan lugares privilegiados, habitualmente pegados a la pista y con una perspectiva del salón conveniente, como para registrar el movimiento de la masa que baila.
Vasos de agua, gaseosa, cerveza, algún vino o whisky están en sus manos en lugar de bailarinas de tango. Las tandas se suceden como trasfondo de la conversación con los amigos de siempre. Si es que los acompaña alguno de ellos. Casi unánimente muy maduros, han transitado todas las fases del bailarín de tango… el duro aprendizaje de bailar, la adicción, la pasión, la elección, el remanso.

Criticados…, peor…, despellejados por el gremio milonguero femenino…, más todavía por las que esa noche les toca planchar… Dicen ellas más o menos así: -ocupamos más de una hora en producirnos para venir a la milonga…, y estos tipos nos siguen de largo con la mirada… y encima son recontra buenos bailarines…- es el comentario en la mesa de mujeres.

Quizá a ellas no les falta razón, pero… deben bancar el código número uno del baile de tango: el que propone, el que saca, es el varón… Así que vale despellejarlos…

A estos varones, sin embargo, les alcanza para llenar su mundo estirar el tiempo relojeando el movimiento de la pista y la cadencia de las parejas, que la transitan al ritmo rezongón de los bandoneones ensoñadores. Algunos, en toda la noche bailarán una o dos tandas… ocho tangos… Otros, simplemente dejarán la milonga sin haber pisado la pista…

¿Para qué vienen a la milonga si no bailan? Es la pregunta furibunda del mujeraje. Y también es la pregunta de Tomás y de cualquier aprendiz de milonguero.
Interrogante de muy difícil respuesta. A Tomás, mientras se consume la tanda de tropical que él no baila en Cánning se le encolumnan esos interrogantes sobre los hombres que no bailan en la milonga: ¿Costumbre? ¿Paladar negro? ¿Capricho? ¿Hastío? ¿Rebeldía? ¿Resignación? ¿Estar de vuelta de todo? ¿Machismo? ¿Todo eso junto?... ¿Quién podría definirlo?

Hombres que no bailan… muy simplemente, una parte más de la diversidad que, afortunadamente, propone la milonga.

La tanda de tropical copa el salón: ese hombre…, uno de los que no baila… ha decidido emprender la retirada azuzada por ese ritmo que no es tango. Ese hombre… no bailó en toda la noche.

Este "trago de Tomás" se emitió en el programa radial "Tomás Buenos Aires" del sábado 3 de mayo último por la AM 830 Radio Del Pueblo.

No lo había vivido hasta ese momento en la milonga. Y aprendió a vivirlo cuando el organizador en el micrófono conmovió a los asistentes al anunciar que un conocido de todos, que un milonguero de tantos salones, de miles de tandas, de cientos de miles de piezas bailadas, en fin…, que un milonguero de ley, esa tarde se había ido a filigranear tangos, milongas y valses allá, al ladito del que quita y da. Y al lado de los milongueros y milongueras que allá fueron antes que él.

Hubo un aplauso respetuoso, nutrido y prolongado en el salón. Una, quizá más de una, que salió rumbo al tualé, escondiendo un lagrimón: tantas veces había bailado con él, tantos secretos del baile le enseñó, tantas cosas le chamuyó. Y también uno, quizá más de uno, contuvo el lagrimón: tantas mesas, tangos tragos y tantas noches compartidas. Después de los aplausos al milonguero desaparecido, la milonga se silenció.

Fue durante algunos segundos… Tras ellos, la orquesta de Enrique Rodríguez, con la voz de Armando Moreno, arrancó “El encopado” iniciando la tanda. Y tras otros pocos segundos, milongueros y milongueras dejaron sus sillas para volver a bailar.

Tomás, no lo había vivido hasta ese momento en la milonga. El homenaje a un milonguero que se fue a cabecear a otras pistas. Si bien, por ser nuevito, no lo identificaba por lo menos de nombre, Tomás pensó que el momento hubiese requerido un poco más de reconocimiento a quien le dio parte de su vida a la milonga. No supo cómo ni qué tipo de reconocimiento, pero se le ocurrió que salir a bailar después de unos cuantos segundos de respetuoso silencio, era poco homenaje…

Incómodo, lo habló con uno de los pocos de "la cátedra", de los que son de siempre en el baile tanguero, que se detenían a darle bola a sus preguntas. Le dijo, que a él le parecía cortona la recordación a un milonguero muerto horas atrás. Que si no habría otra forma de homenajear al que había partido.

El veterano lo miró y, sin dudar, lo puso en autos: autos de fiesta o fúnebres.

-Pibe- le dijo- acá sabemos lo que nos va a pasar cuando nos toque a nosotros: exactamente lo mismo que viviste hace un rato. La milonga nos va a despedir a través de una voz, un micrófono, unos aplausos y, a lo sumo, algunas lágrimas. Para después seguir danzando. Y vamos a estar contentos de que la milonga siga, que la milonga no se detenga, nosotros mismos apretaríamos la tecla de la máquina para que algún tango tapice el salón y ponga de nuevo en movimiento a la milonga después que nos den el adiós.

Pibe- remató el veterano- no se corta nuestro ritual, el ritual milonguero: bailar el tango…, siempre.

Este relato fue el "trago de Tomás", difundido durante el programa "Tomás Buenos Aires" conducido por el autor, el sábado último desde las 17 por radio Del Pueblo AM 830.

“Pibe, si no sabés bailar vas al diome, los costados son para los buenos” Es ley de la milonga. Un escalafón. Un rango entre los milongueros. El que está aprendiendo, y el que no sabe, a hacerse bailarín en el centro de la pista, los costados son para los buenos.  

Así de simple y así de categórico, aunque lo categórico se vaya flexibilizando en la milonga por imperio de la tolerancia debida a los turistas tangueros. De paso, los que saben poco, agradecidos: “si el gringo –que no maneja la pista- baila al costado, yo aprovecho y me meto” calcula el pata lerda.
 
Esta premisa del baile del tango que trata de sostenerse, “correte pibe, cazá el diome’, si no sabés bailar, vas adentro” la recordó, nada menos que un número uno internacional del baile de tango: Miguel Ángel Zotto.
 
Y lo hizo como relatando una anécdota de su juventud tratando de desentrañar los secretos del baile de tango. Dijo, y los milongueros de ley lo han experimentado: “necesitabas cierto aprendizaje para salir a la pista; si no, los que sabían bailar te mandaban al medio" para molestar lo menos posible a los que transitaban los costados de la pista con paso tanguero seguro y, si saben un poco más, compadrón.
 
“El bailarín de milonga es como el jugador de potrero. Son los mejores; son los genes” sentenció. Es que para Zotto, los que aprenden en academias nunca logran la naturalidad de los milongueros grandes hechos en la pista. Una muestra, si es que hiciera falta, la grafica con un paso de baile de su creación al que bautizó “la Rojitas” rescatando, como hincha de Boca al fin, a Ángel Clemente Rojas, aquél de la cintura de goma: “amagás para un lado y sacás para el otro” define Zotto como la característica de la figura.
 
Hoy, uno de los mejores bailarines profesionales de tango del mundo, sigue concurriendo a esos templos del baile de tango: "en las milongas siempre alguien te tira una soga; los tangueros somos como una secta”, aunque sólo baila con Daiana Guspero, su compañera de baile y de la vida. “Nos dimos cuenta de que estábamos enamorados después de meses de bailar y discutir bailando” confesó Miguel Ángel.
 
Luego busca desmitificar una premisa, la del machismo en el tango: “de qué machismo me hablan? Los hombres hacemos lo que las mujeres quieren. Ellas deciden cuándo se les antoja estar con vos. Y hay que aprender a esperar” concedió.Y complementa su dicho asegurando que “nunca usé el personaje para conquistar a una chica o llevarla a la cama; me parece una bajeza”.
 
Miguel Ángel Zotto, cuando empezó a bailar en 1979, entraba a Cánning, el Savoy o el Regina. “Te encontrabas con todos los grandes que ya habían dejado el baile: Finito, Miguel y Nelly, Antonio Todaro, Petróleo. Con Rodolfo Dinzel conocí las bases. Y con ellos aprendí la historia y cómo inventaron cada paso” recordó.
 
Ilustró luego que “para ver bailar iba a los cabarés, que en los ´80 eran lugar de tango. Yo hacía esa vida de madrugada, en la que te cruzabas con el Polaco Goyeneche o Hugo del Carril. Al otro día a laburar. Pintaba y empapelaba paredes. En el tango tenés que hacer otra cosa para vivir hasta ser reconocido”.
 
En 1984, Zotto debutó en Michelángelo con Jazmines, junto a Ana María Stekelman. Después integró el elenco de Tango Argentino y, en 1988, creó la compañía Tango X 2, con Milena Plebs. “Cuando estoy afuera extraño la amistad y la improvisación –dice–. Afuera no podés caerle en la casa a un tipo, como acá, que te llaman cinco minutos antes para invitarte a cenar. Somos desestructurados y ese es uno de los atractivos del tango. Podés conocer a otra persona y relacionarte a través de la danza. Y en todo el mundo, los tangueros somos como una secta” remató.

Fragmento tomado de “Historia del baile” de Sergio Pujol.

“Bailar tango no es sencillo, nunca lo será. De ese mundo entrecerrado de la noche van emergiendo los primeros héroes del corte y la quebrada. Son los que saben bailar, los que se distinguen. A veces, los más habilidosos se convierten en profesores sin título ni ley.

 Del lado femenino, de la mayoría no quedarán registros: nada más efímero que los bailes y sus protagonistas.

La letra de un tango evoca a esas “chinas sencillas y querendonas” que bailan: “Agua florida, vos eras criolla./ Te usaban las pobres violetas del fango/ de peinados lisos como agua e´ laguna,/cuando se bailaba alegrando el tango,/ con un taconeo y una media luna”. (De “Agua florida”, de Fernán Silva Valdés y Ramón Collazo).

Aquellas mujeres, marcadas para siempre, entrarán en la órbita del adicto al baile. Las mejores o las más afortunadas –y seguramente las más fuertes- logran hacerse respetar por y para el baile

Son las que han sabido ganarse un lugar en el campo minado del tango. La Portuguesita, la Fosforito, la Sargento, María la meona, Antonina la chata, la parda Refusilo, la Barquinazo…, mujeres entre dos siglos.

Ellas entienden las marcas del varón, esa suave pero segura indicación sobre la espalda. Ellas hacen ochos con prolijidad y aparente sumisión. “Pardas y blancas” casi no hablan, toman poco y transpiran toda la noche.

Son atraídas por silbidos y llamadas de los bailarines insaciables que fijan su mirada en las piernas y la silueta, pero también en esas polleras cortas, sobre enaguas muy almidonadas y esponjadas. Recuerdan: “las únicas polleras cortas que se conocieron entonces”.

Cuanto más y mejor baila una mujer, más posibilidades tiene de salvarse de la prostitución. Desbordadas por la masa masculina que revolotea en las academias de cinco centavos y en las casas de baile, condenadas a brillar sólo en los márgenes y cuando algún varón se digna elogiarlas públicamente, las mujeres del suburbio se bailan el futuro, entre la resignación y la esperanza”.

De Tomás Buenos Aires: otras expectativas, mínimas, las de las mujeres del tango primero en el 1900 y poco más…

Noticias

      2017-08-01 18:45:33  

    De www.diariopopular.com  -  Caminito que el tiempo ha borrado/ que juntos un día nos viste pasar...”. Uno lee la letra, tararea la música y piensa en ese rincón de La Boca, pero... Juan de Dios Filiberto (1885-1964), cuyo nombre real era Oscar Juan de Dios Filiberti fue un extraordinario guitarrista, armonista, pianista, compositor y director que vivió en La Boca. Lle puso música al tango Caminito, escrito por el riojano Gabino Coria Peñaloza. Filiberto además le puso música a Quejas de bandoneón, El pañuelito, Malevaje, Clavel del aire y otros clásicos. Además creó la Orquesta Nacional de Música Argentina que hoy lleva su nombre.

    Walter Piazza, Secretario del Consejo Directivo de la Academia Nacional del Tango, académico y cofundador de esa entidad junto con Horacio Ferrer en 1990, le contó a Porteño del Sur detalles de Caminito y de la vida de Juan de Dios Filiberto: “Lo que yo sé tras haber investigado es que todo conduce a dos historias diferentes, la del porteño Juan de Dios Filiberto y la del riojano Gabino Coria Peñaloza. Esos versos remiten, si uno escucha la letra y la analiza, a un caminito que corresponde a un paisaje que nada tiene que ver con La Boca”.

    “Coria Peñaloza era un poeta riojano bien alejado de Buenos Aires, no era Homero Manzi, que si bien había nacido en Santiago del Estero, a los 6 años ya estaba viviendo y estudiando en Buenos Aires. Entonces Manzi sí percibía desde pibe lo que era la ciudad entonces le cantó con sus versos más sentidos, sobre todo al sur... Boedo, Pompeya. Pero Coria Peñaloza escribió pensando en un posible recorrido que hacía para visitar a algún amor adolescente o juvenil de sus pagos”, agregó.

    Piazza concluyó: “Eso, puesto en la música de un porteño como era Juan de Dios Filiberto y explotado por ese sector del camino que va del Riachuelo a las vías del ferrocarril en la Boca, dio lugar a que durante muchos años se considerara al Caminito de La Boca como al de la letra de la canción. Ese es el Caminito de Filiberto, pero nada tiene que ver con la letra. La genial lírica y música de Filiberto la pone a disposición de ese lugar del que nunca se fue. Porque él nació, vivió y murió en La Boca. Jamás se fue para el centro de la ciudad como muchos otros. Siempre ahí rodeado de la mística, de Quinquela Martín y de otros amigos. Entonces son dos Caminitos diferentes: uno, el musical, el turístico y que explota el barrio; el otro, la verdadera historia del que caminaba el poeta. ‘Con juncos en flor’, dice. ¿Qué junco en flor hay en La Boca? Ninguno. Empedrado y vías del ferrocarril”.


      2017-06-08 22:03:26  

    Desde Marsella, Francia, distinguieron a Julio Dupláa, un histórico argentino de la danza del tango y la milonga, al calificarlo de "persona emblemática de la Ciudad de Buenos Aires". La Asociación Les Trottoirs de Marseille así lo consideró en una nota fechada el 1° de junio último a esta ciudad, firmada por Michel Raous, presidente de la asociación y Marcelo y Giorgia Guardiola, maestros de tango de Les Trottoirs de Marseille.

    Dice textualmente la nota:
    "Desde Francia hacemos voz para expresar nuestra gratitud y transmitir nuestra admiración por el Maestro Julio Dupláa quién desde su nacimiento respira tango.

    Nacido en el porteño barrio de Villa Urquiza declarado «Capital del Tango bailado» impulsado por el mismo Dupláa y cuna de tantos magnificos bailarines y milongueros, don Julio supo conocer el tango en el antiguo y prestigioso Club Sin Rumbo. Desde niño miró y escuchó las orquestas, de adolescente bailó su música y de hombre organizó milongas; toda una vida dedicada a nuestro tango y a nuestra ciudad ya que en la actualidad toda Buenos Aires respira su presencia, refleja su personalidad y vive su dedicación organizando eventos, cuidando el trabajo de los bailarines y dando clases que trasmiten sabiduria y vivencias.

    Por esto y muchas cosas más  el Maestro Julio Dupláa es una persona emblemática de la Ciudad de Buenos Aires. Nuestros más sinceros saludos".

    Tomás, el Buenos Aires, felicita a través de esta página a Julito Dupláa, amigo y, como dicen los franceses, un emblemático del tango bailado. Aunque él se cite cada vez que puede de "apenas un milonguero".

    Foto (Gentileza revista "La Milonga"): Julio Dupláa (derecha) en trámite de alguna tropelía con Tomás, el Buenos Aires.

     

     


      2016-11-24 20:18:14  

     "Trago amargo alcanzó el éxito el día de su estreno en 1925 con la letra de Julio Navarrine (1889-1966) y la música de Rafael Iriarte (1890-1961). ¡Esplendorosa época del tango-canción! “Lealmente, ´Trago amargo´ no era un tango de excepción, sino simplemente un tango exitoso. Su letra es de un tinte melodramático campero, de fácil sentimentalismo. La mejor virtud de su música era no alardear de ninguna: dejar que la opinión del oyente reafirmara su origen: ‘el tango de un guitarrero’. También queda dicho que era ´un sencillo y bien sonante tango´, según el sin par Francisco García Jiménez en su insoslayable libro ´Así nacieron los tangos´, Ediciones Corregidor, Buenos Aires, 1980.

    Si reflexionamos acerca de los versos de Navarrine, quien junto a su hermano Alfredo fue un admirable propulsor de los primerísimos cuadros folclóricos teatrales –y autores ambos de sendos tangos muy celebrados por el público–, habrá que resaltar cómo se habían condicionado al tema musical merced a una especial puja de frases imperativas: “¡Arrímese al fogón, viejita, aquí a mi lado!/ ¡Ensille un cimarrón, para que dure largo! ¡Atráquele esa astilla, que el fuego se ha apagado!/ ¡Revuelva aquellas brasas y cebe bien amargo! ¡Alcance esa guitarra de cuerdas empolvadas,/ que tantas veces ella besó su diapasón!”.

    El tango tuvo su estreno en el porteñísimo teatro ‘Maipo’ durante una de las temporadas de ‘revistas’, a mitad de los años veinte del pasado siglo. ¡Quién vería a aquel gaucho melodramático, dirigiéndole toda la ristra de mandatos a la madre, reservándose para él, por toda faena, el empinarse el codo con la botella de caña! Y la pobre vieja –de acá para allá, como maleta de loco– sin saber si arrimarse al fogón, si ensillar el cimarrón, si atracarle la astilla al fuego y revolver las brasas, si alcanzarle la guitarra o arrancarle primero la cinta, si secarse las lágrimas, si volver a cebar al “amargo” o bien si –ya exhausta–, después de buscar un crespón para la guitarra, inclinarse, al fin, ante la Virgen…"

    En fin, sintetiza ahora Tomás, el Buenos Aires, sobre este tango: un "Trago Amargo"... ¡para la pobre vieja!,

    De paso: El músico Rafael Iriarte fue un laburante de la guitarra en el tango. Nacido en un barrio del sur porteño, su fogueo artístico se dio en los cafés con música de la calle Corrientes. Después, llegó el espaldarazo en los teatros ‘Nacional’ y ‘Apolo’, ‘Porteño’ y ‘Empire’. Iriarte acompañó a una galaxia de cancionistas y cantores como Saúl Salinas, Rosita Quiroga y Agustín Magaldi, también a Charlo, Ignacio Corsini y Libertad Lamarque. Por su inquietud y ojos vivos, a Iriarte lo apodaban ‘El rata’.

    -Fragmento de la nota de Isaac Otero en el sitio "Crónicas de la Inmigración", setiembre de 2016-


      2016-11-21 19:28:06  

    A Pablo Agri lo esperó un violín en la cuna y a los diez años le pidió a su papá que lo inscribiera en un conservatorio. Su papá fue, nada menos que el rosarino Antonio Agri, juntamente con Elvino Vardaro y Mario Franchini, los tres violinistas más importantes del tango.

    Destaca que hoy encuentra a "muchos jóvenes  buenos instrumentistas y compositores que toman el tango con la seriedad que merece y que siguen estudiando". En cambio, Pablo advierte que "no me gustan definitivamente las imitaciones, las orquestas que ´tocan como´, ¡eso no me gusta! Digo que hay que aprender todos los géneros pero no imitar a nadie" sentencia.

    Aclara que "empecé con la música clásica para diferenciarme de mi viejo... Nací en el 68, año que se estrenó la operita "María de Buenos Aires" de Piazzolla y mi viejo ya era muy popular. Pero sin duda lo mío es el tango desde la cuna, o antes de ella y, hasta hoy, mi mejor manera de expresarme es nuestra música". Tanto es así que tocó, por ejemplo, con Mariano Mores y Horacio Salgán pasando por Néstor Marconi, Susana Rinaldi y Osvaldo Berlingieri. Es integrante de la Orquesta Sinfónica Nacional desde 1992, tomó clases con el maestro Szymsia Bajour; fue becado por la Fundación Antorchas para estudiar en el Conservatorio Edgard Varese, en Francia. En el 99 fue violín solista del show "Tango argentino" en Broadway (Nueva York).

    Este año fue el músico argentino que tocó por primera vez tango en vivo en una de las siete maravillas del mundo, los palacios de la Alhambra en Andalucía, España. Además, junto a sus compañeros formaron junto a la orquesta de la Casa Argentina en París, integrada por una belga, tres franceses, cuatro argentinos, una japonesa, un chino, y una violinista rusa, todos jóvenes. "Esto nos dice claramente que el tango es universal y se toca en todos los idiomas" reflexiona finalmente este también joven, que aporta un violín de conservatorio consagrado a la música que identifica al país.

    -Esta nota toma fragmentos de un reportaje realizado por el diario "La Capital" de Rosario-.


      2016-09-21 19:58:17  

    Sergio Pujol es joven, filósofo, docente y con varios libros en su haber, investiga a las danzas sociales y concedió hace unos días una nota al diario "La Izquierda" donde afirma que la década del ´20 marcó un antes y un después de la cultura argentina marcada decididamente por la eclosíon del tango. Aquí la nota:

    Comienza Pujol señalando que recien a mediados de los años ´20 "tenemos a Gardel con un porcentaje dominante de tangos en su repertorio; viene de cantar estilos, milongas. Canta en esos momentos foxtrot, shimmy, alguna que otra rumba.  Por lo tanto no se puede decir que el tango a principios de los 20 fuera el epítome de lo argentino y de lo nacional. Más bien se va ganando ese lugar. Las críticas que se hacen al tango hasta el año 30 inclusive, no son tanto acerca de su supuesto origen prostibulario, de mala vida o pecaminoso, sino que es una música que no representa la totalidad de la Argentina. Es una música de puerto que se ha consolidado a partir del aporte inmigratorio decisivo en el lenguaje, tanto en las letras, con la presencia del lunfardo, como en la música.

    Lo mismo pasa con el samba en Brasil, con el son en Cuba. Hay un momento en que estas músicas, muchas con una fuerte impronta afro, se convierten en emblemas nacionales. Eso pasa entre los 20 y los 30. Pasan de ser músicas orilleras, con una fuerte connotación de clase, a representar al país. En ese tránsito depuran su forma pero hay algo de la condición de clase que queda. Y en un momento explota.

    Durante el peronismo explotó. Cuando Alberto Castillo canta “Qué saben los pitucos, lamidos y sushetas...” está retrotrayendo la historia del tango 20 o 30 años. Lo que les está diciendo a sus bailarines, a los que bailan con su música , es “ojo, sepan de dónde vienen ustedes, no se dejen engrupir, el tango es una danza de salón pero ojo que venimos de las orillas”. Es interesante cómo, en algún sentido, al tango nunca se lo domestica del todo.

    "En los ´20 el tango se come todo"

     A la vez los años 20 son la clausura de una época ahí ya nadie baila polka o mazurca muy populares en 1880 y 1890. En los 20, el tango se come todo. Se come esas danzas. No al jazz. Y en parte se las come, creo yo, porque aparece el tango canción. Si no hubiera aparecido, tal vez hubiéramos tenido todavía ese repertorio "variopinto" de danzas. 

    Además están los hijos de los inmigrantes para los años 20, que son más tangueros que los padres en muchos casos. Las historias de vida de esa generación, la de Piana, o la de De Caro, que era un poquito más grande, casi todas están marcadas por la brecha generacional.

    El muchacho que quiere formar una bandita de rock en los 60 tiene muchas similitudes con el muchacho que quiere tocar tango en los 20. Pero incluso el corte es más violento en los 20. Porque la familia en los años 60 ya no es tan autoritaria como la familia en los 20. Yo no conozco historias de hijos que hayan dejado de hablar con sus padres veinte años por querer formar una banda de rock. 

    Ya forma parte un poco del relato romántico del tango: el reencuentro del padre con el hijo consagrado, tocando tango con una orquesta de noventa profesores. Lo vemos en Canaro, en De Caro. La “gran orquesta”. Quizás el último representante de esa ambición clasicista en términos musicales sea Mariano Mores. Cuando lo entrevisté para el libro de Discépolo, Mores decía “sí, quise llevar el tango a un nivel superior, siempre quise elevar el tango”. Muchos de esos maestros podrían haberse dedicado tranquilamente a la música académica.

    En los 20 y 30 es muy fuerte el sinfonismo tanguero. En parte, por influencia de la música académica. En el jazz también se da con Paul Whiteman, eso de redimir la música orillera vistiéndola con las mejores galas. La música clásica es la gran música. En las entrevistas a los tangueros de esa época se ve que estaba la gran música y la música popular. El epígrafe que utilicé para el libro Cien años de música argentina es de Julio de Caro y dice “Mi deseo era que los conocimientos que había adquirido en el conservatorio se amoldaran a las emociones que había recibido en la calle”.

    ¿Cómo hacer para convertir la emoción de la calle en una música artística. No una música que sólo se baila, que acompaña las labores de los laburantes del Mercado de Abasto, que enamora a las chicas en su casa con la vitrola, sino una música que tenga un valor artístico sin olvidar esa emoción y ese arraigo?

     Rodolfo Valentino
    Con Rodolfo Valentino se afirma el star system y el latin lover. Que van a tener una prolífica trayectoria en la cultura de masas internacional. Efectivamente, los estrenos de Valentino causaban furor. No sólo en los varones, sobre todo en las mujeres. Hay un ídolo que atrae a las mujeres, que perturba a los varones, que genera incomodidad. Valentino baila tango, a su manera. Nosotros diríamos que lo hace “mal”. Pero, a la manera Valentino, lo baila y lo promociona a nivel mundial. Los argentinos de esta época son hijos de Valentino.

    La sexualidad en los años 20 también explota. Las flappers americanas con el cabello corto se suben el ruedo de las polleras. Las mujeres empiezan a tomar whisky, empiezan a fumar, en algunos países a votar. Esta revolución de las costumbres femeninas, del lugar de la mujer en la sociedad, de alguna manera está traccionada por artefactos culturales, y las películas de Valentino evidentemente cumplen un rol importante. 

     Si no se hubiera dado la tangomanía en los años inmediatamente anteriores a la Primera Guerra Mundial, si los criollos de Argentina no hubieran “hecho la América” en Europa y Estados Unidos dando clases de tango y no se hubiera producido esa expansión, Valentino hubiera bailado otro ritmo en la película.